Dedico estas
notas a Alba Marina Vergara Ruiz, mujer cristiana católica, comprometida con
Dios, que es amor.
Durante los
días 3, 4 y 5 de mayo, de este año que corre velozmente, se celebró en
Lagunillas, Mérida, un encuentro de católicos, titulado, La animación bíblica
de la pastoral, organizado por la Escuela Provincial de Animadores Bíblicos de
la Pastoral (EPABP), Diócesis de El Vigía San Carlos del Zulia, Secretariado
Diocesano de Catequesis, Animación Bíblica de la Pastoral, Venezuela, Provincia
de Maracaibo y la CEV.
En ese
interesante evento, donde se hizo énfasis en lo de pastoral bíblica orgánica
que, fundada en la Palabra de Dios, es savia de las ramas que forman el cuerpo
(la Iglesia) y que corre por el tronco de éste, se abordó, entre otros temas,
el de la globalización y sus efectos.
La sociedad
postmoderna “está determinada por la globalización y el secularismo, realidades
innegables” (DA, 60- 61; 64; 67). Este último, “debilita el sentido de Dios y
su providencia, pues destruye los referentes religiosos de la existencia. Sin
embargo, la sociedad secularista no es capaz de destruir la búsqueda del “sentido
de la vida” ni de trascendencia del ser humano que cada vez se satisface al
margen de las instituciones religiosas” (DA, 47), que elude el dolor, el
sacrificio y se esmera en la inmediatez de los logros personales.
Consecuencia
de esa desvinculación, es por lo que estamos en presencia de un católico bastante
indiferente a la conducción de los pastores, y ese indiferentismo va más allá.
Se trata de un hombre o una mujer
individualista, sólo o sóla, no obstante los poderosos medios de comunicación,
viviendo como autista, importándoles
poco la sociabilidad y las relaciones personales.
En Mérida,
una distinguida dama, en casa de una no menos distinguida familia, amiga de
quienes animan un club de amigos de por vida, que se reúnen anualmente para
celebrar la amistad, me decía que, no obstante los efectos positivos de la
globalización, estos no han sido los de amistad, fraternidad, de contacto
personal con Dios, con la familia, con los vecinos, con los amigos y con la
sociedad, ni los de favorecer la economía de los pueblos y de los trabajadores,
y que se han concretado a beneficiar, sin normas algunas, ni ética, a las
finanzas de grupos poderosos y MCS, que atienden los intereses de éstos. Me
hizo saber su preocupación de los jóvenes sin futuro, que se gradúan y no
encuentran trabajo. Ella reside en Sevilla, Andalucía, España.
No creo que
la distinguida dama, gran amiga de esa familia, ande lejos de la realidad
actual, y su opinión yo la comparto a plenitud. La globalización necesita con
urgencia de un rostro más humano y de un poderoso estado de Derecho
Internacional que garantice un mundo de religiosidad, de amor, paz, pan y de
justicia.
Hay cosas que
no se compran ni se venden: el amor y la compañía personal que permite
conversar, dialogar, apreciar la belleza de la vida. Ella recuerda con alegría
– las guarda – las cartas de sus amores.
Nos
despedimos con un abrazo como si nos hubiéramos visto toda la vida y rogamos a
Dios que algún día podamos tener la dicha de encontrarnos de nuevo. Lo mismo
espero con la familia merideña donde
pernoctamos. Nos trataron como familia.
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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo