lunes, 28 de mayo de 2012

Son tiempos para la tolerancia

“Cuando conozco a alguien no me importa si es blanco, negro, judío o musulmán. Me basta con saber que es un ser humano” Walt Whitman.
Tolerancia es efecto de tolerar.
Por tolerar concibo el respeto a las opiniones y prácticas de los demás, así sean distintas a las nuestras.
Cuando se es tolerante se ama y se es considerado con quien o quienes discrepen de nuestras posiciones.
Jesús se opone a aquello de amen al prójimo y odien a sus enemigos; El nos dice: “Amen a sus enemigos, oren por sus perseguidores” (Mt 5, 43 – 47).
Porque alguien disienta de mis criterios no lo considero enemigo.
Las diferencias de opiniones son sanas para una sociedad. Esta se nutre.
Recuerdo, palabras más palabras menos, que Voltaire sostenía: No estoy de acuerdo con tus ideas, pero defiendo tu derecho a expresarlas.
El cuerpo social es como el cuerpo humano. Las diferencias de sus órganos hacen que funcione a cabalidad. Así son las ideas y opiniones. Son necesarias para la salud y desarrollo del cuerpo social en libertad.
El Apóstol Pablo, en Romanos 14, 2 – 6, dirigiéndose a la comunidad de Roma, afirma que, cada cual, siga su convicción. Es la libertad.  Pablo pide mutuo respeto y tolerancia, que no es indiferencia; pide a la comunidad el diálogo presidido por la caridad.
La intolerancia es inmadurez. Debemos pensar como maduros, y si alguien piensa de otro modo, Dios se lo revelará (Fil 3, 15).
Hay que ser extremistas de la paciencia para ser tolerante y perdonar los defectos o faltas ajenos.
Los buenos dirigentes son sumamente pacientes y tolerantes en toda circunstancia por dura, difícil o grave que ésta sea.
En estos tiempos hay que hacer grandes esfuerzos por ser tolerantes, para que juntos, en unidad cristiana, podamos construir la paz, que es bendición y es felicidad.
Quienes construyan la paz son hijos de Dios y desean, de corazón, la unidad cristiana, y que ésta irradie con su luz más allá de sus linderos.

martes, 22 de mayo de 2012

El poder de la oración

“En momentos difíciles me sostienen vuestras oraciones”  Benedicto XVI.
Yo recomiendo cada vez que se me presenta la oportunidad la lectura, estudio e interpretación del Libro de los Hechos en el NuevoTestamento de la Sagrada Escritura. No solamente sirve para conocer la historia de la primitiva comunidad cristiana (La Iglesia naciente) sino también para concientizarnos en las dificultades, limitaciones, situaciones complejas y persecuciones que vivió esa comunidad.
Nuestro santo Papa, Benedicto XVI, se ha encargado de decirnos que esos Hechos nos enseñan, desde ese momento histórico, el Poder de la Oración.
Esa primitiva comunidad cristiana, que todo lo poseían en común y que se ayudaban entre ellos, tuvo su “Pequeña Pentecostés” - un momento difícil para la Iglesia naciente fundada por Cristo – y cuando apresaron a Pedro y a Juan e hicieron primer mártir a Esteban por predicar la Palabra deDios, no buscó cómo reaccionar, ni qué medidas tomar. Esa comunidad, simplemente, rezó.  Como el Señor en Getsemaní, se confía en la presencia de Dios con su fuerza y su ayuda.
El Libro mencionado, nos legó el poder de orar. Que, como dice Juan Pablo II, nuestro Beato y seguro Santo, hay que orar sin cesar, porque como dice Benedicto XVI, “no hay grito humano que no sea escuchado por Dios”.
La Oración es un diálogo íntimo y profundo con Dios, que debemos hacer “en muros de silencio”. Si algo deberíamos todos hacer, al momento de estar en el Templo, que es sagrado, es guardar silencio para que podamos orar de manera más efectiva y poder llegar a Jesús para que interceda por nosotros ante el Padre.
La oración hecha con un corazón contrito y humillado, es animada por el Espíritu Santo. En la oración, cuando rezamos, nos encontramos con El, con su “omnipotencia y trascendencia”. Nuestra debilidad se postra ante Dios.
La Oración es conversación con Dios y su infinita misericordia. Nos permite liberarnos y sobrellevar el sufrimiento que, como misterio, siempre estará presente en la vida del hombre.
No hay hechos difíciles, pruebas agudas, que afecten la relacióncon Dios al momento de orar. Siempre la fe y la esperanza brillarán.
Con la Oración siempre seremos proclives a hacer el bien y evitar el mal, porque el espíritu nuestro va a estar unido a Dios, a Cristo y a nuestros hermanos. Nunca estaremos inclinados al libertinaje que solo destruye al ser.
Seamos como San Bernardo, ejemplo de armonía de Oración y acción, quien afirma, que “demasiadas ocupaciones, una vida frenética, a menudo termina por endurecer el corazón y hacer sufrir el espíritu”. Nos evita valorar con criterios de productividad y eficiencia.
Recomiendo acceder a www.aciprensa.com, Oración Ultimas Noticias (No hay grito humano que no sea escuchado por Dios, dice Benedicto XVI).

lunes, 14 de mayo de 2012

Benedicto XVI, siempre actual


“Si vienen a tus manos las riquezas, no pongas en ellas tu corazón” Josemaría Escrivá de Balaguer.
Benedicto XVI, un joven de 85 años, acaba de dar unas declaraciones que me propongo glosar.
Lo hago de la siguiente manera:  
1.- La miseria coexistiendo con grandes riquezas. “Revueltas” seguras de los pueblos ante la injusta distribución de las riquezas.
2.- Una vida digna. “Las desigualdades no permiten una vida digna”.
3.- Pobreza espiritual y material. Han surgido nuevas formas dramáticas de pobreza en el mundo actual.
4.- Movilización mundial. Para “afrontar”, dentro de la justicia y la solidaridad, todas las amenazas al hombre, la sociedad y el ambiente.
5.- No basta el sólo crecimiento económico. Hay que “armonizarlo con los vínculos sociales, la gobernabilidad democrática y el respeto por la naturaleza”.
6.- La pérdida de valores espirituales.  ¿Cuál es la consecuencia?  El vacío, “que hace que la vida sea más difícil” porque se pierde el discernir entre el bien y el mal.
7.- Los jóvenes y los “paraísos artificiales”. Estos conducen a la destrucción. Son las drogas, el consumismo y el materialismo.
8.- La mayor pobreza. Es la falta de amor. Porque sin grandes recursos materiales es posible ser feliz; pero ¡ojo! “sin grandes recursos…” Sino hay estos, viene la miseria y la desesperación. Yo siempre he tenido sobre mis libros de oración y el de La imitación de Cristo de Kempis, la siguiente oración: Líbrame Dios mío de mis necesidades. Pienso en San Francisco de Asís y la hermana pobreza.
9.- La misión en la vida. Es vivir una vida de apertura a Dios, de practicar valores como la justicia y la solidaridad. Para cultivar esos valores hay que ser religioso, porque la religión permite “conocer en el otro un hermano”.
10.- La libertad religiosa. Los Estados la deben respetar. Estos deben promulgar leyes sociales que disminuyan las desigualdades para evitar “revueltas” en los que sufren la miseria y la pobreza en sus viejas y nuevas formas.
11.- Una sociedad sobria. Que la sobriedad permita reducir la pobreza y acabar con la indiferencia y el egoísmo.
Estas declaraciones del Santo Papa las leí en La Verdad, y fueron vertidas al mundo en crisis el 4 de mayo del año que riela.

lunes, 7 de mayo de 2012

La humildad cristiana

“Que en su trato mutuo la humildad esté siempre presente, pues Dios es enemigo de los soberbios” (1 Pe 5, 5)
La humildad consiste en tener conocimiento de cuáles son nuestras limitaciones y actuar de acuerdo con ellas. La humildad es contraria a la soberbia, que Dios rechaza. La soberbia es altivez, envanecimiento por sus propios méritos, magnificencia, suntuosidad, pompa y persona injuriosa.
El soberbio ignora que pronto, más rápido que inmediatamente, al caer en la fosa nadie se acordará de él. Para decirlo con palabras de Josemaría Escrivá de Balaguer “¿Soberbia? - ¿Por qué?. Dentro de poco – años, días – serás un montón de carroña hedionda… y nadie en la tierra se acordará de ti” (Camino 602).
El humilde es sobrio, es, por tanto, moderado, sencillo, templado y no anda con lujos ni adornos superfluos. El humilde no es temerario, o lo que es lo mismo, es prudente. Evita peligros y no es capaz de emitir juicios sin fundamento, razón o motivo. Pero, cuidado con la falsa humildad que va haciendo dejación de derechos… que son deberes (Camino 603).
El humilde cristiano católico tiene ejemplos que imitar o procura regir su vida siguiéndolos. El primero de todos, Cristo en el lavatorio de los pies a sus discípulos. Es lo máximo en humildad, que es servicio, clave de bendición. Otro, el de la Virgen María: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava” (Magnificat. Lucas 1, 46 – 55).
El cristiano católico ha de reflejar con su conducta personal, en todas sus actividades, las condiciones que adornan a la humildad: conocer sus limitaciones, no ser soberbio, ser amable, amoroso, sobrio, respetuoso y no temerario. Debe tener presente que la humildad es virtud moral, que como hombre es nada y tiene el pecado que siempre lo estará rondando y sobre el cual o en contra del cual estará luchando siempre.
El humilde cristiano católico no ha de estar en competencia con nadie. Ni gloriarse por reales o presuntos méritos propios. El sabe que su aspiración es ser Hijo de Dios, que es el valor que no tiene comparación con ningún otro, por ser superior a todos.
Es libre para dedicarse al amor y al servicio. Tiene conocimiento de que Jesús vino al mundo, siendo Dios, a servir y no ser servido.
Estas notas, que se las dedico a San Francisco de Asís, todo un poema de humildad y paciencia, las termino con las citas de Santa Teresa Avila y San Francisco de Sales.
Dicen, Santa Teresa Avila que “la humildad es la verdad” y San Francisco de Sales que “el grado más perfecto de humildad es complacerse en los menosprecios y humillaciones. Vale más delante de Dios un menosprecio sufrido pacientemente por su amor, que mil ayunos y mil diplomas”.