¨Porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer... Entonces, los justos dirán: ¨Señor, ¿ cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer...? cada vez que a esos pequeños den de comer, lo están haciendo conmigo¨( Mt 25, 35, 37-42).
Jesús, al hablar de los pequeños, se refiere a los pobres, a los que viven en la miseria y pasan hambre. A ellos hay que darles de comer. Son los millones de personas que padecen necesidades espírituales y materiales, que no tienen ni el Pan de Vida, que es Jesús, ni el pan material, el alimento y el agua, ni tienen posibilidades de superación en lo económico, político, cultural y religioso.
Afirma Benedicto XVI que, en la era de la globalización, eliminar el hambre en el mundo se ha convertido también en una meta que se ha de lograr para salvaguardar la paz y la estabilidad del planeta ( Encíclica Cáritas in veritate. No. 27 ).
Leyendo y releyendo la parábola del rico epulón y del pobre Lázaro, en el libro Jesús de Nazaret, precisamente de Benedicto XVI, nos encontramos con esos ricos de vida disipada llena de placeres, vacíos por dentro, y el pobre, que ni siquiera pueden tomar las migajas que los comensales tiran de la mesa,...( Lc 16, 19 -31 ). Esos son los ricos a los que se refiere Santiago cuando dice: ¨Ustedes ricos, lloren y den alaridos por las desgracias que están para caer sobre ustedes ¨( St 5, 1).
Ricos hay, en países y en individualidades, que vienen cumpliendo con las enseñanzas de Jesucristo, que hacen labores en todos los campos, para sacar al pobre de su miseria. Nunca se debe aceptar la envidia en contra de estos ricos, que son solidarios y fraternos; como tampoco, se debe envidiar la suerte de ese rico de vida disipada amante de placeres, vacío por dentro, materialista y sin sentido de vida, ni mucho menos envidiar la suerte del corrupto, del malvado y del perverso.
Dar de comer al que tiene hambre y sed, es un imperativo ético para la Iglesia universal, para todos los cristianos, para gobernantes, empresarios, políticos, religiosos de toda religión, y para todos los hombres de buena voluntad.
Se impone, en este mundo en crisis, de millones de seres que padecen de hambre y sed, una conciencia solidaria que considere la alimentación y el acceso al agua como derechos universales de todos los seres humanos, sin distinciones ni discriminaciones para garantía del derecho primario de la vida.
Jesús, al hablar de los pequeños, se refiere a los pobres, a los que viven en la miseria y pasan hambre. A ellos hay que darles de comer. Son los millones de personas que padecen necesidades espírituales y materiales, que no tienen ni el Pan de Vida, que es Jesús, ni el pan material, el alimento y el agua, ni tienen posibilidades de superación en lo económico, político, cultural y religioso.
Afirma Benedicto XVI que, en la era de la globalización, eliminar el hambre en el mundo se ha convertido también en una meta que se ha de lograr para salvaguardar la paz y la estabilidad del planeta ( Encíclica Cáritas in veritate. No. 27 ).
Leyendo y releyendo la parábola del rico epulón y del pobre Lázaro, en el libro Jesús de Nazaret, precisamente de Benedicto XVI, nos encontramos con esos ricos de vida disipada llena de placeres, vacíos por dentro, y el pobre, que ni siquiera pueden tomar las migajas que los comensales tiran de la mesa,...( Lc 16, 19 -31 ). Esos son los ricos a los que se refiere Santiago cuando dice: ¨Ustedes ricos, lloren y den alaridos por las desgracias que están para caer sobre ustedes ¨( St 5, 1).
Ricos hay, en países y en individualidades, que vienen cumpliendo con las enseñanzas de Jesucristo, que hacen labores en todos los campos, para sacar al pobre de su miseria. Nunca se debe aceptar la envidia en contra de estos ricos, que son solidarios y fraternos; como tampoco, se debe envidiar la suerte de ese rico de vida disipada amante de placeres, vacío por dentro, materialista y sin sentido de vida, ni mucho menos envidiar la suerte del corrupto, del malvado y del perverso.
Dar de comer al que tiene hambre y sed, es un imperativo ético para la Iglesia universal, para todos los cristianos, para gobernantes, empresarios, políticos, religiosos de toda religión, y para todos los hombres de buena voluntad.
Se impone, en este mundo en crisis, de millones de seres que padecen de hambre y sed, una conciencia solidaria que considere la alimentación y el acceso al agua como derechos universales de todos los seres humanos, sin distinciones ni discriminaciones para garantía del derecho primario de la vida.
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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo