miércoles, 29 de julio de 2015

La fraternidad se hace indispensable en el mundo presente

“La sociedad cada vez más globalizada nos hace más cercanos, pero no más hermanos” (Benedicto XVI, Caritas in veritate, 19).
La globalización no cuenta, entre sus aspectos positivos, a la hermandad. Las desigualdades sociales y económicas aumentan; la pobreza y la injusticia le acompañan. No puede ser de otra manera.
Una persona honesta, competente, de buena fama en esta sociedad, afirma que siempre han existido y existirán. De acuerdo; pero, si siguen avanzando, a extremos de que para el subcontinente latinoamericano, 208 millones de personas están a punto de regresar a la pobreza, la situación será cada día más explosiva. No importa talentos, el ser buenos trabajadores, eficientes! Para fuera ya!
Brilla la cultura de la indiferencia ante lo que sucede. El descarte se extiende, ya no sólo a viejos, niños, sino a jóvenes que no tienen oportunidades de ingresar a empresas para optar a un trabajo digno y bien remunerado. Indudablemente tiene razón, Francisco, al plantear en “Laudato si”, ecología integral, que abarque dimensiones humanas y sociales (No. 137).
La convivencia “se parece cada vez más a un mero do ut des pragmático y egoísta” (Francisco, 1 de enero de 2014, Primer Mensaje suyo por la Paz). No puede ser de una manera distinta.
Poco importa la suerte del hermano. Parece que Caín reapareciera para asesinar a su hermano, Abel.
Jesús quiere recordarnos, en todo momento, que “somos hermanos” (Mt 23, 8-9).
No puede haber paz sin fraternidad. Es causa de pobreza. Ella es fundamento y camino hacia la paz.
Según Pablo VI debe reinar, no sólo entre las personas sino también entre las naciones. La paz es “desarrollo integral de los pueblos” (PP); para Juan Pablo II es “opus solidaritatis” (SRS).
La igualdad de oportunidades, que es de corte liberal, no se logra con una injusta distribución de la riqueza. La excesiva desigualdad en su distribución, lleva, de manera urgente, a definir y aplicar políticas que la atenúen.
Cristo nos enseña a servir, porque el servicio es el alma de esa fraternidad que edifica la paz (Francisco)
Sin amor a Dios no hay fraternidad, ni solidaridad.
Seamos fraternos si queremos un mundo mejor que el actual. Ni con el muro de Berlín, ni el que asoma Donald Trump en la frontera Mexico-Texas como se atenúan o se solucionan los problemas socioeconómicos en paz. El primero fue derrumbado y el segundo, ¿Qué suerte correrá?

miércoles, 15 de julio de 2015

La reconciliación, camino hacia la paz

“Para todos los hombres y mujeres de buena voluntad de Venezuela y del mundo entero”
Varias veces me he preguntado sí soy prudente y oportuno, escribiendo, casi que a diario, sobre la Paz y su necesidad urgente. He recordado al apóstol Pablo que decía hay que anunciar la Palabra de Dios a tiempo y a destiempo. La Paz es un don de Dios. He querido saber cuál es la naturaleza de esta presencia escritural y, también, me he respondido: Una cátedra de educación para la paz.
La acción del Espíritu Santo me puso, aún más, en ese camino, cuando ese hombrecito grande, sencillo, santo y sabio, Monseñor Ubaldo Santana, me juramentó Presidente de la Comisión Arquidiocesana de Justicia y Paz, y juramentó, también, a Gustavo Ruiz y a Kenia Sánchez, Vice-Presidente y Secretaria, respectivamente, de ésta Comisión, creada por el Arzobispo de Maracaibo. La que ha contado con la sabia asesoría permanente de los Diáconos César Montoya y Jorge Monsalve.
Ese camino de educar para la paz “no es una empresa pequeña ni tampoco fácil” (Pablo VI, 1975); pero vale “una misa en Paris”  recorrerlo.
La Paz requiere de una acción continua, en todo momento saber engendrar la paz, hacer la paz. Venezuela no quiere seguir llorando cada vez que un hijo se le va. Desea ver a sus líderes de gobierno, oposición, a ti y a mí, propiciando la reconciliación, el camino hacia la paz. Quiere hechos desinteresados, de amor por el país, de unidad nacional, de hermanos tomados de las manos… no quiere seguir escuchando amenazas de tomas de armas para defender lo indefendible porque contra la verdad no hay defensa con posibilidad de éxito alguno. La llamada “revolución” presenta un balance negativo inquietante para nacionales y extranjeros. Venezuela es hoy preocupación permanente de buena parte del mundo, por no decir del planeta entero.
Tengamos fe y esperanza. Dios actúa en la escena de la historia donde cambian los hombres y las cosas también, es decir, “las cuestiones, de cuya equilibrada solución depende la convivencia pacífica entre los hombres” (Pablo VI).
Interioricemos la paz en nuestros corazones. Es verdadero humanismo, verdadera civilización, en palabras del hoy Beato, Pablo VI, el hombre que hizo posible el Concilio Vaticano II, ya que San Juan XXIII, en acto de valentía para renovar la Iglesia, sólo pudo convocarlo. Digamos NO a las armas. Hay que convertirlas en instrumentos de arados de la tierra. NO a la violencia. Amemos la vida. Amemos al prójimo. Amemos la Paz, la justicia, el derecho, y el bien común.
Cristo es la Paz. El es el principio de la reconciliación (Fil 4, 7).