viernes, 22 de agosto de 2008

Amar

Para Dios nada es imposible.
La lectura de la Palabra de hoy, nos lleva a esta conclusión: Para Dios nada es imposible.
El profeta Ezequiel ( Ez 37, 1-14 ) nos lo demuestra cuando, el Señor, es capaz de darle vida a unos huesos que plenaban un campo.
Esos huesos eran de la casa de Israel que, como pueblo en el destierro, después de la destrucción de Jerusalen, había perdido la esperanza y sólo reinaba la tristeza.
Dios a ese pueblo le revive. Le hace salir de los sepulcros y les conduce de nuevo a la tierra de Israel. Hace que su pueblo, acepte que El es su Dios. ¨Ustedes dirán que yo soy el Señor ¨, habla el Señor a través de Ezequiel.
Dios les infunde su espíritu.
Demos gracias a Dios. El nos ama. El nos da la vida.
El nos recuerda que el primer mandamiento suyo es Amarlo. Hay que amarlo con todo el corazón, con el alma y la mente. Tenerlo presente en todo momento, en toda circunstancia, por difícil que sea. Hay que amarlo sin ponerle condición alguna, Tener fe y confianza en su Voluntad. El sabe qué es lo que nos conviene.
Israel había caido en el sepulcro, que es la falta de fe, el olvidarse de Dios.
Pueblo que olvida a Dios, es pueblo que conduce sus pasos hacia la destrucción. No es sólo con un terremoto.
En el evangelio, según Mateo, un fariseo, le hace una pregunta capciosa a Jesús. Andan en búsqueda de hacerlo caer en trampas para seguirle juicio y condenarle. Pero Jesús, escucha la pregunta: ¨Maestro, ¿ cuál es el mandamiento más grande de la ley ? ¨
Y responde: ¨Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente ¨( Mt 22, 34-40 )
Y a renglón seguido, agrega: ¨Amarás a tu prójimo como a ti mismo ¨.
Amar a Dios con nuestras oraciones diarias, con la asistencia, todos los domingos, a la Santa Eucaristía, con el estudio de la Palabra que Jesús nos ofrece siempre, y con la actitud de no quejarnos nunca ante el prójimo. Siempre actuando positivamente, con optimismo, para alentar a los demás.
Que nuestro comportamiento con el prójimo sea de buen trato, amable, cortés, escuchándole, ayudándole, poniendo nuestro talento o el don que Dios nos ha dado, a su servicio y predicarle, a tiempo y a destiempo, la Palabra de Dios.
Obras son amores y no buenas razones. Práctiquemos la caridad que, en eso, consiste el Amar.

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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo