jueves, 14 de diciembre de 2006

En espera de un amigo

Habíamos acordado vernos en la tarde. Como siempre, esa bendita costumbre que yo tengo, de llegar puntual a toda cita.
La puntualidad es sinónimo de progreso y desarrollo, aunque hay quienes sostienen lo contrario, que es causa de estress.
Yo interrumpí mi siesta - ahora lo hago, y que sabroso es - para estar a la hora acordada. Llegué, diez minutos antes, y aproveché para comprar una pequeña agenda de bolsillo y unas carpetas en la librería que funciona en el mall donde nos veríamos.
Inicié la espera. Pasó media hora y nada. El amigo sin aparecer.
Transcurrió más de una hora...y nada; menos mal que los hembrones que pasaban me entretenían. Difícil no mirarlas.
No aguanté. Llamé a mi esposa para que me fuera a buscar. Hoy, gracias a los amigos de lo ajeno, sólo disponemos en la familia de un sólo carro. Lo he bautizado: el carro familiar, y que conste que no es el chavito.
La reacción inicial fue de enojo; pero, reflexioné y me dije:
Mi amigo siempre ha sido puntual. Algo debe haberle ocurrido.
Bueno, como de todo lo negativo debe uno sacar algo positivo, sentí un gran alivio. Me dije: que bueno es mi amigo, que me ha dado la oportunidad de ser paciente. Le daré las gracias.
Mi esposa llegó al mall.
Nos fuimos a la casa.
Saben qué pasó?
Que minutos apenas de llegar me llamó por teléfono my friend.
Qué pasó Rafael?
Nada. Yo te esperé.Tu no llegastes.
Si. Yo estaba con mi hermano.
Lo cierto, es que éllos estaban en la parte de arriba, y yo al lado de la librería donde en otras ocasiones nos hemos visto. No atinamos ni a bajar ni a subir.
De todas maneras le dí las gracias. Ya son de broma, a instancia del buen humor de mi esposa, le manifesté que no convenía comernos unas arepas.
Mi amigo me exteriorizó, que nos iba a brindar unas cachapas.
Nos reímos bastante.

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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo