jueves, 24 de abril de 2008

En torno al discurso de Benedicto XVI

No puedo pasar por alto el discurso de Benedicto XVI que pronunciara el viernes pasado en la ONU. El lo hizo cuando las Naciones Unidas estàn llegando este año a sesenta años de existencia.
Esta Organizaciòn naciò ¨para alcanzar los fines comunes ¨de la paz y el desarrrollo de todos los Estados del mundo, segùn se desprende de los artìculos iniciales de su Carta Constitutiva.
Se fundò para lograr, como lo afirmara Juan Pablo II, citado por el Papa que le sucediò, ¨un grado superior de ordenamiento internacional ¨; ordenamiento que, entendido como un Estado de Derecho Internacional, sea aplicado por igual a todos los Estados miembros.
Interesante resaltar que, habiendo en el seno de la ONU un consenso multilateral, como lo sostiene el discurseante, se imponga la voluntad, en las decisiones, de unos pocos - los llamados paìses desarrollados ? - cuando los problemas del mundo exigen intervenciones conjuntas por parte de la comunidad internacional.
La carencia de un Derecho Internacional poderoso, que estè por encima de esas voluntades, que sea acatado por todos, quiza sea causa de que paìses dèbiles del planeta estèn al margen de un autèntico desarrollo integral ¨y que corren ¨el riesgo de experimentar sòlo los efectos negativos de la globalizaciòn ¨( cita del discurso ).
Esa carencia hace dèbil a la ONU. Agrego a esa debilidad, lo tardìo de las decisiones de la organizaciòn, que, parece ser, es caracterìstica de toda instituciòn internacional.
La ONU necesita de ese ¨grado superior de ordenamiento internacional ¨, de agilidad en las decisiones, por ejemplo, al poner en ejecuciòn el principio de la responsabilidad de proteger.
De conformidad con ese principio, de ius gentium, todo Estado està obligado, como deber primario, a proteger a su poblaciòn de violaciòn de derechos humanos; deviniente esa violaciòn de hechos de los hombres o de crisis humanitarias.
Si ese principio no es garantizado por los Estados, que la ONU lo aplique, sin ser interpretada esa decisiòn como limitaciòn de soberanìa.
El hombre merece protecciòn. Es Hijo de Dios, creado por El, a su imagen y semejanza. Es esto fundamento del respeto a los derechos humanos.
El diàlogo y cualquier vìa diplomàtica son los medios para prevenir y controlar los conflictos, las crisis, de los pueblos del mundo.
Los derechos humanos han de estar supeditados a la justicia que no cambia ( Benedicto XVI dixit ) y no a la legalidad ùnicamente.
Vivimos un mundo delicado, peligroso, de exigentes retos, que amenaza a la humanidad, pero , como hombre de esperanza, siguiendo los lineamientos de la Encìclica Spe Salvi, creo en un mundo fincado en la justicia y la paz para todos, claves de un desarrollo integral humano.

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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo