domingo, 20 de diciembre de 2009

La Navidad y su significación.

La Navidad está precedida por el Adviento que es esperanza en la venida de Dios a la tierra. Es trascendente esta presencia porque, a partir de ese momento, el Cristianismo toma un rostro humano, pasa a ser una religión de un Dios vivo.
La Navidad es un gran acontecimiento porque significa el nacimiento del Niño Jesús, es decir, de Dios, que viene a salvarnos de nuestros pecados.
Jesús viene como Rey, que gobierna con prudencia y aplica la justicia y la ley en beneficio del que sufre, del marginado, de los pobres y de todo el que se ha alejado de Dios y lo rechaza. Quiere el arrepentimiento del que rechaza a Dios.
Jesús, que es Dios, es amor, misericordia y paz. Su poder es infinito y eterno. Nos ama y vino a asumir nuestros pecados, sin ser él pecador, para tener una muerte en Cruz. Muerte ignominiosa.
Jesús cumple la voluntad del Padre. Para Dios no hay nada imposible. Acepta esa muerte en Cruz porque sabe que vendrá después su Resurrección y que el premio de ésta es la vida eterna.
La muerte en Cruz y la Resurrección son la base del cristianismo. Sin ellas, el Cristianismo no tendría razón de ser. Constituyen la razón de mi fe, de nuestra fe.
¿Cuál es mi esperanza en estos días? Que las familias que viven situación difícil tengan y mantengan fe en Dios, que no desampara a nadie; que haya justicia, que se aplique la ley con celeridad e imparcialidad, que la inseguridad sea minimizada, que haya paz y unidad entre todos los venezolanos. Es lo que le pido al Niño Jesús en esta Navidad, para que haya tranquilidad en días de crispación y confrontación inútiles, que, mayoritariamente, el país rechaza ante la terquedad de quien o quienes actúan de esa manera.

domingo, 13 de diciembre de 2009

Las relaciones en el mundo de la globalización.

La muchedumbre escuchó en las diversas lenguas, el anuncio de las “maravillas de Dios” (Hch 2, 4 – 11).
El hombre no puede estar aislado. Su naturaleza, de ser social, le impulsa a relacionarse. Lo relacional, que está ligado a relación, es conexión, trato, comunicación de alguien con otra persona.
Son de distintos tipos las relaciones humanas, que como persona individual o como pueblo, se pueden establecer.
Un país necesita de buena diplomacia que, siendo el arte del disimulo, permite las buenas relaciones comerciales, culturales, sociales, políticas y de toda índole.
Como persona individual, el hombre y la mujer, necesitan de relaciones para aprender, ejercitar una carrera, ganar dinero, disfrutar o simple y llanamente, ganar amigos. Deben actuar, en los vericuetos de la vida social, con tino, perspicacia, circunspección, política y diplomacia. Ser mansos como palomas y astutos como serpientes.
En las relaciones deben prevalecer la cortesía, el buen trato, el buen decir o hablar, el respeto a la dignidad de las personas, a su decoro, y respetar la confianza.
Las relaciones no deberían tener como prevalente el comercio, los intereses materiales y menos, cuando se trata de amistad. Ésta, por interés, se desvirtúa. Sería cualquier cosa, pero, nunca, amistad.
Cierto es que lo relacional es esencial para la vida de los pueblos y de los hombres.
¿Cuál es la principal conexión del hombre y la mujer?
Con Dios. Con lo Trascendente. Como cristiano católico, con Dios, Jesucristo y el Espíritu Santo. Y agrego, de inmediato, y con la Iglesia. Es, si se me permite decirlo, el elenco prevalente de relacionalidad del católico.
El desarrollo está vinculado, diría que de manera indisoluble, a la inclusión relacional que, obviamente, es opuesta al aislamiento. Es realidad de comunión, de participación en lo común, de trato con Dios, de amor al prójimo, de trato familiar, y de recibir la eucaristía. ¡Pobre del país que margina a Dios! ¡Pobre de un pueblo sin fe!
¿Qué quiere Dios de los pueblos y de las personas individuales?
“Que sean uno como nosotros somos uno” (Juan 17, 22). Esta unidad la logra la Iglesia caminando por los vericuetos de los caminos de toda la tierra. Porque la Iglesia ante las dimensiones culturales de la globalización asume el desafío de defender el humanismo cristiano. Como dice Juan Pablo II, “la Iglesia es en Cristo como un sacramento o señal e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano” (Lumen Gentium).
La Iglesia, caminando por el mundo, busca la unión de todo el género humano, con toda clase de relaciones sociales, técnicas y culturales, en plena unidad con Jesucristo.
Que esa unidad esté caracterizada por el amor, la verdad, la fraternidad y la paz, para el desarrollo humano integral. Que esa relacionalidad con Dios, con Jesucristo y el Espíritu Santo (la Santísima Trinidad) repele, rechace, al sincretismo superficial que, según mi admirado Papa, Benedicto XVI, es “un posible efecto negativo del proceso de globalización” (Cáritas in veritate Nos. 54-55); sincretismo religioso que es “factor de dispersión y de falta de compromiso”, que sólo persigue el bienestar individual y margina o rechaza lo Trascendente, a Dios.
Entre tanto, hasta la eternidad, la Iglesia sigue caminando, todos los días, anunciando el Evangelio de Jesús que es “camino, verdad y vida”, superando la dispersión de Babel de ayer y de hoy, anuncio que, de Jesús, debemos hacer, todos los días, los laicos católicos, como un deber de conciencia y de fe.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Autoridad y poder

Sé que es difícil diferenciar la Autoridad del poder porque son conceptos que van estrechamente de las manos, sin embargo, me atrevo a hacerlo. Por cierto, que esos conceptos están ligados a los términos influencia y obediencia.
La Autoridad y el poder encuentran justificación si las personas u órganos que las detentan pueden influenciar, persuadir y convencer. Todo dirigido a la obediencia del gobernado o dirigido.
Toda sociedad, como organización de personas que es, necesita de disciplina. Pues bien, la obediencia, que es una virtud natural indispensable, hace que exista disciplina y eficacia en toda organización, teniendo como principal de ésta, la sociedad civil.
Jesucristo tuvo una obediencia sobrenatural. Se hizo obediente hasta la cruz en muerte. Jesús obedecía la voluntad de su Padre, que nos lo dio para la salvación por nuestros pecados.
La Autoridad no puede estar reñida con la religiosidad, con la moral, la ética, la preparación, el civismo y la honestidad. En esto no puedo pasar por alto que ser honesto es ser revolucionario. La Autoridad debe amar a Dios y al prójimo, y tener conocimiento de Dios y temor a Él.
El poder es el uso de la fuerza para hacer que el gobernado obedezca. Esa fuerza es exclusiva del Estado para garantizar el orden, la paz y la seguridad ciudadana. Grave es cuando esa fuerza cae en manos de mafias, de bandas delincuenciales y de organizaciones híbridas de funcionarios policiales y militares delincuentes. Sus efectos son de la alarma ciudadana de toda Venezuela.
Ideal sería que, en un gobernante se conjuguen la autoridad – como concibo en mi intento de diferenciarla del poder – y el poder, porque el gobernante debe garantizar la seguridad ciudadana. Si tiene que aplicar medidas incruentas tiene que hacerlo, por supuesto, sometido a la ley.
El artículo 7 de la Constitución vigente en Venezuela, establece, que “ésta es la norma suprema y el fundamento del ordenamiento jurídico. Todas las personas y los órganos que ejercen el Poder Público están sujetos a esta Constitución”.
Entonces definamos que la Autoridad merece respeto, si tiene mérito, si no es déspota, si no es injusta, si no es corrupta, si busca el bien de todos, entonces así, es una cualidad y sus leyes y órdenes serán obedecidas.