jueves, 19 de febrero de 2015

Recordando a San Juan Pablo II y su Centesimus Annus

“… los ricos deben temer las tremendas amenazas de Jesucristo, ya que… habrán de dar cuenta severísima al divino Juez del uso de las riquezas” (CA no. 30).
Centesimus Annus es la novena carta encíclica que escribió San Juan Pablo II y que firmara, en su trascendental, histórico y vigente pontificado, el 1 de mayo de 1991. Abordó los asuntos sociales en recuerdo de Rerum Novarum de León XIII y sus cien años de haber sido aprobada. Son encíclicas que enriquecen poderosamente el iter de la Doctrina Social de la Iglesia que se inicia con RN la reina de las encíclicas sociales.
RN denunció “la división de la sociedad en dos clases separadas por un abismo profundo” que, para nadie es un secreto, se ha agravado en nuestros tiempos, en las “cosas nuevas” de la actualidad planetaria, de la que Venezuela no escapa. Ya en nuestro país hay guetos o apartheid. Puedo probar lo que afirmo.
Los ilícitos económicos, de todo pelaje, que, incluso, han llevado al Santo Papa Francisco a denunciar al mundo que “hay esclavitudes modernas” (Léase el Mensaje del 1 de enero de 2015 con ocasión de la Jornada Mundial de la Paz), originan esos guetos y esas diferencias sociales odiosas, inaceptables, peligrosas para la paz en la sociedad actual.
Son consecuencias de sistemas sociales socialistas marxistas-comunistas y de capitalismo salvaje (Frase de la autoría de San Juan Pablo II) y de democracias que perdieron su rumbo en aras de la justicia social y el bien común. La dignidad humana es víctima del ateísmo y del materialismo o consumismo exacerbado o patológico. Tanto RN como CA critican al socialismo marxista comunista como al liberalismo sin control, y a las dictaduras que les han servido de sustento para horror de millones de seres humanos.
Son principios de inviolable valor humano la defensa de la propiedad privada pero no absoluta; la existencia de un Estado que defienda los Derechos Humanos en especial el de los indefensos y necesitados; el derecho a ser libre de manera permanente; a tener libertad de religión y a profesarla en público, no sólo dentro de la Iglesia sino en la sociedad entera; el derecho a un salario suficiente, justo, para sostener la familia que es estructura fundamental a favor de la “ecología humana”, en cuyo seno el hombre recibe las primeras nociones sobre la verdad y el bien, aprende a amar y a ser amado, y a ser persona;  el derecho a una ecología y ambiente sanos; el bien común; la paz y la justicia; la verdad; la ley como soberana que es y no capricho o voluntad arbitraria de hombres; la subsidiariedad; etc.
La actividad económica debe ser consecuencia de la libertad, de un uso responsable de ésta, para intuir y satisfacer necesidades. El libre mercado es eficaz; pero no en todo, porque hay necesidades que no tienen salida en el mercado. El hombre no puede ser mercancía. Debe contar con salarios suficientes; seguros sociales; pensiones y jubilaciones dignas; y una adecuada tutela de las condiciones de trabajo.

Recordar a San Juan Pablo II y CA es hacer remembranza del año 1989 cuando cayera el comunismo, desapareciera la URSS y fuera derrumbado el tristemente célebre muro de Berlín. No sé si es preferible el menos imperfecto de los capitalismos que “vivir” en un sistema que todo lo controla y no hayan alimentos, medicinas, repuestos, y que lo único que se haya democratizado sean las colas para indignidad e infamia del pueblo que sufre.

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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo