viernes, 28 de julio de 2006

Aprender a vivir

Cuando voy a la barbería o a la tienda donde me cortan las uñas de los pies, aqui en mi Maracaibo querido, paso un momento agradable.
Por varias razones.
Me consigo con amigos, o con conocidos, con mucho tiempo sin ver, como me ocurriera el sábado pasado.
En otras ocasiones, entablo conversaciones con personas que veo por primera vez, y se inicia una nueva amistad.
También se da la circunstancia de aprovechar el tiempo para leer, o para disfrutar del silencio para meditar.
Leo un libro que lleve.
O leo, una revista vieja, que ponen en la mesa para visitantes o clientes.
Con Chucho, el barbero que ha cortado el pelo a cuatro generaciones de Inciarte, me entero de muchas cosas que ocurren en la ciudad. Y paso el tiempo tranquilo en la barbería.
Hable con su barbero y conocerá muchas cosas.
El sábado pasado en Sanapie leí una revista vieja.
Me llamó la atención un trabajo de Paulo Coelho titulado, Joseph Campbell y el arte de vivir.
Lo leí con detenimiento.
Me cayó como anillo al dedo.
Por qué?
Porque cuando iba rumbo a hacer felices mis pies, aprovechando el silencio dentro del carro, acudió a mi mente un pensamiento.
Qué pensé?
Que porque ante tantas situaciones complejas que he vivido en los últimos años, no he contado con alguien que me indique qué hacer o que camino seguir. Me ha tocado tomar decisiones trascendentes sin poder respirar, una tras otra.
Tomé nota en una hoja que me dio la recepcionista cajera de la tienda.
Por cierto, élla, cuando me atendió, lo hizo con una cara de cañón.
Desde donde estaba sentado esperando mi turno, la observé que se rió ante una cliente.
Al acercarme a élla, le dije:
Tienes algo que debes utilizar en todo momento.
Qué?
Tu risa que es muy bonita.
Le gustó lo que le dije e inmediatamente me dio una hoja para escribir tan pronto se la solicité, que, obviamente, fue después de haberle dicho lo de su risa.
Anoté.
Que a Campbell le guiaban unas manos que no conseguía ver.
Para mi esas manos eran las de Dios.
El fue capaz de seguir un sueño, y se le abrieron puertas.
Para leer en el campo durante cinco años, y formarse como escritor, aprendió a vivir con lo mínimo posible. Esto le dio libertad.
Logró además, vivir maravillosamente bien. Por supuesto, consiguió el dominio de las necesidades. Entre menos sean más libre se es.
Tuvo el valor para hacer lo que quería.
Por tanto, surgieron muchos planes para él. De personas atraídas por su sueño.
No miró sino su propia vida, su responsabilidad y sus decisiones.
Donde más me impresionó lo de Campbell, cuyos libros devoró Coelho, fue en eso de no esperar que alguien le dijera lo que tenía que hacer.
Ser libre.
Libertad para escoger el camino. Sin miedo ante cada decisión, que, incluso puedan cambiar el destino.
Paulo Coelho, gran escritor, cita a Shopenhauer que dice que cuando uno ve lo que sucedió, tiene la impresión de haber seguido un guión ya escrito.
Ese guión que cuando se producía, en cascada de sucesos, que no permitían respirar sino tomar decisiones , que luego vistas tenían sentido.
La revista estaba deteriorada.
Era Todo en Domingo de El Nacional.
La columna, Alquimia.
Luego leí el artículo en La Prensa de Panamá, de 21 de marzo de 2006.
Me dejó esa lectura un poquito de aprender a vivir.

1 comentario:

  1. Si limitas tus opciones a solamente lo que ves posible o razonable, te desconectas a ti mismo de lo que verdaderamente deseas, y todo lo que has dejado atras, es un compromiso irrecuperable.

    Para mi tio,

    de Juan Manuel Estrada

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Gracias por comentar.
Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo