Yo todos los días recibo la presencia del Espíritu Santo y lo invoco también a diario. ¿ Por que lo recibo? ¿ Por qué lo invoco?
Lo recibo cuando leo y medito la Palabra de Dios en la mañana. Y lo invoco para que sea mi fortaleza, mi salud, me inunde de todo su ser y me inspire qué debo pensar, qué debo decir, qué debo callar, cómo debo obrar y qué debo hacer para elevar su gloria, por la salud de los hermanos y por mi santificación. Pero quiero ir más allá. Que me ilumine para que El hable a través de mi, que lo haga con la Palabra de Dios, contra la ¨opinión pública¨y en mi vida diaria.
Sin el Espíritu Santo no hay vida de fe que valga.
El Espíritu Santo hace que la fe mueva nuestros corazones. El Espíritu Santo motiva nuestro ser y empuja nuestro obrar.
Lidia, entre las mujeres que escuchaban a Pablo, recibe al Espíritu Santo, cuando el Señor abre su corazón y escuche la Palabra que pronunciaba el apóstol Pablo( He 16, 11-15).
En estos días hasta Pentecostés estará presente en las oraciones y en las lecturas, el Espíritu Santo.
Demos al Señor un cántico nuevo porque ama a su pueblo ( Sal 149).
Jesús nos envía al Espíritu Santo para no tambalear. Es el Espíritu de la Verdad, que procede del Padre, que viene a darnos la fuerza para ser testigos de su Palabra, sin temor, sin miedo a las burlas y a las persecuciones ( Ev Jn 15, 26- 16, 4).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por comentar.
Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo