miércoles, 26 de agosto de 2009

La ley es justicia

Tener paciencia con los niños, amarles, porque de ellos es el Reino de Dios. Un poco - ¿ o mucho? - de su inocencia debe embargar nuestros corazones. Purificar éstos, que es decir, revisión constante y permanente, con perseverancia, de nuestro interior, para tener caridad y comprensión para con el prójimo, en especial para con los jóvenes. Que nuestra vida familiar y social sirva para su formación, lo que implica, luchar por llevar una vida digna de Dios, intachable, siguiendo su Palabra, aceptandola en nuestras vidas.
Predicar el Evangelio es agradar a Dios. No es para adular ni buscar honores y recompensas. Dios conoce nuestros corazones. No vamos a engañarlo nunca. No es contradictorio con el afecto al prójimo el predicar el Evangelio, al contrario, es estar dispuesto a dar la vida por los demás. Condúcenos Señor por tu camino.
Purificarnos interiormente es estar dispuesto a tener un corazón de carne y no uno de piedra. Es tener entusiasmo, alegría, capacidad de sacrificio para el gozo a través de éste, a aplicar la justicia, la misericordia y guardar siempre fidelidad a Dios y a nuestra conciencia. No ser fariseos o hipócritas.
No ser como los que descuidan lo más importante de la ley, que son la justicia, la misericordia y la fidelidad. ¨! Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que limpian por fuera los vasos y los platos, mientras que por dentro siguen sucios con su rapacidad y codicia¨. Esto dice Jesús, de manera polémica, en contra de quienes no son capaces, ayer y hoy, de ver las señales de los tiempos que claman cambios para que brillen la paz, la justicia y el amor, un mundo más humano que el actual.

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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo