lunes, 27 de octubre de 2008

Imitar a Dios

Se nos invita a imitar a Dios.
¿ Cómo hacerlo ? Amando a los demás.
Esa imitación es difícil por las debilidades del ser humano.
Ante las debilidades, Ronald Rolheiser, cita a Mickael Buckley, teólogo jesuita, quien al hablar de la debilidad, no se refiere ¨al fallo moral o pecado ¨de cada persona, sino ¨a la debilidad que la Escritura atribuye a Jesús, cuando él mismo afirma que estaba acosado por todo tipo de debilidades, menos el pecado ¨( Rolheiser, Ronald . Acosados por las debilidades. http://ciudadredonda,org/ )
Rolheiser, establece una comparación, al tratar de la excelencia humana de cada uno, entre Sócrates y Jesús.
Sócrates era un filósofo, quizas distante de la gente, si se quiere, duro, que tomó la muerte con serenidad al consumir la cicuta como pena establecida en su contra. Sócrates no se quejó ante nadie. No se lamentó ante Atenas, ni buscó consuelo de amigos; al contrario, soportó la traición de éstos y el abandono o soledad. Sócrates estaba seguro que el hombre justo nunca podría sufrir auténtico daño.
Jesús amó a los demás. Sufría por los que lloraban ante la injusticia, ante la exclusión, la humillación y la pobreza. Sufría ante los enfermos. Curaba espíritual y físicamente cuando hacía milagros. Cristo entregó su vida por los demás en la cruz.
Dice el autor citado que, cuando se acercaba su muerte, el sufrió. No podía ser distinto para El que sufrió por amor. Buscó consuelo hasta que finalmente se tranquilizó.
Su muerte en la cruz, de inmensa agonía, eclipsó la liberación por la cicuta de Sócrates.
Jesús fue débil. En su debilidad radica su fuerza.
Dios nos ama. El nos entregó a su Hijo querido, para que, con su vida, nos liberará del pecado.
Aceptémos nuestras flaquezas. Atendamos el llamado que San Pablo nos hace. Seamos buenos, comprensivos, perdonémonos entre nosotros como Dios perdonó en Cristo.
El llamado consiste en que imitemos a Dios. No importa las debilidades; ir hacia adelante no obstante su existencia. Vivir en el amor. Pedirle a Dios perdón por nuestras ofensas. Perdonar a quienes nos ofendan. Vivir en el amor como Cristo nos amó, entregándose por nosotros a Dios como oblación y víctima de suave olor.
Nada de inmoralidades, ni de indecencias ni de afán por el dinero. Es impropio de quienes caminan hacia la santidad o hacia una vida de perfección cristiana, debería ser la conducta de los gobernantes creyentes o no creyentes.
Nada de chabacanerías, ni de frases de doble sentido. Alabar a Dios es lo nuestro. Hay que estar lejos de quienes incurran en esas cosas ( Ef 4,32, 5-8 )
Seamos imitadores de Dios como hijos queridos. ¨Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos ...¨( Sal 1, 1-2-3, 4-6)
Que el amor reine ante leyes injustas que vayan en contra del hombre. Que el sábado sea para el hombre y no el hombre para el sábado. Sigamos a Jesús ante la mujer que tenía dieciocho años tomada por un espíritu y estaba encorvada. El la curó en sábado y no actuó como esos legalistas a ultranza que prefieren el dolor humano por inclinarse ante una ley perversa ( Lc 13, 10-17 )

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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo