domingo, 25 de octubre de 2009

Es obligación vital cuidar el ambiente.

Cuando me tocó la responsabilidad de ser Juez Agrario de Primera Instancia del estado Zulia, siempre ordenaba a las partes que procedieran a conservar el ambiente, la naturaleza y los recursos naturales renovables. Procedía inspirado en mis convicciones y acorde con la más calificada doctrina iusagrarista que considera a esos bienes “sustentáculos de la vida misma”. El Tribunal Agrario de jurisdicción especialísima, tenía por finalidad trascendente cuidar de las Tierras, Bosques y Aguas. Inicialmente tenían como denominación: Juzgados de Tierras, Bosques y Aguas. Y hasta, pasado el tiempo, se les consideró, por disposición de la Ley Orgánica de Tribunales y Procedimientos Agrarios, tribunales ambientales, porque podían conocer de los delitos y faltas en contra de esos recursos indispensables para la vida.
Esos bienes son creación de Dios. Él, que, en la cumbre de la creación, llegó a querer al hombre y a la mujer “a imagen suya” (Gén 1, 31), les confió a ellos la responsabilidad de tutelar su armonía y desarrollo (Gén 1, 26 – 30).
El creyente debe salvaguardar el ambiente y, el no creyente, pero de buena voluntad, debe hacerlo también. Es una obligación vital religiosa, de buena voluntad y legal o constitucional y, por qué no, hasta supraconstitucional.
Nuestra Constitución vigente, en el artículo 127, dispone que “es un derecho y un deber de cada generación proteger y mantener el ambiente en beneficio de si misma y del mundo futuro. El Estado protegerá el ambiente”.
Su uso, el de los recursos naturales, ha de ser racional. Con el compromiso de mantener un ambiente sano, respetando con ello la vida y la dignidad de la persona humana, la diversidad biológica, los recursos genéticos, los procesos ecológicos, los parques nacionales y monumentos naturales.
¡Que de ríos desaparecidos! ¡Cuántos contaminados! Nuestro Lago de Maracaibo, de Venezuela, hoy seriamente contaminado y dañado, cuando ayer cercano, como el reservorio de agua dulce más grande del mundo, podían los zulianos bañarse en él. Ese hermoso Lago, que tanto petróleo ha producido y produce, hoy languidece, y la humanidad entera debería intervenir para salvarlo. ¡Cuántas especies desaparecidas!
El hombre se ha creído un tirano de la naturaleza y ésta se está rebelando. Los cambios climáticos no andan lejos de ser consecuencia de esa cruel tiranía.
Insisto en lo del uso. Como lo expone Benedicto XVI, nunca podría estar separado de la relación natural, con el ambiente, el desarrollo humano. Es un don de Dios para todos y su uso representa responsabilidad para con los pobres, las generaciones futuras y con toda la humanidad.
El Papa, en su encíclica Cáritas in veritate. Sostiene que “la naturaleza es expresión de un proyecto de amor y de verdad”.Franciscanamente debería ser el trato del hombre con la naturaleza. Hablarle, amarla, como hacía San Francisco de Asís, el Patrono celestial de los ecologistas, quien sabía que todo tiene a Cristo por cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra (Ef 1, 9 – 10).

domingo, 18 de octubre de 2009

La comunidad internacional y su ayuda para el desarrollo.

“Les aseguro que lo que les hayan hecho a uno solo de estos, mis hermanos menores, me lo hicieron a mi” (Mt 25, 40).
Verdadera ayuda, poner el hombro a los pobres y necesitados, que tienden a crecer en legiones infinitas en el mundo globalizado de hoy, que arrastra a miles de pueblos, necesitan estos, con urgencia, para lograr un desarrollo humano que sea integral. Es garantía de paz, que está seriamente amenazada en el mundo actual. Pero AYUDA de los poderosos del orbe, no ayudas que “solo patrocinan el asistencialismo paternalista y afectan la libertad, la dignidad y autonomía de los pueblos, no tanta “ayuda” u “obras de beneficencia”, sino más condiciones de equidad y mayor empeño en el justo reparto de los bienes creados y mayor apoyo al libre desarrollo de los pueblos” (SCHÖKEL, Luis Alonso. La Biblia de Nuestro Pueblo. Comentario al capítulo 47 del Génesis, que recomiendo leer).
Ese desarrollo, para que sea humano e integral, que promueva a todos los hombres, tiene que tener como principio, la centralidad de la persona humana. Debe mejorar la calidad de vida de todos, no de manera abstracta, sino de forma concreta, a personas de espíritu y cuerpo, de carne y huesos. No un desarrollo de declaraciones de crecimiento económico, de solo macroproyectos económicos. Se requiere de microproyectos que movilicen, efectivamente, a toda la sociedad civil, como afirma Benedicto XVI en Cáritas in veritate.
Los proyectos de desarrollo de los pueblos, además de flexibles, necesitan de seguimiento, en cuanto a sus resultados. Que éstos se logren.
Estos proyectos deben tener como ejecutores a los pueblos débiles, verdaderos “constructores de su propio desarrollo” (Pablo VI en Populorum progressio no. 76). Los pueblos no pueden estar aislados. Necesitan insertarse cada día más en el mundo integrado del presente y celebrar acuerdos, tratados, que tengan por fin lograr beneficios para sus gentes en forma concreta.
Los organismos internacionales deben cooperar, ayudar, para el desarrollo libre de los países, que eufemísticamente, son llamados países en vías de desarrollo. Deben velar por la transparencia de sus gestiones y que sus burocracias no sean demasiado costosas.
Benedicto XVI, mi admirado Papa, sostiene “que se deben promover aquellas empresas que son capaces de concebir el beneficio como un instrumento para conseguir objetivos de humanización del mercado y de la sociedad…, donde es muy importante proceder con proyectos de subsidiaridad convenientemente diseñados y gestionados, que tiendan a promover derechos, pero previendo siempre que se asuman también las correspondientes responsabilidades”.La subsidiaridad consiste, en que conforme a este principio de Doctrina Social de la Iglesia, “las sociedades de orden superior deben ponerse de acuerdo en una actitud de ayuda (“subsidium”) por tanto de apoyo, promoción, desarrollo respecto a las menores”.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Testamento del guerrilero...

Un radiodifusor, del Maracaibo que no volverá, un poeta, que fuera dueño de Radio Mara, escribió, poco antes de morir, un testamento: su último poema.
Se trata de Luis Guillermo Govea: El güerrillero del aire.
El recorte de prensa, que no sé cuántos años puede tener, que responde a eso de Escritos en el Tiempo, se ha salvado del holocausto que, de mis papeles, viene haciendo mi esposa Lérida. Parece que nos estuvieramos empezando a despedir...
Luis Guillermo Govea era hermano de Angel Emiro Govea. Me detengo para decir quién fué Angel Emiro Govea.
Fue Médico de Niños, como él quería que se le dijera siempre, uno de los fundadores de Acción Democrática, orador de fuste y brillo, que, además, fuera también abogado. Y en el poema es el hermano el más pobre...
Comparto con ustedes ese testamento:
Voy a pedirle a mis hijos
una cosa muy pequeña
a nadie digan que he muerto
digan que su padre sueña
Si casi toda la vida
me la he pasado soñando
con el huso de la muerte
seguiré sueños hilando
Mi mano ignoró el secreto
que mantuve en la otra mano
di el corazón di los ojos
y el más pobre fue mi hermano
El asalto de la muerte
hace tiempo lo esperaba
la sangre que dijo un día
lo que el corazón callaba
Seguro del derrotero
que me asignara el destino
cada dardo que me hirió
lo hice rosa en el camino
Santa de mi devoción
fue eternamente mi madre
y fue el juez de mi conciencia
el ejemplo de mi padre
A vuestra madre la quise
como un pájaro a la aurora
la adoré cuando vivía
y mi cadáver la adora
A la hora en que me voy
solo una cosa les pido
al Dios todopoderoso
hagánle en el pecho un nido
A su madre me la quieren
por sobre todas las cosas
procuren que las espinas
sean menos que las rosas
Adios,mi viejita linda
adios, mis hijos me voy
si un día me necesitan
todos saben dónde estoy.
Fue Testamento, el último poema de ¨El guerrillero del aire ¨.