lunes, 23 de enero de 2012

Nos devolvió la alegría

“Porque Él da sabiduría, ciencia y alegría a quien le agrada” (Qo 2, 26). La Chiquinquireña produce alegría en el pueblo.

El domingo 15 de enero, próximo pasado, muy temprano en la mañana, Lérida y yo escuchamos un concierto de Armando Molero. Las mejores canciones suyas y de otros compositores, como Rafael Rincón González.

Especulando. Es probable que, esa gloria, que en ese día se nos fuera, estuviera escuchándolo también. Ya estaba próxima su partida, y los Pregones Zulianos se quedaron sin su máximo pregonero.

No está demás decir que, tanto Armando Molero, como Rafael Rincón González, son grandes exponentes del pentagrama musical regional, nacional e internacional.

Los recuerdos nos pusieron nostálgicos. No me daría pena si les dijera que, tanto mi esposa, como quien esto escribe, lloramos.

Recuerdos de un Maracaibo hermoso, que se nos fue.

Eran tiempos felices. No sabíamos que lo éramos, con todo y ser pobres. Rindo homenaje a la pobreza cuando siendo cristiano enarbolo como patrimonio la dignidad. Ningún católico puede renunciar a ésta.

Sonaba el pito de la Regional… era anuncio de la hora, 11 y 30 de la mañana; iniciaba Armando su actuación diaria… eran las doce… Y se oían expresiones como “ya está listo el fogón”, “ya están los plátanos”, “vení a almorzar”…

Tengo el honor de haber conocido a estas glorias.

De Armando tengo dos anécdotas. Una, “¿Mirá Armando, y qué te habías muerto?” “eso desearían Los Panchos”, su respuesta. Otra, Armando en el por puesto de Bella Vista rumbo a su programa en Radio Catatumbo, ensayando sus canciones, con su inseparable guitarra… se baja, sin pagar y el chofer le dice… Armando pagáme… Y éste, con su chispa maracucha, le responde: “¿que más queréis? por medio… te canté tres canciones…”

Recuerdos de familiares y amigos ya idos. De ese Maracaibo, “la más hermosa del mundo entero”. Donde se podía disfrutar de la ciudad, sin el temor o la inseguridad de ser atracado, o de perder la vida; de un Maracaibo limpio, ordenado, de cultura y educación de sus gentes. Un Maracaibo de hombres y mujeres cultos, honestos, trabajadores, de respeto por el hombre y la mujer emprendedores, fueran ricos o pobres…

A La Chiquinquireña responsabilizo por la alegría y por el llanto. A la 90.9 FM, que nos devolvió la alegría. Es la única emisora que se escucha en mi casa. Como cuesta cambiarla. Imposible hacerlo por su variada y rica programación.

Esa emisora de radio es de la Arquidiócesis de Maracaibo. Dirigida, por un alumno de un hombre-radio, Charles Arapé. Me refiero a Reinaldo Cubillán. Un hombre consecuente con su maestro, hoy lamentablemente ido de este mundo. Me consta la consecuencia de Cubillán. La pude constatar en Coro, al momento del entierro de Charles, cuya familia, Fernández-Morales, son más que amigos, hermanos de toda la vida.

La Chiquinquireña nos hace vibrar de alegría. A Monseñor Ubaldo Santana y a Reinaldo Cubillán… GRACIAS.

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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo