Da lo poco
que tienes, presta servicio y sigue de pie, siempre con fe y esperanza.
Estamos en un tiempo de compromiso, de
estudio, reflexión y meditación; pero, por encima de todo, de acción para
llevar a Cristo por todo el planeta tierra. Es un compromiso de la Iglesia, de
los católicos, en los distintos ámbitos de responsabilidades. Iglesia somos
todos.
Es tiempo para interrogantes como la de
cuál es el contexto histórico en el cual se ha planteado el Año de la Fe que,
convocado por Benedicto XVI, en su carta apostólica Porta Fidei, ya corre por
el universo.
Para precisarlo, me sirve de guía la
Constitución Apostólica Humanae Salutis del papa Juan XXIII que, según Mario
Moronta, “dibuja claramente el panorama en medio del cual se va a desarrollar
el Concilio Vaticano II” (MORONTA, Mario. La dimensión profética del Concilio
Vaticano II. Vida Pastoral. Octubre 2012).
Cuando el Concilio es convocado por Juan
XXIII – que, por cierto, al asumir ese nombre quedó comprobado que el otro Juan
XXIII fue un anti papa - se avizoraba un cambio de época, después del desastre
bélico reciente que costó más de 50 millones de víctimas. Se pensaba que podía
lograrse para los pueblos del mundo “desarrollo humano integral” que, no
obstante algunos trascendentales logros, no se ha conquistado, y la paz hoy
está en vilo. Con sólo asomarnos a la calle lo podemos constatar.
¿Sigue planteado ese cambio de época? Yo pienso que si. Porque las desigualdades
sociales se hacen más indignantes, ya que, no sólo se habla de ricos, pobres y
miserables, sino de empobrecidos, que son los millones de pequeños y medianos
empresarios arruinados, desempleo galopante, profesionales sin destino, y con
el ilícito dominando, Incluso, a la gobernanza de las naciones; el narcotráfico
ha penetrado en numerosas instituciones, el secuestro, los atracos, robos, y paro
de contar.
El hombre contemporáneo se siente atrapado
y sin salidas. No le ve sentido a sus vidas. Y la fe se debilita, a Cristo se
le aparta. Y es que, esto me hace pensar en aquello de “Señor no me des muchas
riquezas porque me olvido de ti; pero tampoco me des miseria porque también me
olvido de ti”.
Es un contexto histórico que hace recordar
la globalización solo en relaciones comerciales, que no tiene rostro humano,
que se olvidó de la vida humana, que ha sido capaz de arrasar con economías
sanas de pueblos y que ahora, se dispone
llevar autoritarismos al paroxismo con fascismo y
corporativismo, cercenando la libertad del hombre y su derecho de vivir con
dignidad, decoro y calidad de vida. Los pueblos tienen que levantarse ante las
finanzas sin moral y protestar, cueste lo que cueste, porque vale más morir de
pie, que vivir de rodillas.
Este tiempo lleva a pensar el por qué León
XIII dictó la encíclica de encíclicas, la Rerum Novarum, antecedente y
fundamento de la Doctrina Social de la Iglesia. Era la consecuencia de la
codicia de los poderosos que, ayer y hoy, ha sido causa del malestar social, y al decir
poderosos me refiero a un amplio espectro.
Es tiempo de cambio, en aras de la
libertad, la justicia, la solidaridad, del compartir, de la misericordia, de la
caridad y del amor.
Es este el contexto histórico del Año de
la Fe. Es tiempo para decir con Santiago: ¿De qué le sirve a uno, hermanos
míos, decir que tiene fe, si no tiene obras? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? Si
un hermano o una hermana andan desnudos y faltos de alimento diario y alguno de
ustedes les dice: “Id en paz, abrigaos y saciaos”, pero no les da lo necesario
para el cuerpo ¿De qué sirve? Así es también la fe: si no se tienen obras, está
muerta por dentro. Pero alguno dirá: “Tú tienes fe y yo tengo obras, muéstrame
esa fe tuya sin las obras, y yo por mis obra te mostraré la fe” (St 2, 14-18).
Es una extensa cita bíblica contenida en Porta Fidei.
Santiago quiere dejar claro que debe ser
una fe que genere compromiso de misericordia y de que la fe y las obras deben
caminar juntas, de las manos, ya que, ninguna es más importante que la otra. La
fe es garantía de lo que no ve. Por ella nuestros antepasados fueron
considerados dignos de aprobación. (Léase reiterativamente y despacio el capítulo
11, 1 y ss de Hebreos).
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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo