“…, es la
expresión de la universalidad de la Iglesia, que no conoce distinción alguna de
raza y de clase, puesto que todos nosotros somos uno en Cristo”. Benedicto XVI, el custodio de la fe.
Cuando León
XIII dicta la encíclica Rerum Novarum (Finales del siglo XIX), “la teoría
política dominante trataba de promover la total libertad económica con leyes
adecuadas o, al contrario, con una deliberada ausencia de cualquier clase de
intervención… ya se veía claramente la gravísima injusticia de la realidad
social…” (CA No. 4). “El capital, con una nueva forma de propiedad, y una nueva
forma de trabajo, el trabajo asalariado, caracterizado por gravosos ritmos de
producción, sin la debida consideración para con el sexo, la edad o la
situación familiar, y determinado únicamente por la eficiencia con vista al
incremento de los beneficios” (CA No. 4).
El hoy Beato,
el Papa Juan Pablo II, es el autor de lo antes expuesto, en su encíclica
Centessimus Annus, publicada en homenaje a la RN, del Papa León XIII.
Se sintetiza
el final del siglo XIX, afirmándose que, lo dantesco de la realidad social,
donde habían niños esclavos, era la consecuencia, entre otras causas, de “la
acumulación de las riquezas en manos de unos pocos y la pobreza de la inmensa
mayoría” (CA).
No tengo duda
en seguir a León XIII, en sostener, que “la paz se edifica sobre el fundamento
de la justicia”. Es el contenido esencial de su encíclica. Y así, lo ratifica
Juan Pablo II que, en mi criterio sabía el por qué de las guerras mundiales y
de la instauración del comunismo, del llamado socialismo real, fundado en el
marxismo. El contribuyó poderosamente a que cayera, sin un tiro, la URSS.
Hoy la
realidad social, de empobrecimiento masivo a escala planetaria, está viendo el
maridaje de comunismo-capitalismo, y, donde, algunas élites, “comunistas” están
obscenamente enriquecidas, no importándoles un bledo que los pueblos sean
sojuzgados, con el cercenamiento de la libertad, de la dignidad y de sus
asociaciones. Les interesa engrosar sus beneficios o sus ganancias.
Yo
soy un convencido a plenitud, que la Doctrina Social de la Iglesia, es idónea
para “indicar el recto camino a la hora de dar respuesta a los desafíos del
presente” y, por ello, se impone una Nueva Evangelización, o sea, el anuncio de
Cristo, en aras del desarrollo humano integral. Hay que decir, siguiendo a Juan
Pablo II que “no existe verdadera solución para la cuestión social fuera del
Evangelio” (CA No. 6).
Hay que
criticar, como lo hizo León XIII, a las ideologías sociales y económicas,
socialismo y liberalismo, que hoy se dan las manos para explotar al hombre, con
ilusorias promesas de un futuro mejor.
Es obvio,
que, para nuestra amada Iglesia, la opción preferencial sean los pobres y a
ellos dedica su constante preocupación y dedicación, no puede ser de otra
manera. Así lo quiere Jesús. No pueden ser dejados solos, en indefensión, ante
lobos poderosos que actúan en concordancia con aquello de que el hombre es el
peor lobo del hombre.
No puede aceptar la Iglesia un sistema
político-económico que no respete la libertad del hombre, de su derecho a tener
una vida digna, justas ganancias, justo salario, él y su familia. El Estado ha
de ser interventor para evitar desigualdades hirientes, promotor de un
desarrollo humano integral, donde Estado, empresarios y trabajadores se den las
manos en beneficio de todos y de la necesaria paz social.
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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo