domingo, 18 de junio de 2006

Día del Padre

Yo honré a mi Padre.
Lo hize porque lo consideré, además de buen padre, una gran persona.
Porque mi padre fue buen hijo, buen hermano, buen amigo, y buen patrono con sus trabajadores.
Con mi padre nadie se iba con las manos vacías.
Hacía el bien sin mirar a quien.
Podriá decir, sin dar pábulo al equívoco, que mi padre tenía generosidad, sensibilidad humana y, sobre todo, ninguna capacidad para el odio o el rencor.
Recuerdo que, en cierta ocasión le pregunté, por qué atendía tan bien a una persona que le hizo daño y me respondió:
¨Hijo, el mal se paga con bien.¨
No seguí un consejo que me dió, de manera reiterada.
Lo cuento a través de una negativa suya a un pedimento que le hice.
¨Mira, papá, quiero que me prestes un dinero para un negocio.¨
No me satisfizo el pedimento.
Un compadre, amigo y hermano de toda la vida, me dijo:
¨Compadre, no se diguste, ya su padre cuadró su vida económica para el resto de su vida, y usted, ni nadie, lo va a embarcar en otro negocio.¨
En efecto, él había organizado un pequeño, pero solvente negocio;
organizado a su estilo. Tenía sus ahorros para la vejez. Para que nada le faltara en ésta, como así fue. Nunca supe hasta dónde ascendían sus ahorros. Jamás tuve interés por saberlo, y cuando más de uno de sus otros hijos mostraron interés por ellos, yo fijé posición para que fueran de su mujer, buena y abnegada que le acompañó hasta el final de sus dias.
Papá me decía. ¨Haz de tus ahorros, algo sagrado. Es tu propia jubilación.¨
Pues bien. No le seguí el consejo.
Mis ahorros los puse al servicio de mis hijos, de amigos, de quienes necesitaran de ellos...
Papá, que ayudaba a todo el que podía- que fueron incontables- me recordaba que el que da todo lo que tiene a pedir se queda.
Yo prefiero no se que cosa ... pero ... no quisiera pedir nada a nadie ...
No he querido hablar del día del padre porque este es un día comercial más.

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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo