Las sociedades del presente están urgidas de buenos ejemplos.
Por ejemplo entendemos, buenas acciones, buena conducta, que
pueda inclinar a otros a que las imiten.
Los buenos ejemplos han de venir primero de la familia: los
que dan los padres a los hijos. Luego, los que provienen de gobernantes,
políticos, religiosos, empresarios, sindicalistas y de la sociedad en general.
Estamos observando en el mundo actual - Venezuela no
constituye la excepción – conductas y acciones nada edificantes: corrupción,
pornografía, permisividad moral, consumo de drogas, venta libre de armas,
sicariato, secuestro, robos, atracos, e impunidad.
Recalco que son conductas nada edificantes y que no pocos
imitan para su destrucción y de la sociedad. Son degradantes de la moral, de
las virtudes, de las buenas costumbres,
que deben regir en los pueblos.
El cristiano tiene la palabra. Ha de ser íntegro, hijo de
Dios sin mancha en medio de una generación perversa y depravada, ante la cual
brilla como estrella en el mundo, mostrando el mensaje de la vida (Fil 2, 15 –
16).
Los cristianos además de luchar por una praxis revestida de
las características antes señaladas, debemos anunciar el Evangelio que ilumina
a todos, creyentes o no; pero ese anuncio o predicación, a tiempo y a
destiempo, ha de partir de la conciencia de ser “carta de Cristo, escrita con
el Espíritu de Dios vivo, no por méritos propios” (2 Co 3, 3).
Como evangelizadores, los cristianos, que somos pecadores
pero que continua y permanentemente confesamos nuestros pecados y nos
arrepentimos de ellos, debemos esforzarnos por ser hijos de la luz. Esa luz que
delata el mal donde se esconda e invita a luchar contra él: “!Despierta, tú que
duermes, levántate de la muerte, y te iluminará Cristo!”
El ejemplo que demos ha de ser con hechos. Buenas obras en
beneficio del necesitado. Sin dejarse asustar en nada por sus adversarios (Fil
1, 27).
Más vale un buen ejemplo que un buen sermón. Seamos
luchadores en imitar a Cristo en nuestra vida cotidiana, en nuestro espacio…
conscientes de nuestra fragilidad humana pecadora, pero en combate, sin desmayar, en contra
suya, levantándonos de las caídas.
Oración. Ilumina Señor a tu pueblo. Llénalo de tu
Espíritu Santo, para que sepa rechazar
el mal y caminar por sendas de bien, siguiendo tu voluntad y cumpliendo tus
mandamientos.
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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo