domingo, 10 de febrero de 2008

Despuès de Homilìa. Las tentaciones

En este Domingo de Cuaresma, propicio para la meditaciòn y la reflexiòn, la Iglesia nos ofrece la oportunidad para pensar y llegar a tener la claridad de que, en ningùn momento, debemos desobedecer a Dios.
En efecto, en Gen 2, 7-9, 3, 1-7, podemos constatar los efectos que, en contra de la humanidad, produjo la caìda de Adàn y Eva cuando, la serpiente, el animal màs astuto y maligno que existe, convenciò a Eva a comer del fruto prohibido por Dios. La serpiente valièndose de su astucia logrò que comieran del àrbol de la vida y el àrbol del conocimiento del bien y del mal. Hizo pecar a ambos.
Entonces se ¨les abrieron los ojos a los dos y se dieron cuenta de que estaban desnudos¨. Perdiendo la inocencia dieron paso al pecado, a la maldad.
Desde entonces, el hombre pide misericordia al Señor, por haber pecado.
Pues bien, el delito de Adàn produjo que todos fueramos castigados por la muerte; pero el don de un sòlo hombre, Jesucristo, ha desbordado la abundancia de la vida y la gracia de Dios. En Rom 5, 12-19 podemos, al leer, apreciarlo. ¨Por la obediencia de uno solo, todos seràn hechos justos¨.
Y es que las tentaciones, que se aparecen con la serpiente que llevò a pecar a Adan, se le presentan a Jesucristo en el desierto, donde fue conducido por el Espìritu Santo. Satàn buscò hacerlo caer.
Jesùs le antepuso, en todo momento, las Sagradas Escrituras.
Destacò que ¨no sòlo del pan vive el hombre, sino tambièn de toda palabra que sale de la boca de Dios¨.
Hoy, cuando el demonio anda desbocado, sòlo lo podremos contener leyendo y estudiando la Biblia. De esa manera no caeremos en sus redes.

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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo