sábado, 31 de octubre de 2009

Ambiente sano, hombre y mujer sanos.

“Dichosos los que trabajan por la paz, porque a esos los va a llamar Dios hijos suyos” (Mt 5, 9).
Esos son los constructores de la paz, de la amistad, de la prudencia (sabiduría) y de la solidaridad en el mundo del presente que demanda una mejor ecología y ambiente humanos.
¿Qué es ecología? ¿Qué es ambiente?
Ecología es un término que procede del griego Ökologie que data de 1866 y que fue acuñado por el biólogo y filosofo alemán Ernst Haeckel. Oikos significa casa, vivienda, hogar, y Logos, estudio.
Entonces, Ecología consiste en el estudio de los hogares. Se encarga de mostrarnos la relación de los seres vivos y su ambiente con el clima, la geología y los organismos que comparten el hábitat.
Por ambiente (del latín ambiens, entis, que rodea o cerca) entendemos el conjunto de condiciones, circunstancias, factores, elementos, culturales, económicos, sociales, físicos (aire, agua, suelos, etc.) en que vive una sociedad. Por cierto, cada 5 de junio se celebra el Día Mundial del Ambiente, pero que cada día sea del ambiente.
El uso de los recursos naturales, que son creación de Dios, no debe ser irracional e irresponsable. Recordemos el compromiso con las generaciones del futuro que tienen derecho a recibir un buen ambiente. La tecnología debe ser ejercida con eficiencia en la explotación de esos bienes de la creación. Me refiero, tanto a los energéticos como a todos los naturales en general. Mi admirado Santo Papa, Benedicto XVI, alerta, en su carta encíclica Cáritas in veritate (No. 49) que esa eficiencia no es “axiológicamente neutral”.
Una ecología y ambiente sanos, un hombre y una mujer sanos. Es que hay inseparabilidad entre ambos. Como trate el hombre al ambiente, así será tratado el hombre.
El consumismo y el hedonismo deben ser comedidos. Se recomienda la sencillez, la austeridad y la sobriedad, en ese orden de ideas. Se recomienda a todos; pero ¡Ojo! que haya compromiso con los pobres para que tengan mejores condiciones de vida. Recordemos que la tierra es de todos, es la casa de la humanidad, de la gran familia humana y que todos cabemos en ella.
Si por casualidad hay alguien que no sepa qué se entiende por hedonismo, de manera sencilla se lo explico: Es vivir una vida orientada sólo para el placer sin importarle los intereses de los demás. No olviden que existe un consumismo compulsivo que ocasiona impactos graves en los recursos naturales y en el equilibrio ecológico que se tiene – con la preocupación de científicos y de la entera humanidad – como causa del cambio climático.
No sería atrevimiento alguno de mi parte, exhortar, a quienes más tienen, a gastar menos en recursos energéticos. Parece que está en desarrollo una mayor conciencia ecológica y hasta se vienen buscando energías alternativas. Ya existen y se seguirán dando. Los países petroleros deben aumentar sus esfuerzos en cultivar, sembrar el petróleo, en eso de lograr esas energías alternativas y fomentar una mejor conciencia ecológica.
Ya me he referido a la amistad y a la paz, para que, en ese ambiente, donde reinen el diálogo y la comprensión recíproca, se busque una mejor redistribución de los recursos energéticos. Que haya solidaridad, nada de fuerza, de los poderosos para con los débiles. Que reine la responsabilidad global en el uso de esos recursos.
La Iglesia Católica “tiene una responsabilidad respecto a la creación y la debe hacer valer en público. Y al hacerlo, no sólo defender la tierra (la vivienda de la familia humana), el aire, el agua como dones de la creación que pertenecen a todos. Debe proteger al hombre contra la destrucción de sí mismo”. (No. 49 de la encíclica citada).
Los jóvenes reclaman por la existencia de un mundo mejor y quieren tener una mayor participación en su logro. El compromiso es con ellos.

domingo, 25 de octubre de 2009

Es obligación vital cuidar el ambiente.

Cuando me tocó la responsabilidad de ser Juez Agrario de Primera Instancia del estado Zulia, siempre ordenaba a las partes que procedieran a conservar el ambiente, la naturaleza y los recursos naturales renovables. Procedía inspirado en mis convicciones y acorde con la más calificada doctrina iusagrarista que considera a esos bienes “sustentáculos de la vida misma”. El Tribunal Agrario de jurisdicción especialísima, tenía por finalidad trascendente cuidar de las Tierras, Bosques y Aguas. Inicialmente tenían como denominación: Juzgados de Tierras, Bosques y Aguas. Y hasta, pasado el tiempo, se les consideró, por disposición de la Ley Orgánica de Tribunales y Procedimientos Agrarios, tribunales ambientales, porque podían conocer de los delitos y faltas en contra de esos recursos indispensables para la vida.
Esos bienes son creación de Dios. Él, que, en la cumbre de la creación, llegó a querer al hombre y a la mujer “a imagen suya” (Gén 1, 31), les confió a ellos la responsabilidad de tutelar su armonía y desarrollo (Gén 1, 26 – 30).
El creyente debe salvaguardar el ambiente y, el no creyente, pero de buena voluntad, debe hacerlo también. Es una obligación vital religiosa, de buena voluntad y legal o constitucional y, por qué no, hasta supraconstitucional.
Nuestra Constitución vigente, en el artículo 127, dispone que “es un derecho y un deber de cada generación proteger y mantener el ambiente en beneficio de si misma y del mundo futuro. El Estado protegerá el ambiente”.
Su uso, el de los recursos naturales, ha de ser racional. Con el compromiso de mantener un ambiente sano, respetando con ello la vida y la dignidad de la persona humana, la diversidad biológica, los recursos genéticos, los procesos ecológicos, los parques nacionales y monumentos naturales.
¡Que de ríos desaparecidos! ¡Cuántos contaminados! Nuestro Lago de Maracaibo, de Venezuela, hoy seriamente contaminado y dañado, cuando ayer cercano, como el reservorio de agua dulce más grande del mundo, podían los zulianos bañarse en él. Ese hermoso Lago, que tanto petróleo ha producido y produce, hoy languidece, y la humanidad entera debería intervenir para salvarlo. ¡Cuántas especies desaparecidas!
El hombre se ha creído un tirano de la naturaleza y ésta se está rebelando. Los cambios climáticos no andan lejos de ser consecuencia de esa cruel tiranía.
Insisto en lo del uso. Como lo expone Benedicto XVI, nunca podría estar separado de la relación natural, con el ambiente, el desarrollo humano. Es un don de Dios para todos y su uso representa responsabilidad para con los pobres, las generaciones futuras y con toda la humanidad.
El Papa, en su encíclica Cáritas in veritate. Sostiene que “la naturaleza es expresión de un proyecto de amor y de verdad”.Franciscanamente debería ser el trato del hombre con la naturaleza. Hablarle, amarla, como hacía San Francisco de Asís, el Patrono celestial de los ecologistas, quien sabía que todo tiene a Cristo por cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra (Ef 1, 9 – 10).

domingo, 18 de octubre de 2009

La comunidad internacional y su ayuda para el desarrollo.

“Les aseguro que lo que les hayan hecho a uno solo de estos, mis hermanos menores, me lo hicieron a mi” (Mt 25, 40).
Verdadera ayuda, poner el hombro a los pobres y necesitados, que tienden a crecer en legiones infinitas en el mundo globalizado de hoy, que arrastra a miles de pueblos, necesitan estos, con urgencia, para lograr un desarrollo humano que sea integral. Es garantía de paz, que está seriamente amenazada en el mundo actual. Pero AYUDA de los poderosos del orbe, no ayudas que “solo patrocinan el asistencialismo paternalista y afectan la libertad, la dignidad y autonomía de los pueblos, no tanta “ayuda” u “obras de beneficencia”, sino más condiciones de equidad y mayor empeño en el justo reparto de los bienes creados y mayor apoyo al libre desarrollo de los pueblos” (SCHÖKEL, Luis Alonso. La Biblia de Nuestro Pueblo. Comentario al capítulo 47 del Génesis, que recomiendo leer).
Ese desarrollo, para que sea humano e integral, que promueva a todos los hombres, tiene que tener como principio, la centralidad de la persona humana. Debe mejorar la calidad de vida de todos, no de manera abstracta, sino de forma concreta, a personas de espíritu y cuerpo, de carne y huesos. No un desarrollo de declaraciones de crecimiento económico, de solo macroproyectos económicos. Se requiere de microproyectos que movilicen, efectivamente, a toda la sociedad civil, como afirma Benedicto XVI en Cáritas in veritate.
Los proyectos de desarrollo de los pueblos, además de flexibles, necesitan de seguimiento, en cuanto a sus resultados. Que éstos se logren.
Estos proyectos deben tener como ejecutores a los pueblos débiles, verdaderos “constructores de su propio desarrollo” (Pablo VI en Populorum progressio no. 76). Los pueblos no pueden estar aislados. Necesitan insertarse cada día más en el mundo integrado del presente y celebrar acuerdos, tratados, que tengan por fin lograr beneficios para sus gentes en forma concreta.
Los organismos internacionales deben cooperar, ayudar, para el desarrollo libre de los países, que eufemísticamente, son llamados países en vías de desarrollo. Deben velar por la transparencia de sus gestiones y que sus burocracias no sean demasiado costosas.
Benedicto XVI, mi admirado Papa, sostiene “que se deben promover aquellas empresas que son capaces de concebir el beneficio como un instrumento para conseguir objetivos de humanización del mercado y de la sociedad…, donde es muy importante proceder con proyectos de subsidiaridad convenientemente diseñados y gestionados, que tiendan a promover derechos, pero previendo siempre que se asuman también las correspondientes responsabilidades”.La subsidiaridad consiste, en que conforme a este principio de Doctrina Social de la Iglesia, “las sociedades de orden superior deben ponerse de acuerdo en una actitud de ayuda (“subsidium”) por tanto de apoyo, promoción, desarrollo respecto a las menores”.