martes, 24 de septiembre de 2013

La corrupción en nuestro tiempo

Hacen falta muchos profetas en estos días de tanta corrupción, como el llamado profeta de la justicia social: Amós.
El denunciaba la corrupción que existía en el Reino del Norte de Palestina (Israel), que vivía en bonanza económica, de la siguiente manera: “Escuchen esto los que pisotean al pobre y quieren suprimir a los humildes de la tierra, diciendo: ¿Cuándo pasará el novilunio para poder vender el grano, y el sábado para dar salida al trigo, para achicar la medida y aumentar el peso, falsificando balanzas de fraude, para comprar por dinero a los débiles y al pobre por un par de sandalias, para vender hasta el salvado del grano? Ha jurado Yahvé por el orgullo de Jacob: ¡Jamás he de olvidar todas sus obras!.
¿Y quiénes pisoteaban al pobre? ¿Quiénes los que querían suprimir de la tierra a los humildes? Los poderosos de esa época y ¿Quiénes eran esos poderosos? Los gobernantes y ricos.
¿Y en estos días quiénes son esos poderosos? Los mismos, que se han sumergido en la corrupción y tienen a los pueblos en el desespero, que han hecho empobrecer a muchos, que han llevado a la emigración a numerosos grupos humanos, que venden armas para guerrear o promover guerras, que matan niños, ancianos, mujeres, destruyen pueblos, que promueven la inflación de los precios, los que hoy tienen formas sofisticadas de esclavitud, de trabajos que alienan al hombre, que promueven y ejecutan todo tipo de ilícitos, entre ellos la prostitución, la venta de drogas, los que se roban los dineros públicos, en pocas palabras, los que han destruido al planeta y viven esclavizados al dios Mammon, al dinero fácil, a la riqueza injusta.
A mi me resulta desconcertante ver elogiar a corruptos y rechazar al hombre honrado, honesto, religioso, entregado a Dios, absurdos de la injusticia, como dirían los libros sapienciales del Antiguo Testamento. Yo elogio a hombres y mujeres que han hecho riquezas, que no tienen sus corazones aferrados a éstas, que la ponen al servicio de los demás y que viven apegados a la Palabra de Dios. Puedo poner ejemplos, si se me precisara el hacerlo. Son hombres y mujeres de sencillez y austeridad que merecen ser reconocidos, que han entendido que no se puede servir a Dios y al dinero a la vez.

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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo