La higuera que no se riega se seca. Si recibe agua, indudablemente, sus hojas estarán siempre verdes y producirá buenos frutos. Así ocurrirá con nosotros al asistir todos los domingos a la Santa Eucaristía: ¨Darán frutos nuevos cada mes, porque los riegan las aguas que manan del santuario. Sus frutos servirán de alimento y sus hojas, de medicina ¨( Ez 47, 1-2-8-9-12 ).
Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza. Un río alegra a la ciudad de Dios ( Sal 45 ).
Somos el templo de Dios y el Espíritu de Dios habita en nosotros. Debemos constantemente estar construyendo ese templo, sobre el cimiento único y válido, que es Jesucristo. Quien destruya ese templo será destruído por Dios, porque el templo de Dios es santo y nosotros somos ese templo.
Debemos, entonces, cuidar ese templo, que es respetar a todas las personas por lo sagrado que habita en ellas y respetarnos nosotros mismos, estudiando las escrituras, poniéndolas en práctica, seguir la doctrina de Jesús. Y al templo físico, como la Basílica de Letrán, de Roma, donde está el obispo, que es el Papa, Benedicto XVI, y a toda la Iglesia católica, debemos respetar porque es donde todos los creyentes nos congregamos para participar en la Santa Misa.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por comentar.
Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo