
Un día el caballo se le escapó del corral y se fue en busca de su libertad a las colinas. Esa noche vinieron sus vecinos y le dijeron:
Se ha ido tu caballo? Que mala suerte.
El anciano chino contestó: Por qué? Cómo saben ustedes que eso es mala suerte?
Y por cierto, a la noche siguiente, el caballo volvió al corral en busca de su acostumbrado pasto y de agua, trayendo doce sementales salvajes. El hijo del granjero vio a los trece caballos, se deslizó fuera del corral y cerró la puerta. De repente tenía trece caballos en lugar de no tener ninguno.
Los vecinos se enteraron de la buena noticia y vinieron a charlar con el granjero:
Mira, ahora tienes trece caballos. Que buena suerte. Le dijeron.
Y el anciano chino les contestó:
Cómo saben ustedes que eso es buena suerte?
Unos días más tarde, su joven hijo estaba interesado en domar a uno de esos sementales salvajes, el cual lo tiró al suelo y se rompió una pierna. Los vecinos se enteraron del accidente y esa noche fueron a visitarlo y emitieron otro juicio bien intencionado:
Tu hijo se ha roto una pierna? Que mala suerte.
Cómo saben ustedes que es mala suerte?
Unos días después, pasó por el sector un jefe militar chino y reclutó a todos los jóvenes en buen estado de salud, llevándoselos con él a la guerra, muchos de ellos para no regresar jamás, pero el joven se libró de ir por tener la pierna rota.
La moraleja:
Sólo Dios sabe lo que es bueno para nosotros.
Admirable el ejemplo del anciano chino.
Es un cuento de chino que no un cuento chino.
Tomado del libro El coraje de ser Positivo, de Patricia G. Wenzel.