martes, 25 de enero de 2011

Sin un niño de la calle

“Yo, Hugo Chávez, me prohíbo a mi mismo que haya niños de la calle. Seré el primer culpable si hay niños de la calle en Venezuela”. Hugo Rafael Chávez Frías (6/12/98)
No existe una institución en el mundo que, de una manera prioritaria, haga más por la niñez como lo hace la Iglesia Católica.
Ella se ocupa todo el año y todos los años, y todos los días, por la educación cristiana, por la educación cívica y por la atención de sus necesidades físicas, de todos los niños, en especial de los están en situación de pobreza, de violencia, de abuso sexual, de niñez trabajadora, huérfanos, niños soldados; y combate sin tregua, sin aspavientos, la pornografía y prostitución infantil.
La Iglesia Católica, que es santa, hace de todos los días una eterna Navidad. Ella sabe que “un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado” (Is 9, 5). No espera el nacimiento del Niño Jesús para volver los ojos hacia los niños. Hace a favor de ellos una permanente catequesis.
La Iglesia defiende el derecho de nacer y, por tanto, la vida. Condena el aborto.
Ella, siguiendo a Jesucristo, no quiere que exista marginación ni explotación en contra de los niños.
La Virgen María dijo un “si” generoso para aceptar su misión. Se comprometió a cuidar el Niño Jesús, lo alimentó y lo acompañó siempre. Jamás lo abandonó. Y la Iglesia, que es Mariana, hace por tanto lo mismo. Jamás se deja de ocupar por el bienestar espiritual y físico de los niños. Condena a los herodianos.
La sabiduría de la catequesis de los niños lleva a la enseñanza de que los ambientes de los hogares y de otras instituciones que visitan los niños, donde se enseñan a amar, a respetar y a ser generosos y saber compartir, forma niños ajenos a todo tipo de egoísmos.
La Iglesia quiere que los esposos se amen y le hagan felices los días a los niños. Les invita a no pelear entre ellos. Y quiere que los gobiernos sean capaces de mantener y crear numerosas fuentes de empleos, con buenas condiciones laborales y excelente seguridad social. Lo quiere para que la familia sea estable. Que no sufra embates que puedan llevarla a su desintegración.
La familia es la primera escuela del niño. Allí se inicia su sociabilidad.
“Hacerse niño con relación a Dios es la condición para entrar en el Reino” (Mt 18, 3 – 4).
¡Que hermoso es que el niño al llegar a la adultez tenga siempre un espíritu de niño!
Que triste es cuando el niño al hacerse hombre llore. Ámalo para que no suceda. Ámalo para que al ser adulto respete, ame, sea generoso, ría, sea feliz, y ame a Dios por encima de todas las cosas, y al prójimo como a si mismo.
No creo que a la Iglesia Católica le sea grato que sean los seres más frágiles e indefensos – los niños - utilizados en publicidades mercantiles y políticas. Es un irrespeto para la niñez que la sociedad toda debe rechazar.

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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo