martes, 16 de octubre de 2012

Sobre el Ecumenismo


Que el Espíritu Santo impulse el diálogo ecuménico
Cada día que pasa se vienen dando pasos en aras de la Unidad Cristiana. Es uno de los fines del Concilio Vaticano II,  celebrado hace ya cincuenta años y al cual se ha de acudir en el Año de la Fe y de la Nueva Evangelización, convocadas por el Santo Papa, Benedicto XVI, para el impulso de ésta, tan necesaria en la sociedad actual, sumida en crisis de fe y que precisa ser iluminada con la luz de Cristo.
El movimiento ecuménico es el conjunto de actividades y de empresas que conforme a las distintas necesidades de la Iglesia y a las circunstancias de los tiempos, se necesitan y se ordenan a favorecer la unidad de los cristianos. Es definición que nos ofrece el decreto Unitatis Redintegratio, emanado de dicho Concilio cincuentenario.
Ese decreto, para contribuir a restaurar la unidad, propone modos, medios, caminos y formas a todos los católicos por las que pueden responder a esta divina vocación y gracia.
Ahora, recientemente, en El Líbano, se produjo una práctica de ecumenismo. Resulta que nuestro Papa visitó a ese país oriental y, en su despedida en el aeropuerto Rafiq Harini de Beirut, dio gracias a las venerables Iglesias hermanas y a las comunidades protestantes. El patriarcado de Antioquía de Siria en Charfet había sido sede del encuentro ecuménico del Santo Padre con los patriarcas ortodoxos, los representantes de las confesiones protestantes y los patriarcas católicos del Líbano. Cristianos y musulmanes se reunieron para celebrar la paz en esa conflictiva región.
El ecumenismo verdadero necesita de una conversión del corazón. Tiene sus principios, por los cuales ha de regirse, siendo ellos, la Unidad y unicidad de la Iglesia de Cristo, la relación de los hermanos separados con la Iglesia Católica y el ecumenismo.
El tacto en la realización del diálogo ecuménico, ha de conllevar la eliminación de palabras, juicios y actos que hagan difíciles las mutuas relaciones. Es un diálogo que requiere de dirección prudente, de formación ecumenista y de una exposición con toda claridad de la doctrina católica.
Las Iglesias Orientales, que han sufrido y sufren mucho por la conservación de la fe, no pocas traen origen de los apostóles . Se encuentran en ellas riquezas de aquellas tradiciones espirituales que creó sobre todo el monaquismo, que levantan a todo hombre, a los católicos, a la contemplación de lo divino.
Son realidades que deben ser conservadas para el éxito del diálogo ecuménico.
Las Iglesias y Comunidades Eclesiales separadas en Occidente, tienen afinidad de lazos con la Iglesia católica que, facilitan ese diálogo, si bien son muchas, que, incluso, discrepan entre ellas entre sí, en su origen doctrina y vida espiritual.
No hay que escatimar los esfuerzos por la Unidad Cristiana y se viene avanzando.  Que el Espíritu Santo guíe siempre en oración, por la Unidad de la Iglesia, con acción plena y sinceramente católica, lejos de ligerezas e imprudencias.

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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo