lunes, 6 de abril de 2009

Que la Ley y el Derecho gobiernen las naciones

Jesús es el elegido de Dios. En él, Dios, ha puesto su espíritu, para que haga brillar la justicia sobre las naciones. En Jesús, Dios ha puesto su confianza para que abra los ojos de los ciegos, saque a los cautivos de la prisión y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas ( Is 42, 1-7).
Para todos los que tenemos fe y por ende creemos en Dios, en su Hijo amado y el Espíritu Santo, el Señor es nuestra luz y salvación ¿ a quién vamos a tenerle miedo ? ( Sal 26 ).
Jesús viene hacer justicia a los débiles, a los atribulados, a los sentenciados injusta y arbitriamente, a los perseguidos, oprimidos y pobres. Jesús nos enseña con su silencio. Nos enseña a luchar contra el mal en el mundo, contra la violencia ejercida por los poderosos.
Jesús, en la cena, del último sábado que vivió; cena ofrecida por Marta, María de Betania y Lázaro, el resucitado por él, parece haber dicho: ¨Yo soy pobre¨. Parece haber dicho¨los pobres siempre estarán con ustedes, exprénseles a ellos la atención que, de manera costosa, María de Betania ha tenido para conmigo ( el nardo era un perfume costosísimo ). Ella da lo mejor para expresarme su amor. Es misericordia. Hagan ustedes lo mismo con los pobres. No escatimen dar todo su dinero para darles alimentos, vestido, medicinas, dignidad, aceptación e incluso una sepultura digna, si eso es lo que necesitan. Es en los pobres donde encontramos a Dios, con toda seguridad. Judas el Iscariote, es un codicioso, amante del dinero, que no de los pobres, y me venderá por treinta monedas¨ ( Ev. según Jn 12, 1- 11).
Las comillas son del autor de estas reflexiones, que piensa como ha debido hablar Jesús.

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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo