lunes, 26 de octubre de 2015

Restaurar y reconstruir a Venezuela (Necesaria distinción)

El orden social venezolano requiere ser restaurado y las obras – muchas de ellas – construirlas de nuevo.
En el orden social, el país clama por instituciones que funcionen.  En primer lugar, los poderes, que deben cumplir con el principio de Montesquieu en el Espíritu de las leyes: la separación e independencia de los poderes. Entre éstos puede y debe haber interdependencia pero no dependencia. Es el empeño de hombres causa de su funcionabilidad.
La lectura de encíclicas, dentro del estudio de la Doctrina Social de la Iglesia, como Quadragesimo Anno, publicada el 15 de mayo de 1931, para conmemorar los 40 años de la Rerum Novarum,  que poco movilizó la conciencia de los hombres, no obstante sus publicaciones y estudios, me lleva a reflexionar sobre el caso Venezuela que, según entendidos, es el primer Estado petrolero arruinado. ¡Insólito!
La restauración social fue el propósito central de la encíclica de S.S. Pío XI. Y, el cambio que se produzca en nuestra patria, pasa por esa restauración. Será obra de psicólogos sociales, sociólogos, psiquiatras, religiosos, teólogos, políticos, abogados, empresarios, para recuperar el prestigio venezolano, la convivencia social, la reconciliación, el perdón, la justicia, la moral, la ética, la libertad, la economía… todo el entramado social. No será fácil pero no imposible su recuperación.
Respeto al derecho de  propiedad y su función social, no a la lucha de clases, educación de calidad, formación técnica a obreros y campesinos, fortalecer las asociaciones profesionales, los sindicatos, los partidos políticos, darle dignidad al salario y al trabajo, no a la acumulación de riquezas en pocos, que tantos conflictos genera, justa distribución de la riqueza… todo dirigido a la reconciliación entre los venezolanos.

No al comunismo porque elimina la propiedad y estimula la lucha de clases. No al socialismo y habrá que pensar muy bien en el modelo político económico y social venezolano a poner en práctica. ¡Ojo! Con eso de socialismo bueno y socialismo malo, ambos no están acordes con la Doctrina Social de la Iglesia; ni está conforme con ésta ese capitalismo que estimula también la lucha de clases, causa de guerras, de crisis financieras y económicas y de desigualdades hirientes e inmorales. No a un estatismo exacerbado.

martes, 20 de octubre de 2015

El mercado ceñido a la Doctrina Social de la Iglesia: un hombre no alienado ni oprimido

“Que feliz el hombre cuando es solidario y comparte sin ser obligado a ello”
La propiedad privada tiene una deuda o hipoteca social sobre ella y una función social que cumplir, en sintonía o en concordancia con el destino universal de los bienes que satisfagan el desarrollo humano integral y no haya hambre en la tierra.
En ese contexto afirma la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) que se deben utilizar los bienes y servicios para la producción y el consumo. Es responsabilidad de tres actores: Mercado, Estado y cuerpos sociales intermedios.
Uso y consumo racionales debe ser máxima a cumplir en todo momento y se cuida así la tierra y el medio ambiente.
El libre mercado es un instrumento eficaz para colocar los recursos y responder eficientemente a las necesidades que, siendo infinitas y variadas no deben estar controladas por fiscales o inspectores que indiquen o impongan cuáles son. Esto atenta contra la libertad económica para producir; al igual que una caterva de controles.
Un mercado sin libre competencia no es eficaz y no permite importantes objetivos de justicia. Las ganancias mil millonarias deben ser moderadas y la justa distribución de la riqueza debe ser garantía de paz y bienestar social.
El libre mercado debe garantizar que hayan bienes y servicios en abundancia en beneficio de los consumidores. Estos deben reunirse, asociarse, para salvaguardar sus derechos. El libre mercado debe difundir informaciones de los productos y de su calidad.
Que error y desconocimiento de la verdad, con intereses crematísticos, afirmar que la Iglesia Católica no conoce de economía y no sabe de cómo combatir el hambre, la pobreza. Son los que no quieren escuchar la Palabra de Dios; los que no quieren leer y estudiar los Evangelios de Jesucristo, la Patrística – Padres de la Iglesia, entre ellos Clemente de Alejandría y su obra El valor de la riqueza – y defienden un verbo “acumular” con un cognomento “codicia” y no quieren compartir. Son los que rechazan y son enemigos de la palabra solidaridad. Que interesadamente, ven comunismo donde no existe y se complacen de tener alianzas con comunismo-capitalismo.
La ganancia no puede ser el único objetivo del libre mercado; tiene valores que transmitir a nivel social en coherencia con la lógica del mercado, orientado al bien común y al desarrollo humano integral. Si no tiene ese sentido social degenera con consecuencias inhumanas y alienantes.
La DSI quiere que el libre mercado se rija por la moral, por la ética… y no se corra el riesgo de la idolatría del mercado. Tiene límites. No todo lo resuelve el libre mercado.
La libertad económica tiene que ser regulada por un marco jurídico que la garantice; ella es solo un elemento de la libertad humana, de un hombre sujeto que produce y consume para vivir, sin alienación y sin opresión.
Bachaquear es obra o consecuencia de un Estado o Gobierno con malas políticas económicas y sólo ha generado y genera disvalores con ganancias excesivas a costa del calvario económico del pueblo que tiene que comprar productos con precios por los cielos. Bachaquear es acción de mafias que han encontrado la manera de obtener beneficios superiores a los que producen otros perversos ilícitos, el bachaqueo ha ido contra el valor trabajo en desmedro de la moral de un país.
Fuentes:
1. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, cap. IV, III.
2.  San Juan Pablo II, Centesimus annus 34; 41; 40; 39.
3. Beato Pablo VI y su Octogesima adveniens, 41 .

martes, 29 de septiembre de 2015

Romano Guardini y su influencia

(Autor de “El ocaso de la Edad Moderna”)
En Múnich de Baviera, el 1 de octubre de 1968, falleció Romano Guardini que, según su biógrafa Hanna-Bárbara Gerl, es como “un Padre de la Iglesia del siglo XX”.
Joseph Ratzinger, desde estudiante, lo eligió como su gran Maestro. Había tenido la dicha de haberle escuchado en sus brillantes exposiciones en clases.
En su obra “Jesús de Nazareth”, Benedicto XVI, declara que una obra cumbre de Guardini, “El Señor”, dedicada a Jesús, le inspiró para escribirla. El afirma que continúa recorriendo las sendas abiertas por su Maestro.
Benedicto XVI dice de él, que es “una gran figura, intérprete cristiano del mundo y de la propia época”. Su arte de la interpretación, le resultaría más fácil poder concluir el por qué del ocaso de la Edad Moderna. Precisamente, Francisco, en Laudato Si, cita su obra El ocaso de la Edad Moderna en los numerales 83, 84, 85, 87 y 88, de ese libro.
Alumno y Maestro han tenido toda la vida encuentros. Oyente de sus clases, lector de sus obras, citas de éstas en casi todos sus escritos. Los dos satisfacen una preocupación al buscar y encontrar la “esencia del cristianismo”, que es título de una de las tantas obras de Romano Guardini. Que le sirvió de guía a Introducción al cristianismo de Ratzinger.
Para ellos era importante el destino de la Iglesia y de Europa. Benedicto XVI llega a sostener que “se puede ser cristiano únicamente en la Iglesia…”  y que Europa no olvide sus raíces cristianas en “una herencia vinculante para los cristianos”.
El espíritu de la Liturgia es de su interés que, como fresco estaba escondido a los fieles y que “el Concilio Vaticano II sacó a la luz… quedando todos fascinados por la belleza de sus colores y de sus figuras”; pero cuidando siempre la Liturgia para sacar al hombre de su ocaso, de su alejamiento de Dios y de Cristo, de su ruina espiritual, la peor de las pobrezas que hacen sucumbir al ser humano ante cualquier viento o brisa, ni hablar ante los totalitarismos y la fuerza, insaciables y sin límites en su maldad.

La obra de estos gigantes de la Iglesia, como Padres de ella, debe ser estudiada en la actualidad, que se requiere de cambios radicales en las personas y en los pueblos abatidos y sin esperanza de un mundo mejor, que necesitan de Dios, único Rey de todos los hombres y mujeres de fe.