“Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda creatura” (Mc 16, 15).
Y dijo Dios: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza… varón y hembra los creó” (Gén 1, 26-27).
La antropología divina nos enseña el origen del matrimonio entre un hombre y una mujer. Sabe Dios que el hombre no puede estar sólo y, por lo tanto, le crea una compañera. El hombre sólo nada puede.
La unión, libremente consentida entre el hombre y la mujer, genera el sacramento de servicio social llamado matrimonio.
Esa unión lleva a la pareja a procrear hijos. A formarlos en la fe, en valores, a darles afecto, educarlos y hacerlos útiles, hombres de bien para la sociedad.
De esa unión nace la familia, célula fundamental de la sociedad.
La familia antecede al Estado o a los gobiernos y a cualquier otra organización política.
Los Estados o gobiernos – cualquier otra organización – tienen la obligación de fomentar, desarrollar y cuidar a la familia, pero eso si, acorde con el principio de la doctrina social de la Iglesia de subsidiaridad. De conformidad con este principio hay que respetar a cada familia para que pueda cumplir con sus deberes y gozar de sus derechos.
Cuando a la familia no se le cuida, sobrevienen los desastres sociales, tales como robos, atracos, secuestros, asesinatos… y paremos de contar. No resulta exagerado si afirmamos que la desintegración de la familia es causa de la descomposición social existente hoy en la sociedad.
Yo desearía proponer como modelo de la sociedad la familia que haya aceptado a Jesús en su vida y se haya comprometido con él a seguirle.
La familia es la primera escuela del ser humano. Es fuente de santidad, si es cristiana, de sociabilidad. En su seno, el hombre no es una cosa ni un objeto, como tratan algunas organizaciones a la creación de Dios que tiene dignidad y libertad por ser semejante a El. El hombre es tratado como persona por su familia. Se le toma en cuenta, se le ama, se le quiere y se le aprecia.
La familia cristiana tiene una misión, un rol, en la sociedad. No puede quedarse en las cuatro paredes del hogar. Ha de abrirse al mundo y llevar a éste a Cristo, para renovarlo y cambiarlo. Que pueda vencer, con la fe en Cristo, la permisividad moral, el sincretismo religioso, el secularismo que niega a Dios y la angustiante inversión de valores.
La sociedad necesita con urgencia de una Nueva Evangelización como la está proponiendo nuestro Santo Papa Benedicto XVI. La familia cristiana ha de asumir la misión de evangelizar. De llevar al mundo la Buena Noticia.
A la familia hay que ayudarla con políticas tales como: abatir la inflación, con un combate sin tregua contra la inseguridad y la corrupción; con salarios dignos; con una seguridad social eficaz; que a los jóvenes se les de posibilidades, recursos, para fundar una familia; etc.
A todos les recomiendo: Defiendan el matrimonio. Defiendan la Familia. Se requiere el hacerlo para la felicidad de la sociedad.
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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo