viernes, 22 de marzo de 2013

No temáis


Releyendo a Mahatma Gandhi, para mi un santo, en Palabras para la paz, en el capítulo 6, la recomendación es ¨no temáis¨. Es el título de parte de ese libro suyo.

Su introducción: ¨Cuando un ser humano tiene miedo, revela que ha perdido la fe en Dios¨.
Jesús, siempre nos aconseja que no tengamos miedo y que tengamos fe.
El miedo puede asaltar a toda persona. Es normal. Anormal es cuando paraliza.
Hay que actuar, aceptando la fragilidad y debilidad humana, y afirmando, con San Pablo, que cuando soy débil es cuando soy fuerte. No soy yo quien vive en mi, es Cristo, y todo lo demás es basura. A Pablo nada lo detuvo.
En su pasión, Jesús tuvo miedo, como hombre que también era, y le pidió al Padre que si en sus manos estaba que apartara ese cáliz... y, aceptó, no obstante, el martirio por nuestra salvación, dando su vida en cruz, como prueba de su amor para con nosotros.
Cristo no aceptó la violencia.
Gandhi, siguió en su lucha la no violencia, como principio filosófico, ley y aliento de su vida.
El sostiene: "... no ha existido todavía, ni existirá jamás, una sola persona que pueda intimidar a otra cuyo corazón esté libre de miedo. ¿Por qué el hombre valeroso no puede ser intimidado? Observaréis que Dios está siempre de parte del valeroso. Por ello, temásmolo solo a él. Cualquier otro miedo se desvanecerá por sí solo".
A Jesús Dios le dio la gloria

A Jesús.

lunes, 18 de marzo de 2013

La Iglesia Católica y su opción preferencial: Los pobres


“…, es la expresión de la universalidad de la Iglesia, que no conoce distinción alguna de raza y de clase, puesto que todos nosotros somos uno en Cristo”.  Benedicto XVI, el custodio de la fe.
Cuando León XIII dicta la encíclica Rerum Novarum (Finales del siglo XIX), “la teoría política dominante trataba de promover la total libertad económica con leyes adecuadas o, al contrario, con una deliberada ausencia de cualquier clase de intervención… ya se veía claramente la gravísima injusticia de la realidad social…” (CA No. 4). “El capital, con una nueva forma de propiedad, y una nueva forma de trabajo, el trabajo asalariado, caracterizado por gravosos ritmos de producción, sin la debida consideración para con el sexo, la edad o la situación familiar, y determinado únicamente por la eficiencia con vista al incremento de los beneficios” (CA No. 4).
El hoy Beato, el Papa Juan Pablo II, es el autor de lo antes expuesto, en su encíclica Centessimus Annus, publicada en homenaje a la RN, del Papa León XIII.
Se sintetiza el final del siglo XIX, afirmándose que, lo dantesco de la realidad social, donde habían niños esclavos, era la consecuencia, entre otras causas, de “la acumulación de las riquezas en manos de unos pocos y la pobreza de la inmensa mayoría” (CA).
No tengo duda en seguir a León XIII, en sostener, que “la paz se edifica sobre el fundamento de la justicia”. Es el contenido esencial de su encíclica. Y así, lo ratifica Juan Pablo II que, en mi criterio sabía el por qué de las guerras mundiales y de la instauración del comunismo, del llamado socialismo real, fundado en el marxismo. El contribuyó poderosamente a que cayera, sin un tiro, la URSS.
Hoy la realidad social, de empobrecimiento masivo a escala planetaria, está viendo el maridaje de comunismo-capitalismo, y, donde, algunas élites, “comunistas” están obscenamente enriquecidas, no importándoles un bledo que los pueblos sean sojuzgados, con el cercenamiento de la libertad, de la dignidad y de sus asociaciones. Les interesa engrosar sus beneficios o sus ganancias.
Yo soy un convencido a plenitud, que la Doctrina Social de la Iglesia, es idónea para “indicar el recto camino a la hora de dar respuesta a los desafíos del presente” y, por ello, se impone una Nueva Evangelización, o sea, el anuncio de Cristo, en aras del desarrollo humano integral. Hay que decir, siguiendo a Juan Pablo II que “no existe verdadera solución para la cuestión social fuera del Evangelio” (CA No. 6).
Hay que criticar, como lo hizo León XIII, a las ideologías sociales y económicas, socialismo y liberalismo, que hoy se dan las manos para explotar al hombre, con ilusorias promesas de un futuro mejor.
Es obvio, que, para nuestra amada Iglesia, la opción preferencial sean los pobres y a ellos dedica su constante preocupación y dedicación, no puede ser de otra manera. Así lo quiere Jesús. No pueden ser dejados solos, en indefensión, ante lobos poderosos que actúan en concordancia con aquello de que el hombre es el peor lobo del hombre.
No puede aceptar la Iglesia un sistema político-económico que no respete la libertad del hombre, de su derecho a tener una vida digna, justas ganancias, justo salario, él y su familia. El Estado ha de ser interventor para evitar desigualdades hirientes, promotor de un desarrollo humano integral, donde Estado, empresarios y trabajadores se den las manos en beneficio de todos y de la necesaria paz social.

martes, 12 de marzo de 2013

La educación cristiana es prioritaria


Con cariño eterno dedico estas notas a Monseñor Domingo Roa Pérez.
Si algo tenemos que tener claro, es la importancia de la catequesis. La enseñanza de la religión no es una simple información, es mucho más que eso. Es una forma de enseñar a vivir la vida… Los alumnos tienen que tener los medios a su alcance para poder conocer el cristianismo. Palabras más, palabras menos, del santo Papa Emérito, Benedicto XVI, cuando era Cardenal (La sal de la tierra).
Nosotros los católicos debemos leer con detenimiento la declaración Gravissimum Educationis, emanada del Santo Concilio Vaticano II, en estos tiempos del Año de la Fe y de una Nueva Evangelización, para tener en la conciencia el por qué es prioritaria la educación cristiana.
Su importancia es decisiva en la vida del hombre para su influjo en el progreso social actual.
Y es que la educación es tanto para niños, jóvenes y adultos. Nunca es tarde para aprender, emprender y progresar. Con la educación se logra una participación más activa en la vida social y en especial en la economía y en la política.
Hoy tenemos que aprovechar, en positivo, los medios de comunicación social, para educar y evangelizar, y para educarnos también.
La educación se enmarca en los derechos primarios de los hombres, y sobre todo de los niños y de los padres. Es un asunto del cual los padres no se pueden desentender o desligar. Es de sumo interés para ellos, el estar pendiente de la educación de sus hijos.
En la declaración mencionada, que versa sobre la educación cristiana, a la Santa Iglesia “le toca también una parte en el progreso y en la extensión de la educación”. Ella lo ha entendido así, tanto ayer como hoy. Basta con observar su presencia en el campo educativo.
La educación es un derecho humano fundamental que busca la verdadera libertad, para superar obstáculos con valor y constancia de alma.
La educación cristiana, insisto, es prioritaria, porque no sólo busca la madurez humana, sino que los bautizados se hagan en el día a día más conscientes de la fe en Cristo y estén en condiciones de promover la elevación cristiana del mundo, del actual que, como nunca, necesita del anuncio de Cristo.
La Iglesia se vale de muchos medios para cumplir esa función de educar. Per se, ella es educadora en la santa Eucaristía a través de la Liturgia de la Palabra; pero utiliza otros medios, tales como los de comunicación social (Facebook, twitter, entre otros, de internet o redes sociales), de grupos culturales, deportivos, asociaciones de jóvenes, escuelas, liceos, universidades e institutos. Yo desearía ver más extendidas las escuelas bíblicas parroquiales, institucionalizadas para el servicio del ministerio de la Palabra de Dios.
Pues bien, a los educadores, la declaración les exhorta a que sean perseverantes de manera generosa en la formación de los alumnos en el Espíritu de Cristo, en el arte pedagógico y en el estudio de la ciencia, de forma que, no sólo promuevan la renovación interna de la Iglesia en estos tiempos de cambios que se vislumbran, sino que sirvan y acrecienten su benéfica presencia en el mundo de hoy, sobre todo en el intelectual, teniendo siempre en cuenta que la enseñanza de la religión no es mera información, es más que eso. Es enseñar a vivir la vida amando a Dios y al prójimo como a sí mismo, teniendo fe inquebrantable en Cristo.

viernes, 1 de marzo de 2013

Desde Castel Gandolfo...

Ha paseado por los jardines del palacio, ha escuchado música sacra, dormido bien, luce sereno y tranquilo. Temprano hoy, ha oficiado la santa misa.
Está leyendo a Hans Urs von Balthazar, un teólogo católico.
Por supuesto, que quien lea estas notas, sabe a quién me estoy refiriendo: al santo Papa Emérito Benedicto XVI.
¿Y quién es ese teólogo y que nos dice?
Primero, destaco que fue jesuita, pero en 1950 abandonó la orden de la Compañía de Jesús. Fue ordenado sacerdote en 1936.
Segundo. Fue un incomprendido de la jerarquía eclesiástica.
Junto a Joseph Ratzinger y Henri de Lubac fundó la revista Communio.
A él se le negó ser invitado al Concilio Vaticano II, donde casi unánimemente se le reconoció su talla de profundo pensador católico.
Juan Pablo II lo creó Cardenal, pero falleció dos días antes de ser ordenado como tal. Esto ocurrió en 1988.
La pregunta que surge ¿Por qué lo lee en este momento el Papa Emérito?
Sería interesante hacer un estudio exhaustivo de la obra de Hans Urs y pensar también en los efectos de la renuncia de Benedicto XVI.
Uno de los textos de este teólogo incomprendido en su momento, se titula: Hay que examinarlo todo y quedarnos con lo bueno.
Y otro de sus libros: Batid Bastiones; que nos lleva a que la Iglesia no puede aparecer en el mundo moderno como una enemiga del mismo o una fortaleza cerrada ante los cambios que se demandan hoy. Ella debe dejarse interpelar para renovarse de los tesoros escondidos u olvidados o aun no descubiertos que contiene el depósito de la fe. Esta es Amor.