Decía Angelo Giuseppe Roncalli que a él no
le preocupaba su condición de anciano, pues era del criterio de que para el
honor de un hombre bastaba con haber concebido una empresa, haber pensado,
ideado, iniciar algo. Afirmaba, también, que no hay que preocuparse de sí mismo
y de quedar bien. Le agregaría: hacer las cosas poniendo lo mejor de nosotros
en ellas.
Teniendo
casi 77 años fue electo Papa, adoptando el nombre de Juan, en honor del
evangelista, y se le conoce, por sobradas y justificadas razones, el Papa
bueno. Fijémonos que tenía un año menos que Benedicto XVI y uno más que
Francisco cuando fueron elegidos Papas.
La ancianidad no constituyó óbice alguno
para escribir ocho encíclicas y convocar, como lo hiciera, el Concilio Vaticano
II, que se le consideró un nuevo Pentecostés, de vigencia plena para la
transformación de la Iglesia y su base doctrinaria. Y eso que “era de transición”.
Su humor respondía a su fina inteligencia.
Una vez le preguntó un periodista qué cuantas personas trabajaban en El
Vaticano y respondió: aproximadamente un cincuenta por ciento.
Las encíclicas más importantes que publicó
fueron: Mater et Magistra y Pacem in Terris (La Paz en la Tierra).
Pues bien, la última de las antes
mencionadas, ha cumplido el 11 de abril recién pasado, 50 años.
Su Santidad el Papa Francisco me hace
recordar a Juan XXIII. Sus actos están
llenos de imágenes y de simbolismo, ambos de buen humor, de sencillez, y de
sabiduría. Si el Papa bueno dejó su impronta renovadora o revolucionaria en la
Iglesia, Francisco camina en esa dirección.
Francisco nos ha hecho recordar a Pacem in
Terris diciendo que este aniversario “sea un incentivo para comprometerse
siempre más en promover la reconciliación y la paz a todos los niveles”.
Ayer, el 11 de abril de 1963, estaba en
vilo la paz en el planeta con la amenaza de los misiles entre URSS, USA y Cuba,
de una guerra nuclear. A Juan XXXIII no le tembló el pulso para dictar esa
encíclica. Hoy, el asunto es grave, con la situación guerrerista nuclear de
Corea del Norte. USA y Corea del Sur. Tiene vigencia la encíclica.
Yo estructuro una consigna: SI a la VIDA,
NO a la guerra.
La paz no es utopía, es posible. Ya basta
de violencia.
Jesús nos dice: “la paz les dejo, mi paz
les doy. No como el mundo la da se la
doy yo” (Jn 14, 27)
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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo