domingo, 22 de febrero de 2009

Señor, sáname

A Dios hay que alabarlo constantemente y cumplir con su voluntad. Aceptar que somos pecadores y pedir el perdón de éstos.
A Jesucristo hay que darle un SI y aprender de sus enseñanzas. Ponerlas en práctica.
No debemos ser paralíticos en eso de no buscar la sanación de nuestros pecados.
Es cierto, que no podemos asociar la enfermedad como causa del pecado; pero éste, produce efectos duros en nuestra conciencia y ello es tan fuerte como una enfermedad.
Jesús sana al paralítico, pero admira, fundamentalmente, a los héroes anónimos que llevaban la camilla con el enfermo. Y admira su fe, que, no obstante, los obstáculos acercan a Dios al paralítico.
Jesús tenía poder para perdonar sus pecados. Y ello es lo que hace, en primer término, y luego de recuperarlo moralmente, lo sana físicamente, para, finalmente, lograr su integración plena en lo social.
No seamos como ese paralítico. Hagamos un ejercicio de fe solidaria, como la hicieron los camilleros.
Primera lectura Is 43, 18-19, 21-22, 24-25.
Sal 40: Sáname, Señor, que he pecado contra ti.
Segunda lectura: 2Co 1, 18- 22
Ev. Mc, 2- 1-12

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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo