viernes, 29 de enero de 2010

Un civil no debe decir "mi general ni mi comandante"

Tengo un amigo que suele decirle a los militares, mi general, mi coronel, mi capitán...Él, que es profesor y civil, no debería hacerlo, y en más de una oportunidad se lo he dicho. El civil debería leer, constantemente, la Constitución que, cuando fuera promulgada, el ciudadano presidente Hugo Chávez calificara perfecta y destinada a durar más de cien años. Pues bien, ese máximo instrumento normativo, que hoy es defendido por todos los , sólo acepta el tratamiento oficil, y yo diría que no sólo oficial, de ciudadano. Los civiles y no civiles, al presidente no deben decirle comandante, porque no fue electo como militar sino como civil, retirado del ejército, por su participación protagónica en el golpe de estado del 4F92. La ciudadanía hay que defenderla. Leer y releer la constitución vigente de 1999 es un modo de hacerlo. Defenderla, otro. La ciudadanía nos lleva a pensar que tenemos deberes y derechos que cumplir. Nos debe hacer pensar y luchar por lograr que los gobernantes sean servidores de la sociedad civil y no al revés. Nunca debe aceptarse ser sirviente de nadie porque se es ciudadano. Los gobernantes deberían tener en mente la : Vienen para servir y no para ser servidos. La única revolución del siglo XXI es la de la ciudadanía. Así lo creo y así lo expongo.

domingo, 24 de enero de 2010

Los MCS y la Libertad

La comunicación es libre y plural y comporta los deberes y responsabilidades que indique la ley. Toda persona tiene derecho a la información oportuna, veraz e imparcial, sin censura… (Art. 58 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela).
Ya hace unos meses, siguiendo la recomendación de Benedicto XVI, acerca de hacer un uso más digno de los medios de comunicación social (MCS), me di a la tarea voluntaria, como laico cristiano católico que soy, de llevar a los lectores, a través de Facebook, la Palabra de Dios, en una síntesis diaria. Lo vengo haciendo, desde entonces, contribuyendo con la predicación del Evangelio de Jesucristo y a darle un poquito más de dignidad a esos medios, maravillas del desarrollo tecnológico. Por cierto, el santo Papa anima a evangelizar por internet e instó a los sacerdotes a aprovecharse del mundo digital para divulgar la palabra de Dios, tarea que considera primaria (El Nacional, 24 de enero de 2010).
Veo con agrado la presencia del Papa en Facebook, YouTube, en una palabra, en Internet, llevando la Palabra de Dios a todos, con la certeza de saber que puede llegar a lo más recóndito del planeta.
Cumple con esa presencia a darle más dignidad a los MCS y con su ejemplo invita a hacerlo, principalmente, a los profesionales cristianos católicos de las comunicaciones. Hay que evangelizar también valiéndose de los MCS.
Yo escribo persuadido de aquello de ESCRIBE QUE ALGO QUEDA en mi blog, http://escritoseneltiempo.blogspot.com/, y a través de otros medios de comunicación social, siempre respetando la dignidad de las personas y de los pueblos. Yo creo en la libertad que Dios, al momento de la creación, nos confiriera, y que Él, escrupulosamente, respeta. Yo creo en el uso responsable de la libertad, amando a Dios por sobre todas las cosas y amando al prójimo como a mi mismo, consciente de mi condición de pecador y de luchador contra el pecado. En este contexto, abogo por la existencia de MCS libres. No creo que sean neutrales.
No quisiera que estuviesen al servicio de los intereses económicos de los propietarios ni mucho menos que estén al servicio de proyectos políticos o ideológicos desde el poder o desde otras instancias. Y tengo mis pies sobre el piso y presiento que la verdad es amarga, atentatoria de la libertad y la democracia para todos.
Sin los MCS – afirma Benedicto XVI – es imposible imaginar la existencia de la familia humana. Sus tradiciones y sus culturas deberían ser ayudadas, en lo atinente a su promoción, por los MCS. Nuestra Constitución vigente habla de coadyuvar en ese fin promotor.
¿Pueden los MCS estar sólo al servicio del mercado y de la globalización? No podemos soslayar que los MCS tienen un enorme influjo sobre la mente humana y pueden hacer percibir realidades que muchas veces no responden a la veracidad e imparcialidad. ¿Deben ser más humanos a la disposición de valores superiores, tales como la globalización de la libertad y democracia para todos? ¿Deben estar para ayudar a promover el bien común?
Son algunas interrogantes que no pretendo presentarlas como limitativas sino enunciativas. Muchas están respondidas por Benedicto XVI en su Encíclica Cáritas in veritate. Invitan a una reflexión seria.
La manipulación de la verdad no debe ser política de ningún medio de comunicación social, ya sea público, ya sea privado, y todos tenemos derechos de acceder a ellos para el ejercicio responsable de la libertad de expresión, fundamento de la democracia para todos.

sábado, 16 de enero de 2010

La verdadera libertad

Desde la religión encuentro el fundamento de un gobierno limitado. Samuel rechaza la petición del pueblo, expresada por sus ancianos, de que les nombre un rey que los gobierne.
Estamos en presencia de la decadencia de la institución de los jueces, último estadio de la vida en Israel, representada por el vidente Samuel.
Samuel, juez y sacerdote, consagrado a Dios desde el vientre de Ana, su madre, que lo ofreció a Dios si le curaba de la esterilidad, había nombrado jueces a sus hijos y éstos estaban atentos al provecho propio, al soborno y juzgaban contra la justicia, yendo contra el proyecto socio-religioso. Es el rechazo de Dios. Por esto, cuando Samuel invoca al Señor, para decidir sobre la petición, Dios le dice: “Dale al pueblo lo que te pide, pues no es a ti a quien rechazan, sino a mi, porque no me quieren por rey” (1 Sam 8,4-7-10-22)
Samuel les advierte. Un rey significará para el pueblo impuestos y esclavitud, les manifiesta como vidente lo que será la posteridad bajo el mandato de un rey.
El pueblo no le para y ratifican su petición: “No importa. Queremos un rey” (1 Sam 8, 19)
Para el pueblo, el rey representa gobierno firme y defensa militar; para Samuel, impuestos y servidumbre. Es una versión antimonárquica la visión de Samuel.
“La verdadera libertad y seguridad está en reconocer y servir al Señor, que libera y no esclaviza; sólo cuando el rey sea servidor del Señor al servicio de la comunidad, protegerá sin esclavizar” (Dt 17, 14, 20) (SHÖKEL, Luis Alonso. La Biblia de nuestro pueblo, págs. 483 y sigs.)
“Ese rey cuando suba al trono se hará escribir en un libro una copia de esta ley…La llevará siempre consigo y la leerá todos los días de su vida, para que aprenda a respetar al Señor, su Dios, poniendo por obra las palabras de esta ley y estos mandatos. Que no se alce orgulloso sobre sus hermanos ni se aparte de este precepto a derecha ni a izquierda: así alargarán los años de su reinado él y sus hijos en medio de Israel” (Dt 17, 18-20)
Señor proclamaré sin cesar tu misericordia. Feliz el pueblo que te alaba y que a tu luz camina, que en tu nombre se alegra a todas horas y al que llena de orgullo tu justicia. (Salmo 88)
Dichoso es el pueblo que tiene fe. Dichoso el pueblo que cree en Jesucristo, que tiene el poder en la tierra de perdonar el pecado, que es toda acción mala (Mc 2, 1-12). Dichoso el pueblo cuando practica la solidaridad fundada en la fe de Jesucristo. Dichoso el pueblo que cree en un solo Dios. Dichoso el pueblo que no cree en ídolos y falsos dioses.
Dichoso un pueblo que tenga no un rey, si no un gobierno limitado, regido por leyes sabias y pocas, que respete el Estado de Derecho. Dichoso el pueblo que tenga libertad, que tenga por rey a Dios y a su hijo Jesucristo.
Dichoso el pueblo que vea el poder representado por hombres y mujeres virtuosos que sean sus servidores y no sus tiranos.
Dichoso el pueblo que rechace la mentira. Dichoso el pueblo que en el ejercicio de su libertad emprendedora, no encuentre obstáculos. Dichoso el pueblo que busque la riqueza para ayudar a los pobres y hacer buenas obras, que practique la solidaridad en casos lamentables como el de Haití. Dichoso el pueblo que tenga su conciencia dominada por el bien.

domingo, 10 de enero de 2010

Los pueblos artífices de su destino

¿Hay solidaridad universal? ¿Qué significa esa frase?
Cuando hay solidaridad entre todos los países, de ellos entre si, decimos que hay solidaridad universal.
La solidaridad universal es un deber.
Esa solidaridad es entre iguales. No debería ser de otra manera, porque sería desvirtuarla.
La solidaridad debería seguir el ejemplo del cuerpo humano. Los órganos que lo conforman no se cree ninguno superior y todos hacen la labor para que funcione a cabalidad el cuerpo.
La interdependencia debería llevar a la conciencia de que todos son necesarios para que el cuerpo, que es el planeta, funcione a cabalidad.
Interdependencia es dependencia recíproca.
¿Qué se entiende por globalización?
La tendencia de los mercados y de las empresas a extenderse, alcanzando una dimensión mundial que sobrepasa las fronteras nacionales. Esa extensión justifica a plenitud esa solidaridad universal, principalmente de países más opulentos - ¿desarrollados? ¿no dependientes? – para con los débiles. Y de esto se trata: que los ricos asuman como deber la solidaridad con los países más necesitados de desarrollo.
Pero ¡ojo! cada país tiene derecho a un desarrollo humano integral y propio.
Juan XXIII hablaba de la necesidad del Bien Común Universal como garantía de paz en la tierra. Debe leerse “Pacem in Terris”.
¿Cómo lograrlo?
¿A través de una Autoridad Pública Internacional? Pero – de nuevo - ¡ojo!. Ya hemos visto con dolor como la ONU se ha visto débil ante los poderosos, ante la voluntad de estos. ¿Es verdad?
La solidaridad no se impone ni se puede aceptar con condiciones.
La Declaración Universal de los Derechos del Hombre (1948) es carta magna política de todos los pueblos y su aplicación plena no debe dejar de ser motivo de lucha constante y permanente.
Ya se ha convertido en un latiguillo repetido que la ONU debe tener más autoridad. ¿Va a ser sustituida? ¿Va a nacer una Autoridad Única Mundial que surja por el consenso de todos los pueblos del mundo? ¿Los procesos de integración conducirán por esa vía?
La globalización requiere de una autoridad y una ley fundamental que regule con justicia y equidad los mercados.
Los países ricos deben limitar lo superfluo y combatir los vicios. Tendrían más recursos para el ejercicio de la solidaridad, para que haya comida, instrucción básica, agua potable, y cuidados sanitarios elementales para todos. Los derechos del hombre tienen un fundamento natural y de dignidad inalienables, de personas creadas por Dios. Así deben ser apreciados por la comunidad internacional.
Esos derechos no pueden estar sujetos a interpretaciones meramente positivistas ni estar sujetos a cambios por congresos o asambleas.
¿Cuál es el fin de la solidaridad mundial?
Que los pueblos sean “artífices de su destino”, como afirmara Pablo VI. Que con la ayuda que reciban sean propios autores y ejecutores de su desarrollo. Que el pasado, marcado por relaciones de fuerza, sea sustituido por el día en que las relaciones internacionales lleven el sello del mutuo respeto y de la amistad.
Estas notas las he escrito guiado por la Encíclica Cáritas in veritate de Benedicto XVI que invito, a todos los creyentes y no creyentes, a leer y estudiar. Vale la pena hacerlo.

domingo, 3 de enero de 2010

La lucha contra el hambre

“Porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer…” Entonces, los justos dirán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer?… Cada vez que a esos pequeños den de comer, lo están haciendo conmigo” (Mt 25, 35-37-42).
Jesús vino a darle de comer su cuerpo y darle de beber su sangre a todo el que tuviera hambre y sed. Es la institución de la Eucaristía que, desde el siglo II, según San Justino mártir, se viene celebrando por los cristianos, todos los días. Es la Fracción del Pan y del Vino que, a todos, sin excepción, sin discriminación de ningún tipo, se les da al comulgar.
Pero Jesús dio, también, a esos pequeños, que son los pobres de ayer y de hoy, que alarmantemente crecen, el pan material, a través de uno de sus milagros: La multiplicación del pan. Y todos comieron hasta llenarse y sobró pan.
Son los millones de seres que padecen la miseria por falta de pan y de agua, de vestido, de salud, y, que, por tanto, no pueden atender la vida como debe ser.
Es bueno resaltar que la pobreza no es sólo material. Hay “pobrezas inmateriales”, que como dice Benedicto XVI, mi admirado y sabio Papa, “no son consecuencia directa y automática de carencias materiales. Por ejemplo, en las sociedades ricas y desarrolladas existen fenómenos de marginación, pobreza relacional, moral y espiritual: se trata de personas desorientadas interiormente, aquejadas por formas diversas de malestar a pesar de su bienestar económico” (Benedicto XVI, 1 de Enero de 2009. Jornada Mundial por la Paz. Combatir la pobreza, construir la paz).
En Cáritas in veritate, no. 27, el Papa afirma que en la era de la globalización, eliminar el hambre en el mundo es salvaguardar la paz y la estabilidad del planeta.
Hay ricos que olvidan que existen millones de Lázaros pasando hambre. Son los que viven en ostentación, en placeres de vida disipada, egoístas, codiciosos, que, al pobre no le permiten ni siquiera disfrutar de las migajas que, como comensales, tiran de la mesa. Dar de comer al hambriento es un imperativo ético, para la Iglesia, para todos los cristianos, gobernantes, ricos, y personas de buena voluntad. Es por la paz en el mundo que, tiene, en el elenco de los derechos humanos, el de la alimentación y el acceso al agua potable. La lucha es por tanto contra el hambre.