lunes, 25 de noviembre de 2013

El bautizo de una nueva vida

Atendiendo una invitación, asistí al bautizo del libro “Aprender a Vivir con pasión y compasión”, cuyo autor es Antonio Pérez Esclarín, un nuevo hijo de este brillante educador y escritor.
El acto se celebró el sábado 23 de noviembre en el Colegio La Merced de esta Ciudad de Maracaibo, la tierra del sol amada.
Edificante fue la exposición del conferencista Pérez Esclarín y como es costumbre mía, tomé notas que voy a compartir con ustedes.
Romper cadenas. Hay que romper cadenas para ser mejores. Todos nacimos para ser águilas y no gallinas. Somos Hijos de Dios y, por tanto, seres maravillosos. Nada puede detenernos al volar.
Regalos. Cada día recibimos regalos. Debemos ser agradecidos y hacer lo mismo con todos. Son muchas las cosas que podemos regalar a los demás: una sonrisa, un abrazo, un saludo, buen trato, amabilidad… El autor al referirse a una nieta que tiene dijo: Es una fuente de primavera en el otoño de mi vida.
A diario debemos enumerar todo lo que recibimos y sentir la alegría correspondiente.
Recuperar la capacidad de asombro. De ver a Dios en todo.
Aprender a mirar con los ojos del corazón. La belleza está en el corazón. Es de día cuando estás conmigo; es de noche cuando te vas. De “Marianela”, novela de Benito Pérez Galdós.
Los cristianos católicos somos militantes de la esperanza. Que nada ni nadie nos quite la paz.
Venezuela es una Tierra de  Gracia. Ante sus bellezas, que la hacen país de ensueño, el conquistador le dio ese nombre: Tierra de Gracia. La descripción que hiciera Pérez Esclarín del país fue todo un bello poema.
El educador es el partero del alma. Ha de ver a un niño como lo que es, un tesoro. Verlo con el corazón. Enseñarle para qué es bueno. Esculpir corazones. No estar pensando sólo en la paga.
La vida no se nos ha dado construida. Decidimos qué hacer con ella: o para la cima o para el abismo.
Hay que hacer silencio para encontrarme. Para saber quién soy, cuáles son las cosas importantes. Saber que la vida es un proyecto y una misión. Hay que construirla. Hay que hacer la planificación de uno mismo. Sembrar vida. Sembrar sonrisa. Ser libres para amar y libres para servir.
El amor.
No hay hoy una palabra más manoseada que amor.
Cuando se ama se aprende a decir no y no por ello  dejamos de amar.
Hay incapacidad de amar. Amor no es sentimiento, es querer el bien para el otro o para la otra. Es una decisión que implica coraje, valor, voluntad. No hay que dejar que el amor muera de hambre. Es un manantial. Es detalle y es fuego. Es un permanente estar enamorado. Es buscar que el otro o la otra crezca. Que sea capaz de amar como el o ella ama.
No envanecerse con los títulos para mirar desde arriba a los demás. Formarse constantemente para ser sencillo y mirar hacia abajo. Servir al humilde. El amor se ejerce con servicio. “Dar hasta que duela”, vivir la vida como un regalo para los demás, y encontrar en el servicio la felicidad. Porque la puerta a la felicidad nunca la abre el rencor, la envidia, los celos, la violencia, la maldad. La abren la amabilidad, el esfuerzo, la honestidad, la solidaridad, el servicio, como nos lo recuerda Tagore:
Yo dormía
Y soñaba que la vida era alegría.
Desperté y comprendí que la vida era servicio.
Serví y encontré la alegría.
Contó que una pareja estuvo muchos años de casados y él le enviaba a ella un ramo de rosas rojas cada año. Murió y ese año, también recibió ese ramo. Ella llamó al florista reclamando. El le dijo que su esposo había dejado abierta una cuenta para que siguiera recibiendo ese ramo. Dejó una nota, muy bonita, donde decía que lo hacía por los años felices que vivieron juntos. Le deseaba que encontrara la felicidad, no obstante, lo difícil que fuera. Palabras más palabras menos, todas hermosas.
La fe es creer en Dios, pero es más difícil creerle a Dios.
Vivir sirviendo a los demás.  Jesús nos invita con el Padre Nuestro, que está compuesto de oraciones colectivas. Vivir la vida sirviendo al proyecto de Dios.  Yo voy donde tengo que ir; yo voy donde tengo que hacer; y la felicidad me sigue.
Dedícate a hacer felices a los demás.
La conferencia de este cristiano católico fue un Niágara de cosas bellas y eternas que nos hacen recordar que son más importantes que lo material, que es efímero. La vida no es para la superficialidad ni la trivialidad sino para lo trascendente. Que la vida tenga siempre sentido para amar a Dios y al prójimo como a uno mismo, y a la libertad que nos permite soñar y despertar siempre con la esperanza puesta en un mundo mejor de humanidad, solidaridad, justicia y de paz.

martes, 19 de noviembre de 2013

La solemnidad en radio mensaje de Pío XII

Sólo Jesucristo puede convencer de que la verdadera salvación y felicidad duradera para los individuos como para los pueblos está en la verdad enseñada por Jesucristo (Radio Mensaje 2).
Con valentía, digna de encomio, el 1 de junio de 1941, el Papa Pío XII se dirigía al mundo para celebrar los 50 años de la encíclica Rerum Novarum. Y lo afirmo de esa manera, porque, en medio de la Segunda Guerra Mundial, había que tener valor para pronunciar ese mensaje, que se ocupaba, al igual que la Rerum Novarum y la Quadragésimo Anno, de León XIII y Pío XI, respectivamente, del llamado problema social y las causas que lo generaban.
La Solemnidad a la que se refiere es la de Pentecostés y el ámbito donde se pronuncia, es la plena guerra mundial con tres ejes o partes en conflicto: Roma-Tokio; Francia, Inglaterra, Rusia y luego Estados Unidos. Alemania, con Hitler a la cabeza, era el enemigo a vencer.
Decía, al inicio de su intervención, que “con verdadera complacencia nos servimos el día de hoy de medio tan maravilloso – la Radio – para llamar la atención del mundo católico sobre un acontecimiento digno de esculpirse con caracteres de oro en los fastos de la Iglesia, de la publicación de la encíclica social fundamental Rerum Novarum de León XIII, del 15 de mayo de 1891”.
Reafirmaba el deber y el derecho de la Iglesia en intervenir en el llamado problema social dado que el mismo tiene un conjunto de aspectos morales que no son ajenos al fin de la Iglesia por ser ella la portadora de la revelación divina.
Pío XII desarrolla una doctrina nueva al abordar el uso de los bienes materiales que, habiendo sido creados por Dios, deben estar distribuidos de tal forma que lleguen a todos los hombres, de acuerdo con la justicia y la caridad. La propiedad privada – que el Sumo Pontífice  reafirma – es un derecho sometido a ese derecho primordial y el Estado tiene el derecho y la obligación de intervenir para garantizar esa distribución para todos los hombres.
Afirmaba, con meridiana claridad, que la verdadera riqueza de los pueblos no está en la producción y posesión de la cantidad de bienes que poseen, sino que los mismos, muchos o pocos, estén distribuidos de tal forma que cumpla con el principio de que los bienes han sido creados por Dios para todos.
El trabajo viene a ser el medio para entrar en posesión y uso de los bienes materiales. El Estado ha de velar por el bien común, siempre que sus verdaderos protagonistas no realicen los fines que tiene el trabajo, para dignidad del trabajador, de su manutención y de su familia.
Los católicos desarrollan su obligación y derecho a intervenir en la construcción temporal y material de la sociedad humana.

Cuando en 1958, el Papa Pío XII falleciera, Golda Meir (Ministro de Asuntos Exteriores de Israel) dijo de él lo siguiente: “Compartimos el dolor de la humanidad… Cuando el terrible martirio se abatió sobre nuestro pueblo, la voz del Papa se elevó a favor de sus víctimas… Lloramos la muerte de un gran servidor de la paz”.

martes, 12 de noviembre de 2013

La Cristianización de toda actividad humana en Quadragesimo Anno

“No hay medio más eficaz para restablecer y vigorizar la paz que procurar la restauración del reinado de Jesucristo” Quas Primas.
El Papa Pío XI escribió muchas encíclicas. Creo que pasaron de treinta, siendo muy famosas, Quas Primas, con la que decretó el día de Cristo Rey, y la Quadragesimo Anno, que trata sobre la restauración del orden social y su perfeccionamiento en conformidad con el Evangelio de Jesucristo.
QA – como la denominaré en lo sucesivo – data del 15 de mayo de 1931, con ocasión de los cuarenta años de existencia de la Rerum Novarum, encíclica que publicara el Papa León XIII, antecesor de Pío XI. De allí su nombre en latín que llevado al español significa cuarenta años.
RN – así denominaré más adelante, la encíclica mencionada en segundo término  – vino a defender la situación de injusticia a la que era sometida una nueva clase social: el proletariado. Que sufría las consecuencias de un liberalismo puro aplicado en la economía y que desató la avaricia y la codicia de los empresarios, que devengaban fabulosas ganancias a costa del sufrimiento de niños, mujeres, ancianos y adultos en general que “trabajaban” más de dieciocho horas diarias. Reinaba el individualismo y sus consecuencias nefastas para con los trabajadores, que no eran considerados en su dignidad humana, sino esclavos. RN abordó el problema de los obreros sin pasar por el liberalismo ni por el socialismo.
Con QA se retoman las enseñanzas de León XIII acerca de la capacidad de la Iglesia de intervenir, de manera conciliadora, evitando la lucha de clases interminable, en la solución de los problemas económicos y sociales con oportunas líneas e indicaciones del Magisterio.
A RN la QA la califica de egregia y de carta magna en lo social. Se afirma que con RN nació la Doctrina Social de la Iglesia y el Moderno Derecho Laboral.
Ambas encíclicas podrían diferenciarse, en que, una, RN, abordó el problema obrero en lo social deviniente del capitalismo industrial. Y la QA aborda todo el orden social.
La QA es una encíclica que viene a ser una renovada condena al comunismo; critica éste, al igual que al capitalismo y el socialismo. Al católico no le es dable el ser socialista, lo afirma la encíclica.
El capitalismo salvaje es criticado porque niega el carácter social y público del derecho de propiedad y al igual que el comunismo pueden negar ese carácter de ese derecho. Ni el individualismo ni el colectivismo son buenos.
Ante los diversos males de la ambición y la codicia, de tristes consecuencias, el Papa Pío XI cree en los valores, las virtudes y la doctrina cristiana, poniendo en primer lugar, a Dios. QA viene a ser como una respuesta a la gran depresión de 1929, proponiendo un nuevo orden social y económico, basado en la subsidiariedad.
QA sostiene que a la libre concurrencia  sucede la dictadura económica, que es dominio tiránico ejercido por poderes económicos-financieros que teniendo en manos el dinero, señorean con el crédito, que no dejan respirar a los Estados, dominándolos e imponiéndoles soluciones en beneficio de sus intereses.
Dictadura de consecuencias funestas. Una, la destrucción de la libre concurrencia, porque se ha adueñado del mercado libre y, por consiguiente, al deseo de lucro, ha sucedido la desenfrenada ambición de poderío; la economía se ha hecho horrendamente dura, cruel, atroz.
Otras consecuencias, pueden ser apreciadas de una lectura detenida de la encíclica, que guardan estrecha relación con el llamado “imperialismo del dinero”, por el cual donde se halle éste, allí la patria.

QA habla del salario justo, de contrato de trabajo, de contrato de sociedad; de cómo fijar ese salario para la manutención del trabajador y de su familia; de cómo ese salario debe ser defendido ante los aumentos de precios; de las asociaciones de profesionales, empresarios y trabajadores, que salvado el principio de la función “subsidiaria” haga más firme la autoridad, la eficacia social, la prosperidad de la nación; y habla también del derecho de propiedad privada, que sea honesto, basado en el ejercicio, sin que sea verdadero que su no uso lo haga perecer.

lunes, 4 de noviembre de 2013

La Rerum Novarum respondió a su tiempo

“La concordia genera la hermosura y el orden de las cosas; por lo contrario, de una lucha perpetua necesariamente ha de surgir la confusión y la barbarie” (RN)
Los artesanos habían sido dejados a su suerte y había nacido una nueva era: La Revolución Industrial.
Los artesanos eran sustituidos por una nueva clase, el proletariado, que era vilmente explotada. “Trabajaban” niños, mujeres, ancianos y adultos, más de dieciocho horas al día. No había lugar para el descanso. Se afirma que, el liberalismo, actuaba a sus anchas. La voracidad, codicia, avaricia y usura de los empresarios era desbordada. No tenían compasión con sus semejantes y los trataban como esclavos; lejos quedaba el respeto a la dignidad humana. Era dantesca la cuestión social.
Obviamente, la Iglesia no podía callar ante esa cruda e in-humana realidad, que dio origen a brotes revolucionarios de hombres que, siendo arropados por el socialismo, caían en peores situaciones  laborales. Es, en ese momento, ante los signos de los tiempos, que es publicada la encíclica Rerum Novarum, por el papa León XIII: un viernes 15 de mayo de 1891. Se imponían  cosas nuevas, cambios políticos, que se fundaran en la justicia.
El Papa dejaba patente su apoyo a los trabajadores, pero afirmaba también su apoyo a la propiedad privada, planteando que, las  soluciones a esa grave situación social,  se lograba con la armonía, concordia, entre el estado, los patronos y los trabajadores. La Iglesia tendría un papel conciliador, como garante de la religión y la moral, entre esos sectores.
La Iglesia Católica estaba segura que la lucha basada en el odio contra los ricos, de acabar con la propiedad privada de los bienes, que estos sean comunes, llegaría a perjudicar a las propias clases obreras y a la violencia contra los legítimos poseedores de aquellos. Además, iría contra el derecho natural de poseer algo como propio e iría también contra la naturaleza de las cosas, en aras de una quimérica igualdad social.
No podía ser aceptada la intervención del estado, capaz de ir  a la intimidad de los hogares. Era un grave error, pernicioso, el ir contra la familia.
La Iglesia tenía que defender la libertad religiosa. Buscar que el hombre rescatara la fe en Dios e inculcarle que el cristianismo tiene una fuerza exuberante y maravillosa para lograr que patronos y trabajadores puedan darse un abrazo de amor fraterno, acorde con el ideal de derechos y deberes que enseña el Evangelio. ¿Si esta doctrina informara a la sociedad humana no se acabaría rápidamente toda contienda?
Con la encíclica nace el Moderno Derecho Laboral, el respeto a la existencia de un salario justo y suficiente, a la dignidad de los trabajadores. Se establecía la necesidad de derechos y deberes tanto para patronos como para trabajadores.
La Iglesia no se cansaría jamás de inculcar a todas las clases de la sociedad las máximas vitales del Evangelio; encender en todos, en grandes y humildes, la caridad, que es señora y reina de todas las virtudes; el más seguro antídoto contra el orgullo y el egoísmo del mundo. Porque la caridad es paciente, es benigna; no busca sus provechos; todo lo sufre; todo lo sobrelleva (1Cor 13, 4-7).