viernes, 3 de agosto de 2007

De Elena Poniatowska, la vida de un luchador social

El viernes 27 de julio, a las once y treinta y cuatro de la noche, terminé de leer El tren pasa primero, novela escrita por Elena Poniatowska, que, por cierto, ayer. recibiera el premio Rómulo Gallegos, llegado a considerar el ¨premio Nóbel Latinoamericano.
Ese premio fue instituido en 1964. Era presidente Rául Leoni, y fue dedicado a la civilización contra la barbarie porque Gallegos es eso lo que representa: la lucha de la civilización, de la civilidad contra la barbarie, si se quiere, y por qué no decirlo, la lucha de la civilidad contra el militarismo.
Hago la síntesis de la obra premiada, que he titulado La vida de un luchador social.
Inicio.
Cuando hay capacidad de entrega, con estoicismo y entusiasmo, por una causa, se cobra una fuerza increible y el cansancio no se siente como no se sienten las decepciones, traiciones y fracasos.
El luchador siempre tiene esperanza y siempre sueña con lo noble y lo grande. No es para que le sirvan, la razón de su lucha, sino para servir. Por eso se afirma que no debería tener vida privada. La lucha es su vida, su novia, su esposa, su amante... todo.
La vida privada le entorpece su acción y hasta su espíritu.
Cuál era la causa ?
La lucha por un sindicalismo limpio, independiente del Estado, de los gobiernos y de los partidos. De un sindicalismo así concebido, depende la existencia de la democracia.
El luchador social es revolucionario en cada instancia de su vida. No es un revolucionario de cartón.
Lucha en contra de la mentira de políticos, de empresarios y sindicalistas corruptos, que viven bajo la sombra de los estados y de los gobiernos.
El sindicalismo debe buscar que los trabajadores den un buen servicio. No sólo de los que laboran en el sector público sino también en el privado. Es cosa de ser eficaces.
Cuando se presta un buen servicio, se atiende bien al público, es decir, se está atendiendo bien al pueblo; podría decirse a los consumidores, a los clientes, a los pobres, ricos, niños, mujeres, ancianos, a todos.
Un buen servicio hace ganar simpatías. Y al momento de reclamar derechos, justas reivindicaciones, el pueblo les respalda, les apoya.
Y si se trata de los gobiernos, al prestar un buen servivio, ser eficaces, y no propagandistas de obras no realizadas o mal realizadas, se mantienen en el poder.
Entonces hay que sostener: ¨lo importante es ser eficaz ¨.
Eficacia en el actuar; actuar que es cambiarse a si mismo; pulirse, forjarse, como el herrero que le da al metal la forma que desea.
Trinidad, personaje central de la obra, es ese luchador social. Es desprendido de lo material. Se contenta con lo necesario para vivir. Condena con su vida el consumismo enfermizo. Ese que adicciona, sujeta, subyuga y oprime. Es el que genera esclavitud.
Trinidad es un hombre que no deja que le falten el respeto nunca. Que en medio de su pobreza afirma que, si un sólo hombre lucha, y no se deja morir, la vida vale la pena. No ser servil porque el servilismo corrompe y el servilismo absoluto corrompe absolutamente.
Ese luchador admira a las mujeres y su capacidad de lucha. Verdaderas brigadas de choque.
Dura realidad la de este luchador cuando, enfrentando al capitalismo para lograr una sociedad más justa con el socialismo, ese de la URSS, lo que logra es el retraso del país. Y se vuelve a plantear lo de la eficacia.
Hay que exigir eficacia en el servicio público. Así sí, se justifica un programa social a favor de los obreros. Estos son todo, menos administradores. En sus manos, como administradores o gerentes o propietarios, el fracaso de las empresas no se hace esperar.
Los empresarios no deben concretarse a sus propios intereses. No es sólo pensar en obtener ganancias.
Un país de inmensa riqueza y la usa para hacer política llegará al desastre.
Un país es fuerte con una clase media poderosa.
EEUU no puede seguir con su soberbia mesiánica porque es una amenaza para el continente.
Los partidos políticos no se preocupan por los obreros.
El luchador social debe estar dispuesto a asumir riesgos, dando su vida de ser necesario, por la defensa de los trabajadores...
Trinidad, vive en carne propia, la triste condición de la naturaleza humana. Lo dejan sólo.
Como se matrimonió con la lucha, fue un mal esposo y un mal padre. Se lamenta cuando ya es tarde.
El escenario de la novela es México pero pudiera ser cualquier país latinoamericano.
Y para finalizar: Cómo es posible que Europa tenga trenes, lo que para este continente es fundamental; en cambio, América Latina, no tiene. Nadie pudo evitar, rechazar u oponerse a la imposición yanqui de su industria automotriz embotelladora de las calles de la ciudad.

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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo