lunes, 12 de marzo de 2012

Clemente de Alejandría y la riqueza

San Clemente de Alejandría (Titus Flavius Clemens) nació en Atenas a mediados del siglo II y murió en Capadocia entre los años 211 y 216, donde fue a parar ante una de las persecuciones en contra de los cristianos. Hay quienes han pensado que nació en Egipto, ¿la razón? Que Alejandría – donde llegara a existir una gran biblioteca, la más grande del mundo en su época – pertenece a ese país africano que, recién, fuera sacudido por la llamada “primavera africana” que sacó del poder a Mubarak. Por cierto, Alejandría, en mi criterio, es la ciudad más linda del país de las pirámides donde floreciera un gran imperio.

San Clemente de Alejandría fue ordenado presbítero. De gran cultura, que se refleja en 350 citas de los clásicos griegos, en 1500 y 2000 del Antiguo y Nuevo Testamento, respectivamente. Para el santo Papa, Benedicto XVI, es “uno de los alféreces del diálogo entre fe y razón en la tradición cristiana”.

Este padre apostólico de la Iglesia Católica, en Alejandría, sembró raíces, y fue alumno brillante de Panteno, administrador de la escuela de catequesis de esa ciudad egipcia, a quien sucediera en la dirección de dicha escuela.

En “El valor de las riquezas”, una de sus obras, afirma que Dios quiere que estemos libres de pasiones desordenadas como la codicia. El quiere que desterremos del alma la primacía de las riquezas y del dinero que ahoga la verdadera vida.

Leyendo esa obra, pensamos en la actualidad, en el mundo del presente, que, no pocas veces, sus gobernantes impiden o no propician las condiciones económicas y educativas para que las personas tengan lo necesario para vivir de manera digna y decorosa. Es “indudable – afirma San Clemente – que quien carece de lo necesario para la vida se turbe de espíritu y se distraiga de lo más importante, con intento de procurárselo cómo y dónde sea”.

Los tiempos de cuaresma invitan a acercarse a Jesús y a su Pascua. Tiempo para la meditación. Para que, a través de la oración, haya un diálogo con Dios y se manifieste, en ejercicio espiritual, qué ha de hacerse como gobernante, como lideres empresariales, como políticos, para que Estados ricos y personas adineradas, de grandes riquezas, creen condiciones para que todos puedan lograr lo necesario para vivir a semejanza de Dios, que le dio al hombre dignidad. Pero que conste, no es sólo el rico – Estado o persona de riquezas y dinero – sino todos, sin excepción, que debemos practicar el compartir y la solidaridad, no solo en cuaresma sino de manera habitual, para que nadie se quede sin el pan.

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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo