martes, 26 de mayo de 2015

Ante la Teología de la Liberación

“La verdad os hará libre” (Jn 14, 6).
Siendo Joseph Cardenal Ratzinger, Prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe – hoy nuestro santo Papa Emérito – publicó, dos Instrucciones contra “las desviaciones y los riesgos de desviación, ruinosos para la fe y para la vida cristiana”: Libertatis nuntius y Libertatis conscientia. Obviamente, contaron con la aprobación del santo Papa Juan Pablo II.
Agradezco, a Alfredo Michelena, su extenso e interesante trabajo periodístico, titulado, Francisco frente a la Teología de la Liberación, publicado, en ZETA, muy cercanamente a la entrevista que, el Pontífice actual, concediera a Raúl Castro, marxista-comunista confeso que, junto a su camarada hermano Fidel, líder de la llamada Revolución Cubana, persiguieran a la Iglesia Católica en la Isla (Párrocos exiliados, fieles perseguidos, sin Navidad ni Semana Santa, porque eran, según ellos, el “opio de los pueblos”) y que es preciso analizar para evitar presuntas y hasta calculadas “confusiones”.
La Iglesia Católica sigue el Evangelio de Jesucristo, que es mensaje de libertad, liberación, olvido y perdón. Está clara de que, en los hombres y mujeres del mundo de hoy, hay “conciencia de la libertad y de la dignidad del hombre, junto con la afirmación de los derechos inalienables de la persona de los pueblos” (Libertatis conscientia No. 1). Advierte siempre sobre seguimientos a corrientes de pensamiento y acción que, en vez de liberar al hombre de esclavitudes, miseria, pobreza, opresión, lo hunden aún más en regímenes basados en concepciones individualistas y colectivistas, en estas últimas, las marxistas que promocionan y ejecutan la lucha de clases, la violencia, el odio, la guerra, la falsedad y la mentira, suprimiendo la libertad y la dignidad del hombre.
La peor de las esclavitudes es la del pecado. La liberación es ante todo liberación radical del pecado. Su fin y su término es la libertad de los hijos de Dios, don de la gracia, creados a su imagen y semejanza. Las múltiples esclavitudes – esas que producen desigualdades hirientes, de una injusta distribución de la riqueza – derivan del pecado e impiden al hombre vivir según su dignidad.
La Doctrina Social de la Iglesia tiene entre sus principios la “opción preferencial de los pobres”; la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium del santo Papa Francisco dedica un capítulo casi entero a la cuestión social y el interés ante ésta de la Iglesia y ubica “en lugar privilegiado a los pobres en el pueblo de Dios” (EG números 197-201; 186-216), respondiendo así, con auténtico valor evangélico “a la opción preferencial por los pobres”.
La Iglesia promueve el diálogo, en sus distintos tipos o matices, y dialoga buscando la paz como valor supremo para el progreso de los hombres y de los pueblos. Lucha porque todos los cristianos asumamos un compromiso de lucha por la justicia, la paz, la libertad, la libertad religiosa, el bienestar espiritual y material, por la inculturación del Evangelio, que es instrumento de Jesucristo, Príncipe de la Paz.

Nota: ZETA del 13 al 21 de mayo de 2015. En ese reportaje se afirma que de haber sido “anatema” – la Teología de la Liberación – pudiera ser reivindicada si se deslastra del marxismo, y que “parece haber tenido un origen ligado a la KGB” (Servicio Secreto de la Unión Soviética), para exportar el comunismo a Latinoamérica “con el auspicio de los Castro”. #TeologíaDeLaLiberacionAcordeConElEvangelioDeCristo

lunes, 18 de mayo de 2015

Cita con la Paz

¡Ofrece el perdón, recibe la Paz!

“Olvido y perdón son…, el nuevo implícito en la audiencia que Francisco brindó a Raúl Castro” (Jurate Rosales)
Leyendo a la directora de la revista Zeta, en su columna El Diario, y su trabajo “Señor Papa, ora pro nobis”, recordé a san Juan Pablo II en su Mensaje de 1997, por la Paz Mundial, titulado, ¡Ofrece el Perdón, recibe la Paz! Al Sumo Pontífice le digo: Francisco ora por Venezuela que recurrimos a vos, no nos abandones.
Si, como creyentes o como Iglesia, no somos capaces de pedir u ofrecer el perdón, nos constituiríamos en la negación del Príncipe de la Paz: Jesucristo, nuestra Paz.
Estamos cerca de grandes cambios globales. Señales hay que, hace poco tiempo, parecían impensables. Este ambiente nos lleva a ser peregrinos de la paz, cada quien desde su posición (Creyentes, personas de buena voluntad, obispos, sacerdotes, diáconos, padres y madres de familia, educadores, políticos, gobernantes, jóvenes…); peregrinaje que tiene por finalidad desarrollar una sólida “cultura de la paz”, obviamente, opuesta a la “cultura de la guerra” o del recurso a las armas como “medio rápido para afrontar problemas” (Mensaje No. 3).
Sueño con la existencia de Escuelas Especializadas de Paz diseminadas por el mundo entero. Las Iglesias tienen mucho que aportar en ese cometido. Formar agentes de paz empezando desde los niños y jóvenes, las futuras generaciones que regirán al mundo.
Se enseñaría la importancia de la reconciliación, del perdón, de cómo curar las heridas causadas por ofensas, guerras, violencia, catástrofes, etc., cómo reincorporar a las víctimas a las sociedades; con enseñanzas teóricas pero  más prácticas que teóricas.
Hay que ver la paz como procesos para lograrla; pero se requiere de un perdón sincero que, a la vez, sea aceptado por quien lo recibe; evitar que las heridas dejen de estar abiertas o dejen de sangrar;  que las ansias de venganza o revancha desaparezcan.
El perdón tiene una lógica, la del amor infinito de Dios. La Iglesia lo proclama a diario y lo ha hecho durante más de dos mil años.
Hay que acoger el perdón cordial. Hay que concientizar el Padre Nuestro, no recitarlo mecánicamente.
El perdón es un acto de gratuidad; se funda en el amor; pero tiene exigencias: el respeto de la verdad. Sólo Dios es la verdad absoluta. La verdad evita la mentira y la falsedad, que llevan a la desconfianza, sospecha y divisiones. Tenemos que la corrupción y la manipulación ideológica son contrarias a la verdad. Otra exigencia, esencial para que el perdón triunfe, lo mismo que la reconciliación, es la justicia, que tiene su fundamento último en la ley de Dios y en su designio de amor y de misericordia sobre la humanidad (Dives in misericordia 14) (Mensaje No. 5). #ElPerdonEsEncialParaLaPaz
Seamos, como lo dice San Francisco, instrumentos de paz. Encontramos apoyo, como católico que soy, en la Sagrada Escritura, en la Doctrina Social de la Iglesia, en el Magisterio de la Iglesia, en declaraciones universales, en constituciones, leyes, organismos nacionales e internacionales que trabajan por la paz. “Bienaventurados los que trabajan por la paz” donde quiera que se encuentren, que, saben que es difícil su logro pero no utópico ni imposible. Por la paz vale la pena todo esfuerzo. #SerInstrumentosDePaz