miércoles, 26 de junio de 2013

Jesucristo, el gran comunicador

“… si no tengo caridad soy como bronce que suena o como címbalo que retiñe” (1 Co 13, 1)
Nadie puede negar que estamos en un mundo de cambios asombrosos, que producen una vasta transformación. De una sociedad mundial que tiene a la humanidad en dudas, inseguridad, incertidumbre, nerviosismo, porque la información llega a borbollones al instante, cuando los hechos están ocurriendo. Verbigracia, lo de Brasil, antes lo de Turquía, es impactante.
Quiero dejar plasmado, que es obvio, que haya hoy hombres y mujeres sin bienestar espiritual y si lo tiene en lo material, este no es de todos.
La falta de bienestar espiritual se expresa en una profunda crisis de fe, de alejamiento de Dios e incluso de su negación. Han surgido – surgen cada día más – sectas, “religiones” a la carta, o dicho de otra manera, es la increencia lo que domina.
Son millones las personas que andan en búsqueda de sentido a la vida. A veces dudo que sea verdad, cuando ocurre lo que sucede donde no hay respeto por la vida, donde crece el delito con todo tipo de crueldad, de irrespeto a la dignidad de la persona humana, porque qué otra cosa puede ser el secuestro, el tráfico de personas para fines de esclavitud sexual, el aborto.
¿Consecuencias del vacío espiritual? ¿Consecuencias de la falta de amor a Dios?
Se habla de modelos y ¡de repente! los pueblos se levantan violentamente alegando empobrecimiento, y denunciando la corrupción cada día mayor, la falta de buenos servicios, de empleos dignos, de seguridad social. El crecimiento económico no llega a todos.
Francisco ha dicho que el creciente desempleo mundial se manifiesta en pecado contra la posibilidad del hombre de ganar el pan para su sustento y el de su familia. Ha denunciado, sin decir expresamente al denunciado o denunciados, que el despilfarro de la comida es un robo que se le hace a los pobres y ha ido más allá, sosteniendo, que se produce comida para todos pero la codicia, de intereses financieros internacionales, no permite acabar con el hambre.
Ante esta realidad, los cristianos debemos ir por el mundo a evangelizar (Mc 16, 15), a llevar la Buena Nueva, a denunciar, sin miedo, el pecado. A anunciar a Cristo como el único salvador de la humanidad. El que cree en Él vivirá por siempre.
La nueva evangelización de la fe cristiana implica comunicar.
Está en el tapete el cómo hacerlo, como en su momento histórico hiciera Jesús que, fue tal su infinita imaginación, que alimentó sus parábolas con los elementos pastoriles de una comunidad campesina, logrando con ellas enseñar a sus discípulos. Por esta razón afirmo a los cuatro vientos que Jesucristo es el gran comunicador de todos los tiempos.
Nosotros, los hombres y mujeres católicos de la actualidad, debemos imitar a Cristo y con mucha creatividad, imaginación a raudales, adecuar la cultura actual al Evangelio. Inculturizar con éste, llevarlo a las raíces de un mundo lleno de secularismo, sincretismo y relativismo, penetrar los corazones de las personas que sufren de vacío espiritual.
Responder a la cultura digital con sus avances tecnológicos maravillosos, usando las redes sociales para que se conviertan en redes capaces de pescar a pecadores. Transmitir digitalmente la Palabra de Dios.
La Iglesia siempre ha sido experta en creatividad de imágenes y signos, en música, y lo seguirá siendo.
Todo lo antes expuesto, hay que hacerlo con autenticidad, sin perder de vista la capacidad de la Palabra de Dios de tocar los corazones más que al esfuerzo nuestro. Elías reconoció la voz de Dios “en el susurro de una brisa suave” (1 Re 19, 11 – 12).

Son guías de estas notas, el Mensaje de Benedicto XVI para la 47 Jornada Mundial de la Comunicación Social que, con el título de Redes Sociales: Portales de verdad y de fe; nuevos espacios para la evangelización, produjera el santo Papa emérito recientemente.

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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo