sábado, 11 de febrero de 2006

El fundamentalismo en nuestros días

Primero quiero hablar del cuerpo humano.
Está compuesto de órganos, nervios, huesos, sangre, etc.
Los órganos son distintos entre si. Cada uno cumple una función, pero todos son necesarios e imprescindibles para el logro de un fin: mantener la vida.
Si el corazón se niega a actuar muere el ser; pero ocurre lo propio con el cerebro, o con el estómago...Tiene que reinar entre todos la unidad de propósito, respetando la diferencia y, si se quiere, aceptando la unidad divergencia.
Nosotros los seres humanos deberíamos llevarnos por la enseñanza que nos imparten los órganos de nuestro cuerpo: todos somos necesarios.
En el antes expresado contexto, inscribimos la democracia. No como cosa distinta al consenso, el diálogo, la razón y la palabra, o para decirlo de otra manera, como forma para lograr la convivencia entre diferentes conscientes en el ejercicio de la tolerancia.
La democracia así vista es parecida- por qué no igual- al cuerpo humano. Garantiza la paz, o el funcionamiento pacífico del cuerpo social en todos los ámbitos del planeta,
Lo contrario a la democracia concebida de la forma antes expuesta, pudiera ser el fundamentalismo en sus distintos tipos.
Antes de decir qué es fundamentalismo, es propicio alertar que lo produce la crisis económica, el paro o desempleo y la pobreza. No voy a hacer uso de estadisticas sobre los números de desempleados y pobres en el planeta. Es asunto del dominio público internacional.
Esas causas sirven a fundamentalistas y a quienes utilizan a éstos para evitar reformas económicas profundas dirigidas a crear ambiente de libertad, mejores condiciones socio económicas y democracia como forma de convivencia social.
Fundamentalismo se define como la actitud que defiende los fundamentos de una determinada doctrina en su integridad o pureza más rigurosa.
El fundamentalismo es síntoma de intransigencia. Puede devenir en dictaduras, autoritarismos, populismos y fanatismos.
El fundamentalista no respeta la vida del que disiente; si puede es capaz de eliminarlo, ya que, su vida - la del disidente o diferente - no vale nada.
Hay fundamentalismo en nuestros días que, obviamente, pretende imponer por la fuerza sus posturas que configuran sus distintos tipos: religioso, económico, político, etc.
Para quienes amamos al prójimo como a uno mismo rechazamos todo tipo de fundamentalismo y nos ubicamos en la defensa de la democracia como forma de convivencia social.

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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo