lunes, 29 de abril de 2013

La Evangelización de la cultura


Cuando fue aprobado el Concilio Plenario de Venezuela, que, después de la evangelización de esta “tierra de gracia”, hace 500 años, ha sido el acontecimiento más trascendental de la Iglesia Católica en este país, ésta aprobó una nueva evangelización de la cultura actual que, entre sus características, está la de la increencia. Un método que viene siguiendo nuestra Iglesia, y que ahora profundizará en él, en el Año de la Fe y de la Nueva Evangelización aprobados por mandatos del Papa Benedicto XVI en octubre 2012, que es el de Ver, Juzgar y Actuar.
Con ese método, que  los católicos – que somos Iglesia – debemos aprender y dominar, para llevar el Evangelio a todos, se realiza un análisis pastoral de la realidad venezolana, partiendo de la primera evangelización efectuada por los misioneros que vinieron con los conquistadores, hasta llegar a los actuales momentos; se juzga esa realidad con la iluminación teológico pastoral; y se actúa, asumiendo desafíos y orientaciones pastorales.
La realidad cultural es global y compleja, y el Concilio Plenario la asume tal como la desarrollan GS, Puebla 837 y Juan Pablo II, como la relación de los hombres y de los pueblos con la naturaleza y sus hermanos, con ellos mismos y con Dios, a fin de lograr una existencia plenamente humana.
La Iglesia al juzgar la memoria histórica ha logrado comprobar que, no obstante los avatares contenidos en esa memoria,  el sustrato católico continuó vivo. La Iglesia vivió en esos tiempos, el exilio de obispos, expulsión de sacerdotes y religiosos, cierre de seminarios y congregaciones.
He de destacar que ese sustrato católico venezolano se fraguó en el largo período anterior a la aparición del petróleo. Sobresalió la religiosidad popular venezolana con toda su belleza.
La Iglesia sabe que la renta petrolera, en lo atinente a sus bondades, no ha logrado fraguar una economía social más justa y equitativa, favoreciendo un cierto facilismo que socava los valores del trabajo, solidaridad, austeridad, constancia y la búsqueda de autonomía, valores que han sido virtudes tradicionales del venezolano.           
Nos encontramos hoy con una movilidad social estancada, por decirlo de alguna manera, y un Estado centralista, dispendioso, ineficiente, paternalista, repartidor de bienes y servicios, incapaz de generar una cultura más positiva de participación de empleo y de trabajo positivo. También con una alarmante fragilidad institucional.
La increencia la podemos constatar con el sincretismo religioso.
A grosso modo, he expuesto como la primera parte del método se expresa, y los núcleos problemáticos que emergen de esa memoria histórica.
Hay que juzgar esa realidad, partiendo de la consideración de Cristo Jesús como modelo de humanidad plena, verdadero mediador entre Dios y los hombres. Jesús ilumina acerca de los principios y criterios de la inculturación y de la evangelización de las culturas, de una Venezuela pluricultural.
Esa inculturación del Evangelio, que debemos realizar los católicos, supone el reconocimiento de los valores evangélicos que se han mantenido más o menos puros en la actual cultura, y el reconocimiento de nuevos valores que coinciden con el mensaje de Cristo (SD 230).
Evangelizar la cultura significa para la Iglesia “llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad, y con su influjo, transformar desde dentro, renovar la misma humanidad, en tiempos del Papa Francisco, del Año de la Fe y de una Nueva Evangelización, que caminan hacia un nuevo humanismo cristiano en capacidad de transformación del mundo” y, obviamente, de Venezuela y de su alejamiento, en muchos sectores, de Dios, de negación de Él, incluso.
No hay que tener miedo que inhiba o limite en la obra de entrega a una nueva evangelización. Es tiempo de desafíos para denunciar el empobrecimiento de la población y de la concentración hegemónica de la economía. Tiempo para luchar por un desarrollo humano integral y sustentable. Tiempo para la denuncia de una globalización sin rostro humano. Tiempo para la defensa de la igualdad de las culturas nacionales ante una globalización que pretende barrerlas.
Son muchos los desafíos de la Iglesia y las orientaciones pastorales pertinentes. No tengamos miedo para defender la dignidad  humana, la libertad, la justicia, la solidaridad y la paz. Anunciemos a Cristo en la vida cotidiana y particularmente en aquellos ámbitos donde se diseñan, comunican y organizan las matrices culturales. Es un hermoso reto a encarar con la ayuda del Espíritu Santo que siempre ha acompañado a la Iglesia que fundara Cristo.

lunes, 15 de abril de 2013

50 años de la paz en la tierra


     “Nada se pierde con la paz; todo se puede perder con la guerra” Pío XII
     Decía Angelo Giuseppe Roncalli que a él no le preocupaba su condición de anciano, pues era del criterio de que para el honor de un hombre bastaba con haber concebido una empresa, haber pensado, ideado, iniciar algo. Afirmaba, también, que no hay que preocuparse de sí mismo y de quedar bien. Le agregaría: hacer las cosas poniendo lo mejor de nosotros en ellas.
     Teniendo casi 77 años fue electo Papa, adoptando el nombre de Juan, en honor del evangelista, y se le conoce, por sobradas y justificadas razones, el Papa bueno. Fijémonos que tenía un año menos que Benedicto XVI y uno más que Francisco cuando fueron elegidos Papas.
     La ancianidad no constituyó óbice alguno para escribir ocho encíclicas y convocar, como lo hiciera, el Concilio Vaticano II, que se le consideró un nuevo Pentecostés, de vigencia plena para la transformación de la Iglesia y su base doctrinaria. Y eso  que “era de transición”.
     Su humor respondía a su fina inteligencia. Una vez le preguntó un periodista qué cuantas personas trabajaban en El Vaticano y respondió: aproximadamente un cincuenta por ciento.
     Las encíclicas más importantes que publicó fueron: Mater et Magistra y Pacem in Terris (La Paz en la Tierra).
     Pues bien, la última de las antes mencionadas, ha cumplido el 11 de abril recién pasado, 50 años.
     Su Santidad el Papa Francisco me hace recordar a Juan XXIII. Sus  actos están llenos de imágenes y de simbolismo, ambos de buen humor, de sencillez, y de sabiduría. Si el Papa bueno dejó su impronta renovadora o revolucionaria en la Iglesia, Francisco camina en esa dirección.
     Francisco nos ha hecho recordar a Pacem in Terris diciendo que este aniversario “sea un incentivo para comprometerse siempre más en promover la reconciliación y la paz a todos los niveles”.
     Ayer, el 11 de abril de 1963, estaba en vilo la paz en el planeta con la amenaza de los misiles entre URSS, USA y Cuba, de una guerra nuclear. A Juan XXXIII no le tembló el pulso para dictar esa encíclica. Hoy, el asunto es grave, con la situación guerrerista nuclear de Corea del Norte. USA y Corea del Sur. Tiene vigencia la encíclica.
     Yo estructuro una consigna: SI a la VIDA, NO a la guerra.
     La paz no es utopía, es posible. Ya basta de violencia.
     Jesús nos dice: “la paz les dejo, mi paz les doy. No como el mundo  la da se la doy yo”  (Jn 14, 27)

lunes, 8 de abril de 2013

La luz de los pueblos a través de la Web

"World Wide Web" se refiere a la navegación por internet, la página Web, como, ya, comunmente, se le conoce. No estar en la red Internet es "casi" no estar en el mundo. Son las redes de ordenadores o computadoras conectados entre sí, por el planeta tierra.
Decir no tengo correo electrónico, o no se chatear, es ser visto como un ser humano anclado en el atraso.
Consciente nuestra amada santa Iglesia, de la realidad de la sociedad de la información, desde los inicios del avance tecnológico de los medios de comunicación social (los rediomensajes de Pío XII han de ser recordados siempre), no se quedó en el pasado, y, de inmediato, pasó a tenerlos. En Maracaibo, para no ir muy lejos, La Voz de la Fe, a través de la radio en AM, camina hacia su centenario de existencia, amén de otros medios impresos y televisivos que, caminan. También están en la Web.
Hoy la Iglesia consciente cada día de la penetración de los mcs, que, algunos dicen están en pañales en cuanto a desarrollo se refiere, se ha propuesto, firmemente,  llevar la Palabra de Dios por Internet. Benedicto XVI, nuestro santo Obispo Emérito, dio la pauta con su presencia en la red y Francisco, nuestro santo Papa, continuará.
Llevar la Palabra de Dios al mundo, en este tiempo del Año de la Fe y de la Nueva Evangelización, es proceder de conformidad con la Constitución dogmática Lumen Gentium, luz de los pueblos. Es transmitir el Evangelio de Cristo por Internet, léase, por YouTube, o Facebook, o por una página Web.
Todos los cristianos católicos, encabezados por los sacerdotes consagrados, desde la Jerarquía Eclesiástica, los religiosos y los fieles laicos, debemos navegar por la red de Internet a diario, inculturizando a una sociedad que, en buena medida, se ha alejado de Dios, cayendo en relativismo moral y en secularización.
Cristo es luz que navega a través de imágenes. El es el primer gran comunicador. No olvidemos que, todos, que somos Iglesia, no debemos olvidar la Palabra y el contacto personal, en especial con los más necesitados, teniendo en primer término a los pobres. La opción preferencial de la Iglesia son los pobres.
Con Internet y con el contacto personal, con la Eucaristía, estaremos en las mejores condiciones de ir por el mundo a llevar la Buena Noticia, en esta sociedad de información desmedida, que necesita de valores cristianos con urgencia.