“… hemos de
manifestar nuestra persuasión que la verdadera religión es única, y esa es la
religión cristiana, y que alimentamos la esperanza de que como tal llegue a ser
reconocida por todos los que buscan y adoran a Dios”. Pablo VI
Pablo VI
culminó la magna obra que le dejara su predecesor Juan XXIII: el Concilio
Vaticano II.
Por cierto,
que, el próximo 3 de junio, se cumplen 50 años de la partida al Cielo del
llamado Papa Bueno, autor de la encíclica Pacem in Terris, que su estudio, su
internalización, debería ser motivo para recordar ese día a Juan XXIII, que
tanto abogó por la paz en el mundo.
Pablo VI
pidió al Espíritu Santo que, sus pensamientos, al publicar su primera
encíclica, Ecclesiam suam (Mandato de la Iglesia al mundo contemporáneo) no
estorbaran para nada las sesiones que se realizaban en el Concilio, ya
cincuentenario, “brújula segura” para estos tiempos de renovación, de Año de la
Fe y de una Nueva Evangelización.
En la
encíclica se aborda el método del diálogo, siempre necesario, llamado por el
santo Papa Pablo VI, diálogo de salvación, capaz de solucionar los conflictos
de la humanidad. Para la Iglesia, todo lo humano es de su interés.
Es diálogo,
no sólo intercambio de ideas, ni simple conversación; es intercambio de dones.
Es método que busca lo que une, lo que es común a las partes que en él
intervengan. Es para lograr, con paciencia y gradualidad, soluciones a
problemas de diversas índoles. El diálogo no implica dejación de fe, de
principios y valores por parte de sus intervinientes.
La Iglesia,
en constante renovación, siempre purificándose y purificando, anuncia a Cristo
como único salvador de la humanidad que, en el presente, gime, sufre y llora
por injusticias.
La Iglesia
tiene un mensaje para todos. Ella ofrece su luz y su gracia, a la vez habla al
mundo de verdad, de justicia, de libertad, de progreso, de concordia, de paz,
de civilización. Cristo le ha conferido esa misión y por eso siempre está
ofreciendo el diálogo como método de salvación.
Pablo VI
habla de círculos al referirse al
diálogo.
Uno, dirigido
a los límites que circunscriben a la humanidad. Diálogo, nada fácil, pero
posible, sobre todo con quienes niegan a Dios. Otro, acerca del diálogo con los
que aman a Dios (hebreos, musulmanes, etc.). Otro, diálogo ecuménico, que se
viene realizando con todos los que llevan el nombre de Cristo. Y el diálogo con
los Hijos de la Iglesia Católica, la Casa de Dios, que busca la paz, la unión,
el amor y la solidaridad entre estos para la vitalidad y santificación de la
Iglesia.
Francisco nos
invita a dialogar con todos. Nos dice que construyamos puentes y no muros,
imitando a Jesucristo. Lo necesitamos para la paz y no para la división, el
odio, la discordia y la confrontación.
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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo