martes, 21 de mayo de 2013

La fe en Jesucristo transforma totalmente a la persona


Estamos en el Año de la Fe que, habiéndose iniciado el 11 de octubre del año pasado, termina el 24 de noviembre, día de Cristo Rey, por disposición, del hoy santo Obispo Emérito Benedicto XVI, contenida en su Carta Apostólica Porta Fidei, que nos lleva a seguir reflexionando sobre lo que es la fe (Hb 11 y ss) y los efectos que produce en la persona, capaz de convertirla en un hombre o mujer nuevos.
En este orden, referente a esa transformación que produce la  fe, cito a Benedicto XVI que, al respecto dice: “El amor a Jesús lleva a una nueva vida” (los pensamientos y los afectos, la mentalidad y el comportamiento del hombre se transforman lentamente).
¿Saben el por qué se transforman lentamente?
Porque es un proceso, es un camino que se inicia en el bautismo, cuando le decimos a Dios, Padre, o cuando nos encontramos con su Hijo amado, y termina al morir, para entrar a la vida eterna.
¿Pero qué se requiere para que la fe transforme la vida de una persona?
Para responder, me permito citar un trabajo titulado La experiencia del Espíritu, culmen y realización del acto de la fe, cuyo autor es Germán Sánchez Griese, donde se aborda el tema del paso del acto de fe a la experiencia del espíritu.
Afirma el autor citado, que, en Europa hay una fe lánguida, mortecina, apagada, basada en una adhesión intelectual a unas verdades de fe que no toca el centro de la persona, y que en América, continente de la esperanza, hay una fe viva pero basada en el sentimiento, en las prácticas de piedad, en una religiosidad popular, que, si bien ayuda a vivir con vigor y entusiasmo la fe, no toca tampoco el corazón de las personas. Se requiere por tanto, según Sánchez Griese, de tres elementos que son básicos: la escucha de la Palabra, la acogida en el corazón y la respuesta que se da, ayudado por la gracia de Dios que transforma a la persona.
Para que la gracia de Dios transforme a la persona, se necesita de su cooperación, de su libertad, de abrir su corazón, entendiéndose por corazón a la persona en su integridad, es decir, en su intelecto, su voluntad y su afectividad. Sólo así de esa manera puede una persona llegar a superar su mal carácter, un vicio, una infidelidad, con su esfuerzo personal. No hacerlo así, sería un milagro que, para Dios no resultaría imposible, ya que, para Él nada es imposible; pero el camino ordinario del acto de fe  presupone la cooperación de la persona en su totalidad.
Benedicto XVI en Porta Fidei nos invita a que descubramos el gusto de alimentarnos con la Palabra de Dios, que es el Pan de Vida, que es el pozo de agua viva, que nunca perece, bienes imperecederos. Nos invita a que leamos los textos emanados del Concilio Vaticano II, a que acudamos al Catecismo de la Iglesia Católica, alimento de la fe en Cristo, a la Historia de la Fe, a la sabiduría que contiene el Magisterio de la Iglesia, a la Patrística… todo dirigido a formar, educar y fortalecer la fe, y que nos impulsa luego a celebrarla públicamente, a no considerarla un hecho privado, a llevarla a los demás creyentes o no creyentes, evangelizando.
El creyente se fortalece creyendo, asistiendo a la Iglesia, al culmen de su labor misionera: la Santa Eucaristía, Memorial de la vida, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, único Salvador de una humanidad, caracterizada por la increencia y de alejamiento con respecto a Dios que es Amor.
El artículo o trabajo de Sánchez Griese lo pueden leer a través de Catholic net, y la Porta Fidei en la red social Internet.

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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo