
Ese era aquel mi Maracaibo de tipo colonial, aquel de musas
de Pérez, Yépez y Baralt; aquel de hospitalidad; una ciudad hermosa… Recuerdo
el pitazo de La Regional e inmediatamente Don Armando Molero… ya van pa` las
doce… poné los plátanos… ya está listo el fogón. Y Don Armando nos deleitaba
con sus canciones, muchas de ellas, auténticas y bellas poesías.
Maracaibo fue llamada la Atenas de América que, no obstante
la decisión de un autócrata de cerrarle la LUZ, ésta no se detuvo.
Podíamos recorrer la ciudad toda, sin correr riesgos de
inseguridad… hasta inicios de la década del 90, donde la corrupción comenzaba
sus estragos sociales y de otra índole; corrupción que ha llegado a extremos
insoportables.
Esta perorata viene a colación, por la deplorable condición
ecológica humana, económica, ambiental que presenta Maracaibo, de la que no
escapa toda Venezuela. La corrupción campea. La corrupción impide el que haya
una ecología sana.
Una buena calidad de vida se inicia con un sistema de
transporte público decente, digno, económico, puntual, que esté en buen estado
y no sea contaminante. No puede haber desarrollo humano integral con
deplorables condiciones que presentan las unidades de por puesto y de buses,
que no deberían estar en funcionamiento si no operara la irresponsabilidad
populista en nuestros dirigentes, principalmente en el Gobierno en sus
distintos niveles.
Los expertos en transporte exigen que se imponga, ante lo
álgido del problema, que enferma a la población, junto con la situación
calamitosa que “desvivimos” los venezolanos, la “prioridad del transporte
público”. No puede haber desarrollo con esta precariedad, que desespera, en
otras colas infamantes, a los usuarios. Veamos la realidad, que es superior a
la idea, y al bla bla bla.
Yo he celebrado signos de esperanza de caminar hacia un
transporte decente, con los buses que Metromara ha puesto en circulación. Le
confiere dignidad al hombre y mujer de a pie. Ojalá se extienda por todos los
barrios y urbanizaciones de toda la ciudad, y se castigue fuertemente al
malandro o delincuentes que los destruyan.
A mí en lo personal – perdón por hablar de mí – me han echado
una gran vaina: los taxistas porque cobran cauchos todos los días como valor de
sus servicios que mirando al firmamento vemos que compiten con los alimentos,
medicinas, servicios profesionales, etc.,
y hay que buscar un telescopio de alta precisión para alcanzar esos
precios, en una economía dolarizada, menos en los salarios, pensiones y
jubilaciones… (4)
(1) Nicolás Vale Quintero es el abuelo de Angélica Vale,
pionero de la Radio y la Televisión Zulianos, con Ondas del Lago.
(2) Con el Lago de Maracaibo se tiene una gran deuda.
Rescatarlo, sanearlo para que vuelva a ser el reservorio de agua dulce más
grande del mundo, es el gran reto de un gobernante y de toda la sociedad civil,
y de todos los que le han explotado para extraer su petróleo, nacionales y
extranjeros. El agua dulce potable para uso humano, comercial, industrial y
agro industria podría ser la continuación de ese reto para solucionar la crisis
del preciado líquido. Sería un inicio de retorno a un nuevo paradigma de
producción económica ecológica, diversificada y real.
(3) El nombre de Zulia fue un invento para castigar a
Maracaibo. Seguiré investigando.
(4) La vaina personal es que no me voy a montar
en esas pocilgas rodantes o WCs – como me decía un apreciado maestro – y los
taxis quedaron fuera del alcance de mis exiguos recursos económicos de un
pensionado, de uno de los millones de venezolanos que hemos sufrido el costo de
la dignidad ante un régimen autocrático o dictatorial, de corte puro fascista.
Esa vaina me obstaculiza mis actividades. Vivo casi en una cárcel.