viernes, 16 de diciembre de 2005

Eduardo Habath, un gran cubano maracucho

Hago la salvedad previa de que hago un paréntesis, en Escritos en el Tiempo, que se había despedido hasta los primeros días de Enero 2006, por razones de descanso navideño, para dejar sentado mi sentimiento ante la ida de este planeta hacia otra dimensión, de un apreciado amigo, el Dr. Eduardo Habath.
Hoy, precisamente, de una manera incidental, me he enterado que falleció hace unos días. Pues, bien, haciendo la salvedad aludida, escribo: Eduardo Habath un gran cubano maracucho.
En momentos difíciles de mi vida, que siempre los he tenido, pero que le doy gracias a Dios porque me han permitido estar cerca de Él y acerar mi espíritu, mente y voluntad para luchar sin desmayar jamás, conocí a Eduardo Habath.
Había acudido ante él en búsqueda de orientación como Psicólogo.
En esos días yo era un adolescente. Luchaba conmigo mismo, que es la batalla más difícil de ganar, y que quien lo logra puede considerarse y ser considerado dirigente.
En esos días, Eduardo era una estrella, como siempre lo fué, en Maracaibo. No faltaban voces detractoras, llenas de envidia, que afirmaran que era el Psicólogo de la godarria zuliana o maracucha, o para decirlo de otra manera, de los ricos de la Ciudad del Sol Amada.
Yo pude constatar, comprobar, que era una mentira porque a su consultorio habitación acudían más pobres que pudientes, y a todos servía por igual.
Eduardo comenzaba a amar, allá por los años sesenta del siglo pasado, a otra patria. Era capaz de amar dos patrias a la vez: a Venezuela, por medio de Maracaibo, y a su Cuba, que se vió obligado a abandonar e irse al exilio por haber disentido del régimen.
Mi trato para con él, empezó como paciente.
Pude desde esos momentos darme cuenta de la mentira que desde sus inicios representó la mal llamada revolución cubana. Lo logré cuando buena parte del mundo estaba hipnotizada por Fidel Castro. Pude apreciar a los cubanos en el exilio que no eran lo que decía el tirano, sino gente valiosa, como Eduardo Habath.
Nos hicimos amigos.
El en estos días navideños cantaba villanciscos, gaitas, contagiaba con su alegría; su pesebre se hizo famoso.
Cuando se mudó del pequeño edificio donde quedaba su consultorio, en la Av. San Martin, a la calle 3G, cercana, la casa que compró la bautizó con el nombre Los amigos.
Fue tal la amistad, que, cuando tuvo que ir de urgencia a EEUU a operarse del corazón, me nombró albacea junto a una monja y un conocido sacerdote zuliano, para que, en caso de fallecer, procediéramos a incinerar el vasto archivo suyo contentivo de la historia clínica de sus numerosos pacientes.
Regresó bien.
Eduardo cuidaba poco su salud. Se entregaba con pasión, dando lo mejor de si, a su profesión, a las clases, a la escritura y a las numerosas causas nobles que atendió.
Eduardo era cristiano. Profundo en su convicciones. Intelectual denso. Escritor prolífico. Articulista valiente.
Era un hombre difícil como, generalmente, son considerados los hombres de valía y criterios propios; pero era muy humano, desinteresado, que hacía el bien sin mirar a quien. Cenaida decía que élla había conocido dos hombres idealistas y románticos: Eduardo, y quien escribe.
Como suele ocurrir con los grandes hombres, le tocó vivir, con dignidad y decoro, la soledad.
A Eduardo consulté cuando decidí vivir en Miami. ¨Ya debías haberte ido. No lo pienses mucho. Yo lamento no haberlo hecho en su momento¨.
El año pasado recibí una llamada suya. Fui a Los Amigos con Rafael, mi hijo abogado.
Nos recibió, junto a su fiel y abnegada hermana, en silla de ruedas.
No pude reprimir las lágrimas.
Él, con tranquilidad espiritual reflejada en su rostro, me dijo: ¨Gordo, nuevamente te he llamado, y nuevamente has acudido¨. Creo que esa fue la dedicatoria que escribiera cuando nos obsequiara su más reciente libro.
Eduardo hasta luego. Seguro estoy que, en esa otra dimensión, ya debes estar actuando sin parar; ahora mejor, sin las cadenas del cuerpo que tanto te hicieran padecer en tu tránsito por este planeta que tu amastes sin tregua, no obstante, las ingratitudes. Sabías que era bonito por encima de todo.

3 comentarios:

  1. Pense hace unos dias...cuando vaya a Maracaibo en Navidad le dire a mi padre que me lleve a ver el pesebre del senor Eduardo y Cenaida. No tengo mas palabras. Estoy en shock!!

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  2. interesante don rafa!
    que genial conocer gente de otros paises...
    me encanta eso
    quiero invitarle a visitar mi blog, soy de Chile y recuerde q sus opiniones siempre seran bienvenidas alli

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  3. es deprimente que las personas que estimamos y que amamos no compartan con nosotros fisicamente esta navidad, espero que desde donde este el Sr. Eduardo Habath nos ayude a enfrentar con valentia todos las perdidas a las que nos enfrenta la vida!!!

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Gracias por comentar.
Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo