domingo, 21 de junio de 2009

Calma ante los problemas

Otro título, a estas reflexiones de un laico ante la santa Eucaristía de hoy domingo, Día del Señor, ha podido ser, Calma ante las tormentas. Sería iluso si dijera que es fácil lograrlo para un hombre sin fe o no creyente, o para quien aún siendo creyente, su fe no sea poderosa.
Por tormenta entiendo los problemas, dificultades de todo tipo, miedo, inseguridad, violencia, en lo económico, en las relaciones familiares, en lo político, , social, los cambios acelerados que ocurren, la incertidumbre ante un mundo de severa crisis moral y financiera.
Esos problemas nos pueden hundir. ¿ Qué hacer para evitarlo?
Tener calma, serenidad, paciencia, todo pasa: Dios siempre está actuando en la historia aún cuando pudieramos pensar lo contrario, y decir por qué tanto mal, por qué tanta injusticia, por qué aumenta el hambre en el mundo...
Precisamente, son el resultado del alejamiento de Dios y su poder, que es infinito y todo lo puede. Es el alejamiento del Reino de Dios que es bondad, misericordia, amor y justicia.
La calma, la serenidad y la paciencia nacen de la fe. De creer en Dios en toda circunstancia. De creer en su poder que es infinito. De un poder que siempre vencerá las fuerzas del mal. Es creer en El y en su hijo Jesús. Sólo El es capaz de ser muro, dique, eterno e indesructible ante los terribles embates de las tormentas que atacan más a los pobres y débiles.
Ante los sufrimientos de Job, el Señor le dice: ¨Yo le puse límites al mar¨¨Aquí se romperá la arrogancia de tus olas¨( Job 38, 1, 8 - 11).
Tener presente que su poder, todo lo puede. Tener fe en las bondades del Señor ( Sal 106).
Los cambios son duros pero todo pasa, como pasa la tormenta y viene después la calma.
Pero tengamos presente, como afirma el apóstol Pablo, el amor de Cristo, para no juzgar con criterios humanos, que nos lleva a no vivir para si mismos, sino para El que murió y resucitó por nosotros.
Vivir conforme a Cristo es ser una creatura nueva, para él todo lo viejo ha pasado ( 2 Co 5, 14- 17).
Dios es nuestra fuerza y nuestra salvación. Es tener fe. Es ser discípulos de Jesús el tener fe y no tener miedo. Que Jesús no nos interpele y nos diga: ¿ Por qué tenían tanto miedo? ¿ Aún no tienen fe?.
Pidamos a Dios que nos libere del miedo a la muerte. El miedo a la muerte es esclavitud. Esta nos impide amar a plenitud. Nos impide liberarnos de nosotros mismos, de solo pensar en sí, en una vida feliz a espaldas de los otros. Que podamos luchar, con libertad y amor, por aquellos por los cuales Jesús entregó su vida( Mt 4, 35-41).
Y con Jesús en la tormenta no tener miedo.

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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo