Son numerosos los motivos de las despedidas. Por eso las hay de distintos tipos. Que una de soltero o soltera; que la despedida a un amigo o amiga que se va de este mundo; que la despedida de un trabajo, ya sea por retiro o jubilación; por traslado a otra ciudad; en fin, vuelvo y repito, son infinitas en cantidad, pero , todas son tristes. Nada más hoy he visto llorar a unas jóvenes madres que despedían el curso escolar de sus niños, y como derramaban lágrimas. Yo sentí la tristeza de la separación de una amistad que nacía, y que el tiempo borrará.
Quien tenga la dedicación y paciencia para leer Escritos en el Tiempo, pensará el por qué de esa perorata sobre la despedida. Más adelante lo diré; pero quiero citar aquello de quien se atrevía a afirmar que las despedidas no son tristes, y alguien le replicaba diciéndole: díle al que te lo dijo que se despida...
Pues bien, quiero referirme a un tipo de despedida que hoy abunda en Latinoamérica, así como en otros momentos de la humanidad, ocurrió con los europeos. Yo recuerdo cuando siendo un niño, llegaban a Maracaibo italianos, portugueses, españoles..., a ver cómo podían salir avante de sus tragedias y penurias de toda índole. Les recibíamos con hospitalidad y llegaron para quedarse fundando empresas, trabajando, y haciendo familias. Muchos jamás regresaron al pais que les vió nacer.
Lo había primero presenciado por la televisión, constatado en informaciones de prensa, cómo emigraban millares de colombianos, peruanos, ecuatorianos, argentinos, uruguayos, chilenos, entre otros, y muchos eran recibidos en Venezuela, que era un país de inmigración. Jamás pensaba que al cabo de unos años todo cambiaría, y le tocó el merito a Hugo Chávez de transformarlo en uno de emigrantes, y hoy andan por el mundo millares de compatriotas.
Que triste mérito el de Chávez, el de desintegrar a miles de familias. De que el dolor, la tristeza y el llanto acompañe en los aeropuertos a quienes quizas no retornen a su patria. Llanto de padres, hermanos, novios, amigos y de quien toma el camino de la eterna desconfianza, porque, como alguien dijera ,el extranjero será siempre un desconocido y llegará un momento en que no sabrá de dónde es,aún cuando pudiera afirmar que el mundo es la patria. Siempre pensará en el pequeño rincón del planeta donde nació.
Quien tenga la dedicación y paciencia para leer Escritos en el Tiempo, pensará el por qué de esa perorata sobre la despedida. Más adelante lo diré; pero quiero citar aquello de quien se atrevía a afirmar que las despedidas no son tristes, y alguien le replicaba diciéndole: díle al que te lo dijo que se despida...
Pues bien, quiero referirme a un tipo de despedida que hoy abunda en Latinoamérica, así como en otros momentos de la humanidad, ocurrió con los europeos. Yo recuerdo cuando siendo un niño, llegaban a Maracaibo italianos, portugueses, españoles..., a ver cómo podían salir avante de sus tragedias y penurias de toda índole. Les recibíamos con hospitalidad y llegaron para quedarse fundando empresas, trabajando, y haciendo familias. Muchos jamás regresaron al pais que les vió nacer.
Lo había primero presenciado por la televisión, constatado en informaciones de prensa, cómo emigraban millares de colombianos, peruanos, ecuatorianos, argentinos, uruguayos, chilenos, entre otros, y muchos eran recibidos en Venezuela, que era un país de inmigración. Jamás pensaba que al cabo de unos años todo cambiaría, y le tocó el merito a Hugo Chávez de transformarlo en uno de emigrantes, y hoy andan por el mundo millares de compatriotas.
Que triste mérito el de Chávez, el de desintegrar a miles de familias. De que el dolor, la tristeza y el llanto acompañe en los aeropuertos a quienes quizas no retornen a su patria. Llanto de padres, hermanos, novios, amigos y de quien toma el camino de la eterna desconfianza, porque, como alguien dijera ,el extranjero será siempre un desconocido y llegará un momento en que no sabrá de dónde es,aún cuando pudiera afirmar que el mundo es la patria. Siempre pensará en el pequeño rincón del planeta donde nació.