miércoles, 15 de julio de 2015

La reconciliación, camino hacia la paz

“Para todos los hombres y mujeres de buena voluntad de Venezuela y del mundo entero”
Varias veces me he preguntado sí soy prudente y oportuno, escribiendo, casi que a diario, sobre la Paz y su necesidad urgente. He recordado al apóstol Pablo que decía hay que anunciar la Palabra de Dios a tiempo y a destiempo. La Paz es un don de Dios. He querido saber cuál es la naturaleza de esta presencia escritural y, también, me he respondido: Una cátedra de educación para la paz.
La acción del Espíritu Santo me puso, aún más, en ese camino, cuando ese hombrecito grande, sencillo, santo y sabio, Monseñor Ubaldo Santana, me juramentó Presidente de la Comisión Arquidiocesana de Justicia y Paz, y juramentó, también, a Gustavo Ruiz y a Kenia Sánchez, Vice-Presidente y Secretaria, respectivamente, de ésta Comisión, creada por el Arzobispo de Maracaibo. La que ha contado con la sabia asesoría permanente de los Diáconos César Montoya y Jorge Monsalve.
Ese camino de educar para la paz “no es una empresa pequeña ni tampoco fácil” (Pablo VI, 1975); pero vale “una misa en Paris”  recorrerlo.
La Paz requiere de una acción continua, en todo momento saber engendrar la paz, hacer la paz. Venezuela no quiere seguir llorando cada vez que un hijo se le va. Desea ver a sus líderes de gobierno, oposición, a ti y a mí, propiciando la reconciliación, el camino hacia la paz. Quiere hechos desinteresados, de amor por el país, de unidad nacional, de hermanos tomados de las manos… no quiere seguir escuchando amenazas de tomas de armas para defender lo indefendible porque contra la verdad no hay defensa con posibilidad de éxito alguno. La llamada “revolución” presenta un balance negativo inquietante para nacionales y extranjeros. Venezuela es hoy preocupación permanente de buena parte del mundo, por no decir del planeta entero.
Tengamos fe y esperanza. Dios actúa en la escena de la historia donde cambian los hombres y las cosas también, es decir, “las cuestiones, de cuya equilibrada solución depende la convivencia pacífica entre los hombres” (Pablo VI).
Interioricemos la paz en nuestros corazones. Es verdadero humanismo, verdadera civilización, en palabras del hoy Beato, Pablo VI, el hombre que hizo posible el Concilio Vaticano II, ya que San Juan XXIII, en acto de valentía para renovar la Iglesia, sólo pudo convocarlo. Digamos NO a las armas. Hay que convertirlas en instrumentos de arados de la tierra. NO a la violencia. Amemos la vida. Amemos al prójimo. Amemos la Paz, la justicia, el derecho, y el bien común.
Cristo es la Paz. El es el principio de la reconciliación (Fil 4, 7).

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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo