lunes, 19 de noviembre de 2012

Conoce tu Iglesia


“Pues yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra construiré mi Iglesia, y el imperio de la muerte no la vencerá” (Mt 16, 18).
     He leído y estudiado con detenimiento, siguiendo la recomendación del Santo Papa Benedicto XVI, contenida en la carta apostólica Porta Fidei, el decreto del Concilio Vaticano II, titulado Christus Dominus, sobre el ministerio pastoral de los Obispos.
     No obstante, tratarse de un decreto conciliar de menor importancia que las constituciones, todos emanados de dicho Concilio, que convocara el Papa Juan XXIII, no es de menor importancia su contenido.
     Es necesario destacar que los decretos conciliares tratan sobre principios doctrinales aplicables a ciertas actividades u organizaciones de la Iglesia Católica, que tienen un fuerte valor teológico; organizaciones que, al estudiarlas, nos permite conocer más y mejor nuestra Iglesia Católica.
    Se hace imprescindible saber, en espacio reducido periodístico, que Cristo envió a sus apóstoles – sus discípulos – para edificar su Cuerpo (Ef  4, 12), que es la Iglesia, ese Templo que, Jesús, construyó sobre esa piedra, que eso es lo que significa Pedro, tanto en arameo (cefas) como en griego. Él los santificó y les envió el Espíritu Santo, el día de Pentecostés, cuando nace la Iglesia oficialmente.
     De allí, de los apóstoles, como sus sucesores, provienen el Papa y los otros Obispos, constituidos por el Espíritu Santo, para enseñar a todos los hombres y apacentarlos.
    El Sumo Pontífice ejerce la autoridad sobre los Obispos y sobre toda la Iglesia. Ellos desarrollan el magisterio y el régimen pastoral.
    Los Obispos son solícitos para todas las Iglesias. No se reducen a sus diócesis, donde tienen toda la potestad ordinaria.
    Importante conocer los dicasterios, creados por el Papa para el bien de la Iglesia universal.
     La diócesis es una porción del Pueblo de Dios que se confía a un Obispo para que la apacente con la cooperación del presbiterio, de forma que unida a su pastor y reunida por él en el Espíritu Santo por el Evangelio y la Eucaristía, constituye una Iglesia particular, en la que verdaderamente está y obra la Iglesia de Cristo, que es Una, Santa, Católica y Apostólica.
     Son diversas y de mucha responsabilidad, las actividades del Obispo que, resumidas, buscan estimular formas especiales de apostolado, para que todas vayan de acuerdo; siendo catequéticas, misionales, caritativas, sociales, familiares, escolares y cualquier otra que se ordene a un fin pastoral.
     Los obispos auxiliares cooperan con el Obispo en sus actividades. Lo mismo que el Vicario general. Son cooperadores.
    Los sacerdotes diocesanos, y religiosos, ejercen con el Obispo el único sacerdocio de Cristo. Son asiduos cooperadores del orden episcopal.
    Organizaciones como sínodos, concilios, conferencias episcopales, vicariatos castrenses, son de fácil conocimiento si leemos, con detenimiento, el decreto Cristus Dominus, ya citado.
     Cuando los Obispos se reúnen en sínodos, terminan con establecer normas  comunes para todas las Iglesias, tanto para la enseñanza de la fe, como en la ordenación de la disciplina eclesiástica.
     Es importante que los Obispos de una misma nación o región se reúnan en una asamblea (Conferencias episcopales) para que, comunicándose las perspectivas de la prudencia y de la experiencia y contrastando los pareceres, se constituya una santa conspiración para el bien común de las Iglesias.
     Yo concluyo estas notas afirmando que, lo que se conoce en profundidad  se termina amando con la misma intensidad, por tanto, conoce profundamente, conozcamos con ese inmenso amor, la Iglesia Católica que fundó Cristo. Así estaremos amando y siguiendo con fidelidad a Cristo.

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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo