lunes, 7 de mayo de 2012

La humildad cristiana

“Que en su trato mutuo la humildad esté siempre presente, pues Dios es enemigo de los soberbios” (1 Pe 5, 5)
La humildad consiste en tener conocimiento de cuáles son nuestras limitaciones y actuar de acuerdo con ellas. La humildad es contraria a la soberbia, que Dios rechaza. La soberbia es altivez, envanecimiento por sus propios méritos, magnificencia, suntuosidad, pompa y persona injuriosa.
El soberbio ignora que pronto, más rápido que inmediatamente, al caer en la fosa nadie se acordará de él. Para decirlo con palabras de Josemaría Escrivá de Balaguer “¿Soberbia? - ¿Por qué?. Dentro de poco – años, días – serás un montón de carroña hedionda… y nadie en la tierra se acordará de ti” (Camino 602).
El humilde es sobrio, es, por tanto, moderado, sencillo, templado y no anda con lujos ni adornos superfluos. El humilde no es temerario, o lo que es lo mismo, es prudente. Evita peligros y no es capaz de emitir juicios sin fundamento, razón o motivo. Pero, cuidado con la falsa humildad que va haciendo dejación de derechos… que son deberes (Camino 603).
El humilde cristiano católico tiene ejemplos que imitar o procura regir su vida siguiéndolos. El primero de todos, Cristo en el lavatorio de los pies a sus discípulos. Es lo máximo en humildad, que es servicio, clave de bendición. Otro, el de la Virgen María: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava” (Magnificat. Lucas 1, 46 – 55).
El cristiano católico ha de reflejar con su conducta personal, en todas sus actividades, las condiciones que adornan a la humildad: conocer sus limitaciones, no ser soberbio, ser amable, amoroso, sobrio, respetuoso y no temerario. Debe tener presente que la humildad es virtud moral, que como hombre es nada y tiene el pecado que siempre lo estará rondando y sobre el cual o en contra del cual estará luchando siempre.
El humilde cristiano católico no ha de estar en competencia con nadie. Ni gloriarse por reales o presuntos méritos propios. El sabe que su aspiración es ser Hijo de Dios, que es el valor que no tiene comparación con ningún otro, por ser superior a todos.
Es libre para dedicarse al amor y al servicio. Tiene conocimiento de que Jesús vino al mundo, siendo Dios, a servir y no ser servido.
Estas notas, que se las dedico a San Francisco de Asís, todo un poema de humildad y paciencia, las termino con las citas de Santa Teresa Avila y San Francisco de Sales.
Dicen, Santa Teresa Avila que “la humildad es la verdad” y San Francisco de Sales que “el grado más perfecto de humildad es complacerse en los menosprecios y humillaciones. Vale más delante de Dios un menosprecio sufrido pacientemente por su amor, que mil ayunos y mil diplomas”.

viernes, 27 de abril de 2012

Vale mas un buen ejemplo que un buen sermón

“Que brille la luz de ustedes ante los hombres” (Mt 5, 14 – 16)
Las sociedades del presente están urgidas de buenos ejemplos.
Por ejemplo entendemos, buenas acciones, buena conducta, que pueda inclinar a otros a que las imiten.
Los buenos ejemplos han de venir primero de la familia: los que dan los padres a los hijos. Luego, los que provienen de gobernantes, políticos, religiosos, empresarios, sindicalistas y de la sociedad en general.
Estamos observando en el mundo actual - Venezuela no constituye la excepción – conductas y acciones nada edificantes: corrupción, pornografía, permisividad moral, consumo de drogas, venta libre de armas, sicariato, secuestro, robos, atracos, e impunidad.
Recalco que son conductas nada edificantes y que no pocos imitan para su destrucción y de la sociedad. Son degradantes de la moral, de las virtudes, de las buenas  costumbres, que deben regir en los pueblos.
El cristiano tiene la palabra. Ha de ser íntegro, hijo de Dios sin mancha en medio de una generación perversa y depravada, ante la cual brilla como estrella en el mundo, mostrando el mensaje de la vida (Fil 2, 15 – 16).
Los cristianos además de luchar por una praxis revestida de las características antes señaladas, debemos anunciar el Evangelio que ilumina a todos, creyentes o no; pero ese anuncio o predicación, a tiempo y a destiempo, ha de partir de la conciencia de ser “carta de Cristo, escrita con el Espíritu de Dios vivo, no por méritos propios” (2 Co 3, 3).
Como evangelizadores, los cristianos, que somos pecadores pero que continua y permanentemente confesamos nuestros pecados y nos arrepentimos de ellos, debemos esforzarnos por ser hijos de la luz. Esa luz que delata el mal donde se esconda e invita a luchar contra él: “!Despierta, tú que duermes, levántate de la muerte, y te iluminará Cristo!”
El ejemplo que demos ha de ser con hechos. Buenas obras en beneficio del necesitado. Sin dejarse asustar en nada por sus adversarios (Fil 1, 27).
Más vale un buen ejemplo que un buen sermón. Seamos luchadores en imitar a Cristo en nuestra vida cotidiana, en nuestro espacio… conscientes de nuestra fragilidad humana pecadora,  pero en combate, sin desmayar, en contra suya, levantándonos de las caídas.
Oración. Ilumina Señor a tu pueblo. Llénalo de tu Espíritu Santo,  para que sepa rechazar el mal y caminar por sendas de bien, siguiendo tu voluntad y cumpliendo tus mandamientos.

martes, 17 de abril de 2012

La misión de la familia en la sociedad

“Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura” (Mc 16, 15).
Y dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza… varón y hembra los creó” (Gén 1, 26-27).
La antropología divina nos enseña el origen del matrimonio entre un hombre y una mujer. Sabe Dios que el hombre no puede estar sólo y, por lo tanto, le crea una compañera. El hombre sólo nada puede.
La unión, libremente consentida entre el hombre y la mujer, genera el sacramento de servicio social llamado matrimonio.
Esa unión lleva a la pareja a procrear hijos. A formarlos en la fe, en valores, a darles afecto, educarlos y hacerlos útiles, hombres de bien para la sociedad.
De esa unión nace la familia, célula fundamental de la sociedad.
La familia antecede al Estado o a los gobiernos y a cualquier otra organización política.
Los Estados o gobiernos – cualquier otra organización – tienen la obligación de fomentar, desarrollar y cuidar a la familia, pero eso si, acorde con el principio de la doctrina social de la Iglesia de subsidiaridad. De conformidad con este principio hay que respetar a cada familia para que pueda cumplir con sus deberes y gozar de sus derechos.
Cuando a la familia no se le cuida, sobrevienen los desastres sociales, tales como robos, atracos, secuestros, asesinatos… y paremos de contar. No resulta exagerado si afirmamos que la desintegración de la familia es causa de la descomposición social existente hoy en la sociedad.
Yo desearía proponer como modelo de la sociedad la familia que haya aceptado a Jesús en su vida y se haya comprometido con él a seguirle.
La familia es la primera escuela del ser humano. Es fuente de santidad, si es cristiana, de sociabilidad. En su seno, el hombre no es una cosa ni un objeto, como tratan algunas organizaciones a la creación de Dios que tiene dignidad y libertad por ser semejante a El. El hombre es tratado como persona por su familia. Se le toma en cuenta, se le ama, se le quiere y se le aprecia.
La familia cristiana tiene una misión, un rol, en la sociedad. No puede quedarse en las cuatro paredes del hogar. Ha de abrirse al mundo y llevar a éste a Cristo, para renovarlo y cambiarlo. Que pueda vencer, con la fe en Cristo, la permisividad moral, el sincretismo religioso, el secularismo que niega a Dios y la angustiante inversión de valores.
La sociedad necesita con urgencia de una Nueva Evangelización como la está proponiendo nuestro Santo Papa Benedicto XVI. La familia cristiana ha de asumir la misión de evangelizar. De llevar al mundo la Buena Noticia.
A la familia hay que ayudarla con políticas tales como: abatir la inflación, con un combate sin tregua contra la inseguridad y la corrupción; con salarios dignos; con una seguridad social eficaz; que a los jóvenes se les de posibilidades, recursos, para fundar una familia; etc.
A todos les recomiendo: Defiendan el matrimonio. Defiendan la Familia. Se requiere el hacerlo para la felicidad de la sociedad.