lunes, 19 de diciembre de 2011

Václav Havel un intelectual metido a político

“Un secreto. – Un secreto, a voces: estas crisis mundiales son crisis de santos. - Dios quiere un puñado de hombres “suyos” en cada actividad humana”. Josemaría Escrivá de Balaguer, en Caminos número 301.
Y en la Política – deseo escribirla siempre con mayúscula – es donde más se impone la santidad, porque siempre las sociedades estarán regidas por gobernantes. Y un gobernante es político, así lo nieguen sus ejecutorias o la negación que esgrima de no ser político.
Para “rescatar a los políticos y a la política del “contexto sospechoso” y a la política del contexto sospechoso”, de “fondo sospechoso”.
Y en unión con lo expuesto en el anterior párrafo, “hay que regenerar a los partidos políticos y revisar su relación con el poder económico”.
“En la actualidad y a nivel mundial, parece que la economía y la industria financiera se imponen a los políticos y no viceversa”.
“Un político debe regir el comportamiento de la economía y las finanzas. Un buen político debe imponer, debe influir en la sociedad, liderarla, proponer las prioridades y, si los ciudadanos le votan, ejecutarlas con responsabilidad”; pero un político debe anteponer sus intereses personales a los de los ciudadanos.
Hay “decenas de personalidades, en muchos países, que podrían ser políticos excelentes. Pero los partidos no les apoyan porque prefieren a sus propios cuadros, aunque no sean los más aptos”.
“Faltan los Helmut Kohl, Francois Mitterrand, sugiero. Es más faltan…, verdaderas personalidades. Winston Churchill, Charles de Gaulle, que seguían su idea aunque esta no fuera popular a corto plazo. Estos políticos llegaron a tener autoridad y respeto, y, al final, incluso apoyo. Eso es lo que falta hoy”. No que estén pensando en popularidad y en próximas elecciones.
Políticos “que rechacen la dictadura de los medios de comunicación, cada vez menos serios”. Y que aborden el por qué del “abismo que se abre entre los políticos y el pueblo”. Capaces de actuar contra “la presión del poder económico y financiero”. Que “no toleren dictaduras de ningún tipo”.
Un hombre que no ansió “ser político profesional”, que siempre actuó políticamente como ciudadano hasta tener que aceptar ser presidente, para evitar que quienes creían en él no se desilucionaran. Que como presidente comprendió que cometió “un error enorme”: el haber entregado la economía a los economistas.
Se trata de un hombre que acaba de fallecer: Václav Havel.
Un intelectual abocado a la política y a la historia, consciente de lo absolutamente increíble de su destino. Que creyó que su vida era “como una especie de error de la historia”, que le llevó a estar casi 14 años en la presidencia de su patria checa, tras la caída del comunismo.
Las notas de este trabajo, las que aparecen entre comillas, las he tomado prestadas de Un político debe regir la economía, de la periodista Monika Zgustova, publicado en El País, del 18-12-11, de declaraciones emitidas por Havel en 1989.
De Zgustova es este criterio: “Sin un presidente de la talla ética de Havel, la escala de valores del pueblo checo hubiera sido, sin duda, mucho más indefinida y desdibujada”.
Václav Havel fue uno de los dirigentes europeos más respetados por su defensa de la libertad y de los derechos humanos.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Benedicto XVI y su valentía


“Será como un árbol plantado junto al río, que da fruto a su tiempo y su fronda no se marchita, en todo lo que hace prospera” (Salmo 1).

El Santo Papa, por encima de dificultades, donde los achaques de salud no están ausentes de un hombre de 84 años de edad, actúa, fijando posiciones al crisol del evangelio de Jesucristo, con apego a la verdad. Es notoria su valentía, como en su tiempo, la tuvieron los apóstoles seguidores de Cristo, los profetas y los mártires de la Iglesia.

Podemos constatar esa valentía, expuesta en un resumen de las visitas de Benedicto XVI a España, Alemania y África efectuadas en este año que fenece.

El resumen emana de EFE, Ciudad del Vaticano del 6 de diciembre.

A los jóvenes en España les dijo: “no tengan miedo, ni complejos de proclamar lo que son”, pero les advirtió que “no se puede seguir a Jesús sin seguir a la Iglesia”.

Para el Sumo Pontífice, los jóvenes no se deben dejar dominar por un entorno que pretende “excluir a Dios y en el que tener o el placer a menudo son los principales criterios por los que se rige la existencia”.

Yo siempre he pretendido enseñar sosteniendo que el ser es más importante que el tener y bajo ese ritornelo, levanté a mis hijos. El hombre debe amar a Dios por encima de todas las cosas, con todo su ser, con el alma, el cuerpo y el espíritu, darle sentido a su vida haciéndola trascendente. No volcando su corazón hacia las riquezas.

En su defensa de la verdad condenó el relativismo que “desprecia la búsqueda de la verdad”. Yo sostengo que es mejor importunar con la verdad y no halagar con la mentira. Esta destruye. Es preferible, callar, y no decir mentiras. ¡Ojo! no existe mentira piadosa.

Al matrimonio hay que defenderlo. Nuestro Señor Jesucristo – hay que estar apegado a la Santa Escritura – nos dice: “¿No han leído que el Creador, desde un principio los hizo hombre y mujer?”, y dijo: “por eso el hombre dejará a su padre y a su madre, para unirse a su mujer, y serán los dos una sola cosa”. Así pues, “lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre” (Mt 19, 3–12). En esto, se basa, la indisolubilidad del matrimonio que, el Santo Papa expusiera ante la dura crítica de laicos, entre ellos colectivos de homosexuales, en España.

Comparto el criterio papal de que el sida es “sobre todo, un problema ético”.

La esperanza para el hombre está en el cristianismo y no en el marxismo ni en la ideología del progreso. Afirmó, recordando, en ese sentido, a Juan Pablo II.

Sus fuertes discursos en Alemania, la tierra del protestantismo, donde ensalzó a Martín Lutero (1483 – 1546), y donde hizo nuestra una pregunta que se hacía el fraile agustino, “¿Cómo se sitúa Dios respecto a mí, cómo me posiciono yo ante Dios?”, conllevaron una dura autocrítica – muy valiente – mediante la cual afirmó que “la Iglesia tiene que despojarse de su riqueza terrenal y poder político”, y de que los daños no vienen de sus adversarios “sino de los cristianos tibios”, asegurando que un agnóstico está más cerca de Dios que esos “fieles de rutina que sólo ven en la Iglesia el boato, sin quedar tocado por la fe”.

Como Ratzinger no da puntada sin dedal y apunta siempre más allá, dijo a los africanos que no teman a la modernidad pero que no caigan en la “sumisión incondicional a las fuerzas del mercado o de las finanzas”.

Podríamos terminar estas notas, invitando a la comunidad eclesial católica – léase, universal – a leer ese resumen e internalizarlo cuando se acerca el Año de la Fe y de la Nueva Evangelización: “2012-2013”.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Esta noche vendrán por tu alma

“No se gloríe el rico de su riqueza, quien quiera gloriarse que se gloríe en saber que Jesús es el Señor” (Jer 9, 22 – 23)
Hay pasiones humanas que desbordadas producen desastres. El mundo actual lo evidencia.
En el elenco de esas pasiones figuran de las manos la avaricia y la codicia.
Nada más propicio que hacer del conocimiento lo que se entiende por cada una de ellas.
Así tenemos que por avaricia conocemos el afán excesivo de poseer y de adquirir riquezas para atesorarlas y por codicia, que es su hermana, el afán excesivo de riquezas.
Me intereso cada día más por los estudios de la Historia de la Iglesia. A ella tenemos que acudir en estos tiempos de Adviento, para conocer nuestras raíces cristianas, los orígenes del cristianismo y la vida de nuestros mártires, el testimonio de vida de ellos, de la primera comunidad cristiana, de los padres de la Iglesia y de los pensadores cristianos.
Uno de esos pensadores, de erudición fuera de serie, nacido allá por el siglo III d. C., en Atenas, lo fue San Clemente de Alejandría.
Era tan culto este obispo, que sembró profundas raíces en Egipto, que, en sus obras, hay 350 citas de clásicos griegos, 1500 del Antiguo Testamento y 2000 del Nuevo testamento.
Acudo a una de sus obras, El valor de las riquezas, para tratar de exponer este espinoso y vigente tema de la avaricia o codicia que tiene en vilo al planeta con amenazas de ruina económica o financiera, con sus secuelas lamentables de carácter socio-económica-políticas y de ingobernabilidad.
Dice este santo sabio que el rico no debe tirar a la borda su hacienda ni mucho menos venir alguien a destruírsela o arrebatársela.
San Clemente quiere que el ser humano destierre de su alma la primacía de la riqueza, la desenfrenada codicia y fiebre de ella…, espina de la vida, que ahoga la semilla de la verdadera vida. El aboga porque la persona humana tenga lo necesario para vivir porque, según su criterio, es ineludible e imposible que quien carezca de lo necesario para vivir, no se turbe de espíritu y se distraiga de lo más importante, con intento de procurárselo cómo y dónde sea.
Lo necesario, es difícil de precisar, cuando una economía se disloca y la inflación la enferma. Se afecta a todo el tejido social; pero, no obstante, es necesario, dejar sentado, como principio, lo necesario, que es decir “más vale poco con justicia que muchas ganancias injustas” (Prov 16, 8).
Cualquier desprevenido lector podría interpretar cuáles son esas ganancias injustas y las acciones que las generan, y para ayudarle un poco podría decirle algunas, el irrespeto por el sagrado derecho de la vida (secuestros, cobro por abortos, matar con drogas, matar para robar…), la corrupción pública y privada, vender por carne de primera la que es de segunda o alterar los pesos y medidas, el armamentismo… Hagan el catálogo y lo publicitan como pecados sociales.
La riqueza debe estar al servicio de la trascendencia, de la solidaridad, de la educación y cultura de un pueblo, de acabar con el hambre en la tierra, por el logro de la paz y la justicia, por la erradicación de la miseria…
Jesucristo le dice al avaro o codicioso: “necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? No es rico para con Dios (Lc 12, 16- 21).